Capítulo 08

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Yelena

El reloj marcaba las 5:12 a.m. cuando Yelena despertó. A pesar de que ya llevaba bastante tiempo fuera de la Habitación Roja, aún no podía dejar la costumbre de despertar temprano. Durante su tiempo como black widow se había adaptado a dormir pocas horas o incluso pasar días enteros sin descansar.

Cuando fue liberada, varias veces intentó darse el lujo de dormir más, pero casi nunca lo lograba por las pesadillas que seguían visitándola de noche. Resignada a no dormir, Yelena pasaba las noches con la mirada fija en el techo mientras mil pensamientos corrían por su cabeza. Algunas veces la culpa por toda la sangre que había derramado era su principal martirio nocturno. Otras veces, más seguidas de lo que le gustaría admitir, sus noches en vela se debían al recuerdo de Natasha.

Yelena casi podía sentir como el fantasma de su hermana la perseguía a todas partes, no importaba donde estuviera o lo que hiciera siempre había algo que le recordaba a la pelirroja que tanto extrañaba. Y el problema no era solamente extrañarla, no. El problema era que desde su pelea con  Clint, Yelena no podía evitar sentir cierto remordimiento respirándole en la nuca. Se sentía culpable por no honrar la memoria de Nat.

Yelena había estado cumpliendo su promesa de liberar al resto de widows, pero eso no era lo único que le había pedido Natasha. En más de una ocasión su hermana mayor había intentado animarla a vivir su vida, perseguir los pocos sueños que tuviera y tratar de ser feliz. Y desde el punto de vista de la rubia, aún le faltaba mucho para lograr eso, y peor aún, no estaba segura de si sería posible.

Antes de conocer a Clint, Yelena se movía gracias a la rabia. Todas sus fuerzas estaban concentradas en una tarea: vengar la muerte de Nat, pero después de conocer la verdad, ya no había un objetivo que perseguir, solo quedaba seguir adelante. Y eso era exactamente lo que Yelena no sabía cómo hacer. No quería fallarle a Natasha y que su sacrificio para darle una segunda oportunidad fuera en vano, pero tampoco sabía cómo continuar sin ella.

Yelena miró a su derecha cuando sintió a Kate removerse en su lugar. La pelinegra seguía profundamente dormida: su cara estaba iluminada por la tenue luz de la calle que entraba a la habitación, un mechón de pelo caía por su cara, sus labios ligeramente entreabiertos y un pequeño hilo de saliva se escapaba de su boca. Definitivamente no era la escena más sexy, pero para la asesina era tremendamente adorable y le provocaba estirar la mano para acomodarle el pelo, y de paso acariciar su mejilla. ¿Sería que algún día Yelena podría llegar a dormir así de plácidamente? Con un rostro tan relajado y lleno de paz.

En medio de la oscuridad y el silencio que proveen las madrugadas, Yelena se permitió imaginar una vida donde ella también pudiera acurrucarse al lado de Kate y dormir así de tranquila. Una vida donde cada día despertara con un beso de la pelinegra, para después pasar la mañana perdidas entre más besos con sabor a café. Una vida en la que Yelena siempre tuviera un lugar al cual regresar, uno al que pudiera llamar hogar.

Si Natasha siguiera viva, probablemente ya hubiera regañado a Yelena por ser tan cobarde y no seguir sus deseos. Pero es que no importaba que tan correcto se sintiera, o si parecía que estar con Kate era su destino, la rubia no podía hacerse a la idea de que algo tan bueno estuviera reservado para ella. Es más, Yelena no creía mucho en el destino, y de existir, entonces su pasado era prueba de que ella no estaba entre las favoritas del universo.

Yelena desvió la mirada y la regresó al techo antes de que hiciera algo estúpido como besar a la chica que dormía a su lado. Puede que en la Habitación Roja la hubieran entrenado para mantener el control todo el tiempo, pero a veces sus deseos eran tan fuertes que ella misma dudaba de su autocontrol.

Los minutos seguían pasando y la rubia no podía conciliar el sueño. Su mente iba de un lugar a otro: primero estaba en Kate, luego en el tema de la adopción de Astrid, después saltó a su creciente necesidad de volver a trabajar, eso la llevó a pensar en el resto de widows que quedaban por liberar, lo cual la llevó a Natasha. Si pudieran hablar una vez más, ¿se decepcionaría por haber pausado su misión de vida o la alentaría a cambiar de rumbo? «Probablemente lo segundo», pensó, aunque no muy convencida.

Little WidowWhere stories live. Discover now