C a p í t u l o 25

75 8 0
                                    

J O R G E

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

J O R G E

-Jared -contesté al teléfono-. ¿Qué pasa, hombre?

-Hola, Jorge, perdona que te moleste el sábado, pero me imagino que te pondré al día de las cosas.

Me quedé helado ante la puerta de mi apartamento. Si Jared llamaba el fin de semana, no era para trabajar en Bergamo y Salinas.

-Dime.

-No es una venta ni nada. No vi nada local desde la última extracción que hicimos. Pero vi que el nombre del Mr. J. salió a relucir unas cuantas veces.

Mis músculos se tensaron, bloqueando el aire en mi pecho.

-No puedo averiguar de dónde viene y es bastante vago ahora mismo, pero parece que alguien está haciendo preguntas sobre quién podría ser el señor E. Como dije, una charla muy escasa.

-¿Y no puedes rastrearlo?

-No. No apareció mucho tiempo y en cuanto empiezo a rastrearlo, desaparece.
Como si estuvieran pescando y cuando nadie pica, lo vuelven a enrollar.

Mierda. Cerrando los ojos, respiré todo lo profundo que me permitieron los pulmones, aguantando cinco segundos y dejándolo salir lentamente. Nadie preguntó por el señor E. Jared y yo nos esforzamos por mantenerlo al margen del trabajo que hacíamos. No dudaba que la gente pudiera atar cabos, solo intentaba ser lo suficientemente sutil como para no hacer olas cuando hacíamos nuestro trabajo.

-¿Debemos preocuparnos? ¿Dejar que MacCabe lo sepa?

-No, no creo que tengamos ninguna preocupación todavía. Pero avisaré a MacCabe para cuando se produzca la próxima extracción.

-De acuerdo. Gracias por avisarme y mantenerme al tanto de esto. No quiero que llegue demasiado lejos.

-Lo haré, Jorge. Disfruta de tu fin de semana.

Eso pretendía. Inhalando profundamente una vez más, exhalé el estrés y me concentré en la mujer que me esperaba.

Entrando en el apartamento, tiré mi bolsa a un lado, listo para enjuagarme del gimnasio y despertar a Silvia de la cama. Salí justo cuando salía el sol, que brillaba a través de las ventanas sobre su pálida piel. Quería despertarla entonces, pero la tuve despierta hasta tarde la noche anterior. Intenté darle tiempo para que se recuperara, ya que su cuerpo no estaba acostumbrado a tanto sexo, pero cuando se tumbó, con sus pechos brillando como un faro pidiendo mis labios, fue difícil.

En lugar de ceder, me puse unos pantalones de chándal y me fui al gimnasio del sótano.

Sin embargo, cuando entré en la habitación, la cama estaba vacía y la ducha abierta. Sonriendo, empecé a despojarme de la ropa y me dirigí al baño. Me detuve al entrar. Parecía un ángel en el cielo. El cuarto de baño era todo blanco, con una pared de ventanas que iluminaban la ducha de cristal. La forma en que se colocaba despreocupadamente bajo el agua, con la cara levantada y los ojos cerrados, mientras las gotas acariciaban su piel como yo estaba tan desesperado por hacerlo. Era un ángel.

Mi SalvadorWhere stories live. Discover now