Extra #2

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Adrien

Después de una larga jornada de trabajo, en cuanto llegué a casa, lo primero que tuve el honor de recibir, fue un abrazo de mi hijo y mi esposa.

—¡Papi!, ¿vamos a jugar?

—Hugo...— lo regañó mi esposa— primero hay que cenar.

Nuestro pequeño rubio de ojos azules pidió que lo bajara de mis brazos, y luego se dirigió a la sala.

—¿Cómo está mi gatito? —Marinette rodeó mi cuello y depositó un beso en mi mentón— Te noto muy exhausto.

—Hubo muchas cosas que resolver hoy, pero me alegra que todo esté bien, y puedo pasar tiempo con mi familia— puse mis manos en su cintura.

Miré por encima del hombro de mi mujer, asegurándome de que Hugo no estuviera viéndonos. Volví mi vista a mi esposa y le sonreí, mis labios presionaron los suyos con pasión y amor. Alargué el beso lo más que pude, y cuando la voz de nuestro pequeño se hizo presente, tuvimos que separarnos.

—Vamos, el niño aprendió un nuevo juego en la escuela y nos lo quiere enseñar— tomó mi mano y me llevó al comedor.

La cena ya estaba servida, y antes de sentarme, me quité el sacó, y me lavé las manos juntó con mi hijo.

Durante la cena, le pregunté a mi esposa y a mi hijo como estuvo su día. Marinette, como siempre, daba el más mínimo detalle de su día, pero Hugo era vago con sus respuestas. Intente indagar más sobre cómo le fue en la escuela, y, aun así, solo logré que cambiara de tema, haciendo que su madre y yo fuéramos los que más habláramos.

Mi hermosa esposa es dueña de una boutique, o más bien de dos, uno aquí en París y otro en Marsella, en la ciudad en la que nació.

Después de tres años de trabajar con mi padre, ella decidió comenzar su propia marca, y él le pidió que algún día colaboraran.

—Mi amor— llamé la atención del rubio— ¿Pasó algo?, ¿por qué tienes esa cara?

—No es nada, papi.

No quise presionarlo, él me preguntó sobre mi día, y le respondí sobre lo que hice, tratando de usar palabras que él entendiera. Se le veía perdido en su plato, pero aun así parecía prestarme atención.

En cuanto acabamos, Hugo se levantó de su sitio y llevó su plato a la cocina. Marinette se acercó a mí y me susurró en el oído.

—Mi madre dijo que está así desde que lo recogió de la escuela, y no logré que me contara que es lo que le pasa, ¿puedes hacer algo?

—Lo haré— le quité sus platos de las manos— Yo me encargo de lavar.

—De acuerdo.

Fui a la cocina y dejé los platos sucios en el fregadero. Hugo seguía allí, de pie, mirando un punto fijo en la pared. Cuando se dio cuenta de mi presencia, estuvo a punto de salir de la cocina, pero lo detuve.

—¿Me ayudas a secar y guardar los platos? — pregunté.

El no renegó, agarró su banquita que estaba al lado de la nevera y la trajo a mi lado, también abrió uno de los gabinetes para sacar el trapo para secar los platos.

Mientras estregaba y enjuagaba, le daba los platos ya limpios y lo secaba, los dejaba a un lado para después guardarlos.

Marinette y yo le hemos enseñado sobre las responsabilidades conforme iba creciendo, y ya con siete años, una de sus tareas del hogar era lavar los platos, pero hoy me tocaba a mí.

—¿Seguro que estás bien? Sabes que, si tienes algún problema, puedes decirme y te ayudaré.

Él estuvo callado por unos segundos mientras seguía secando.

▪︎Por lástima▪︎ |Adrinette|حيث تعيش القصص. اكتشف الآن