Capítulo 13

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Kate

—Yelena, pide ayuda porque un esqueleto acaba de meterse a la cocina —dijo Kate fingiendo estar asustada.

Era el día previo a Halloween y Astrid iba entrando a la cocina disfrazada de esqueleto, detrás de ella venía Yelena.

—Soy yo —dijo Astrid sin mucho humor y se subió a uno de los bancos de la barra.

Desconcertada, la pelinegra volteó a ver Yelena y esta negó con la cabeza un par de veces. Kate se acercó a la niña que seguía cabizbaja esperando a que le sirvieran el desayuno.

—¿Qué pasa, Astrid? —preguntó con cuidado.

—No me gusta este disfraz, no lo entiendo.

—¿Qué no entiendes si solo son huesos? —dijo Kate confundida y tomando asiento junto a la niña.

—Por eso, los huesos no son divertidos —dijo frustrada—. No me gusta hallobin.

—Pero si Halloween es una de las mejores fechas del año —objetó la arquera—, ¿verdad, Yelena?

—Yo no sé, para mí solo es otra fiesta que los americanos inventaron para gastar dinero —respondió la rubia sin interés.

—¿Ves?, a mi mamá tampoco le gusta —Astrid extendió ambas manos para recalcar su punto.

—Pues tu mami y tú están muy equivocadas. —Le tocó la nariz ligeramente—. Hay un montón de cosas para hacer en Halloween, como disfrazarte, tallar calabazas, ver películas de terror y por supuesto comer montones de dulces.

De niña, Halloween siempre había sido una de sus fechas favoritas porque era de las pocas ocasiones donde podía divertirse sin que sus padres la obligaran a ir una de sus aburridas fiestas corporativas. No, el treinta y uno de octubre siempre había sido exclusivamente para Kate, con disfraces espeluznantes y todos los dulces que pudiera comer.

Al crecer, el dulce o truco había sido remplazado por fiestas llenas de alcohol donde siempre terminaba besándose con alguna bruja sexy o un gladiador musculoso.

—¿Dulces? —dijo más interesada.

—Sí, los niños se disfrazan y van a las casas de otras personas para pedir dulces.

—¿Y vamos a hacer eso?

—Por supuesto, vamos a hacer de todo —respondió la mujer emocionada.

Experimentar Halloween con Astrid era la excusa perfecta para recrear todas las actividades que tanto amaba de niña, y también era una gran oportunidad para divertirse con la pequeña y mostrarle algo nuevo.

—Pero este disfraz no me gusta —volvió a quejarse la niña.

—Lo siento, Astrid, pero tu maestra lo pidió así, todos tus compañeros van a ir igual —habló Yelena cuando se acercó a darle su plato de comida.

—Descuida, cuando salgas de la escuela iremos a comprar uno que te guste —la consoló Kate—, y también algunos adornos para la casa.

—Solo no te excedas—le advirtió la rubia a modo de broma y se sentó también a desayunar—, y no olvides que hoy sale a las doce.

—Anotado. —Kate se dio un par de toques en la sien.

Ese día Yelena tenía varios pendientes que arreglar y le tomarían toda la mañana, por lo que Kate se ofreció para cuidar a Astrid después de la escuela, incluso si eso significaba faltar al trabajo (no que tuviera muchas ganas de ir de todas formas). Apenas iban cinco días desde que habían arreglado las cosas y la arquera seguía haciendo todo lo posible para compensar a Yelena. Aunque la otra dijera que no era necesario, ella seguía sintiendo la necesidad de demostrarle que la apoyaba en todo y que lo de la última vez no se repetiría.

Little WidowWhere stories live. Discover now