-No somos niños-
Protestó Suichi estando de brazos cruzados, tras enfrentar un momento de silencio se dió cuenta que tampoco eran adultos.
-Bueno.... No del todo-

-Olvídenlo, no harán nada relacionado con esta carta ¿entendieron?-
Les Shiro dijo tomando la carta y doblandola.

Luego de un rato de silencio Shinobu alzó su cabeza.

-Al fin lo aceptatse-
Dijo la chica dejando un poco confundido a su hermano.
-Hemos mejorado-

Sin responder ante ello solo miró a la niña en un instante para después irse con la carta, Soshin fue la siguiente pero a diferencia de su hermano les lanzó una mirada de comprensión antes de irse.
Los mellizos se quedaron solos en aquel dojo, meditando en silencio lo que habían escuchado.

-Bueno... Hemos mejorado-

-El problemas es ¿Para que?-
Cuestionó Suichi al escuchar a su hermana.
-Si no usamos muestras habilidades nunca sabremos si somos realmente buenos-

-Concuerdo con eso-
Respondió ella chasqueando sus dedos.
-Cuanto he querido tener un enfrentamiento que no sea con ustedes-
Dijo lo último con un deseo en sus ojos como si fuera una niña que soñara con flores Pero soñaba con espadas, esa era la gran diferencia.
-Usar esa espada finalmente, ¿Porqué nos las han otorgado si no podemos usarlas?-
Volteó hacia el expositor de espadas en dónde reposaban cuatro katanas, una espada blanca con detalles dorados, otra negra con detalles plateados, una azul oscuro con negro y la última que era negra y púrpura, todas intactas hasta el día en que ellos estuvieran listos para portarlas.

Él al igual que ella miró las espadas con un profundo silencio y deseo de desenfundar su katana asignada.

-Tienen miedo que nuestros corazones se llenen de violencia y nuestra manos de sangre, ¿Pero no ha sido suficiente nuestra disciplina para no caer en esa abominación?-
Se acercó un poco sin comprender el porque todavía no estaban listos si ya habían alcanzado lo primordial para usar las espadas.

-Han sido suficientes estos diez años aunque aún nos falta mucho por alcanzar-
Dijo Shinobu.

-Eso no quiere decir que no hemos alcanzado lo básico-
La miró con su usual mirada de molestia.
-Es necesario seguir los sagrados mandamientos-
Prosiguió.
-Pero también es necesario proteger a las personas de la maldad de los demás-
Lo dijo con profunda determinación, recordando lo que la carta la cual señalaba lo que harían los ladrones en pocas horas, eso le causaba rabia, ver que los malos se podían asesinar mientras todo pasaba frente a ellos y no podían hacer nada, era más que rabia, era impotencia.
-No se que dices tú, pero para mí esta noche esos ladornes no sé saldrán con la suya-

-No, no lo harán-
Afirmó la chica igual de determinada que él.

..

La noche fría era muy silenciosa, la paz en el hogar se respiraba como era usual a la hora décima.
En el silencio y la oscuridad de su habitación Shiro se mantenía realizando una plegaria que solo podría ser escuchada a base murmullos. Sabía que era tarde pero no podía dormirse con calma pues tenía muchas cosas en la cabeza y por lo mismo una oración siempre le ayudaba.
Se distrajo brevemente al escuchar una especie de ruido al exterior de su habitación.
En completo silencio se levantó de su posición de rodillas y caminó hacia la puerta deslizándola con el mismo sigilo, se dirigió por todo el pasillo buscando al causante de aquel ruido extraño y justamente cuando se dirigía a uno de los salones que guiaba al dojo volvió a escuchar el sonido el cual provenía del ala Oeste de la casa justamente dónde estaba la cocina, ingresó a esta y notó que la puerta del almacén de comida estaba abierta. Estaba muy extrañado y las dudas no le faltaron, lentamente y aún con el mayor silencio del mundo sacó un cuchillo de una de las fundas que se encontraban junto con los otros utensilios y entró de un salto al almacén.

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