Capítulo 07

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Kate

—¡Quince minutos para las ocho, Kate Bishop! —gritó Yelena desde la cocina.

—¡Ya voy! —respondió la arquera.

Era un martes cualquiera y Kate se encontraba en su despacho buscando frenéticamente una carpeta que había traído a casa desde el viernes. En la carpeta se encontraban unas propuestas que le había dado el departamento de RH para revisar, pero Kate no recordaba donde la había dejado, y ciertamente el enorme desorden en su escritorio no le facilitaba las cosas.

—Kate Bishop, van a llegar tarde. —Yelena asomó la cabeza por el marco de la puerta—. ¿Quieres que yo lleve a Astrid?

—No, no es necesario. —Kate siguió concentrada removiendo papeles—. Nos iremos en el carro, no te preocupes.

—No entiendo cómo puedes ser CEO de una compañía tecnológica y seguir usando impresiones —le dijo Yelena, su tono de voz bailaba entre la diversión y la irritación.

—Así es más fácil subrayar y hacer anotaciones —respondió simplemente.

—Si en dos minutos no la encuentras, yo la llevo.

—¡Listo!, la tengo —Kate se apresuró a correr a la entrada principal para guardar la carpeta en su maletín—. ¡Vámonos Astrid, se hace tarde!

La niña corrió desde la sala donde estaba esperando a Kate ya con la mochila en la espalda.

—No olvides tu lonchera —le dijo Yelena a Astrid.

En un movimiento rápido la mujer fue hasta la cocina y tomó la lonchera, para después regresar y dársela a la pequeña, junto a un beso de despedida en la frente.

—Ten un buen día, папочка. —Yelena se giró hacia Kate y depositó un beso rápido en su mejilla—. Tú también, птичка.

—Gracias, Yel. —Kate tomó las llaves del auto y abrió la puerta del departamento para salir.

Después de verificar que Astrid estuviera segura en su asiento, Kate se subió al auto y arrancó. El viaje a la escuela duraba apenas cuatro minutos, y aún faltaban diez para la hora de entrada, todo estaba bajo control.

Ya más relajada, Kate no pudo evitar tocarse la mejilla que Yelena había besado y sonreír. Por lo menos ya no se sonrojaba como adolescente cada que sucedía. Porque sí, no era la primera vez que Yelena le daba un beso de despedida, de echo era la quinta ocasión que lo hacía (no que Kate los estuviera contando).

Todo había comenzado la semana anterior gracias a Astrid. Era una mañana común como cualquier otra, Kate ya estaba lista y esperando a la pequeña en la puerta, en una mano su maletín y en la otra la lonchera de la niña.

Cuando Astrid bajó y tomó su mochila, se dirigió hacía Kate pero de último momento cambió de dirección y fue hasta donde estaba Yelena, recargada en la barra de la cocina.

—Casi olvido mi beso —le dijo a Yelena y elevó la cara para darle mejor acceso a la mujer.

La rubia rio bajito y se agachó para abrazarla y darle un sonoro beso en la frente.

—Pórtate bien y diviértete —le dijo Yelena con una sonrisa a la vez que se ponía de pie.

Astrid le sonrió de regresó y luego se dio media vuelta para irse, pero apenas empezó a caminar se detuvo en seco y volvió a girarse.

—¿Por qué a mí siempre me das un beso y a Kate no? —preguntó inocentemente y señaló a la arquera.

Kate no sabía qué hacer y solo se removió en su lugar, un poco incomoda cuando sintió la mirada de ambas rubias sobre ella. Yelena por su parte no se veía afectada por el comentario, de hecho su mirada era completamente neutra, como siempre que algo la tomaba por sorpresa y no quería demostrarlo.

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