C a p í t u l o 18

91 6 0
                                    

J O R G E

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

J O R G E

Yo: Hola, ¿estás libre?

Yo: Decidí que sería bueno que Silvia asistiera al evento de mañana y necesita un vestido. ¿Puedes llevarla?

Me imaginé que un mensaje de texto podría ocultar mi desesperación a medida que los minutos se acercaban a las cinco. No quería llevarla de compras. No quería pasar la tarde con ella. Eso anulaba la distancia que seguía intentando poner entre nosotros.

Por supuesto, que viniera mañana podría haber sido una mala idea. Pero que ella no fuera se vería raro, cuando todos los demás en la empresa estaban asistiendo. Estuve tan agobiado con los preparativos que ni siquiera pensé en que vendría hasta que Laura lo mencionó.

Hanna: ¡Ahahahahaha! Por supuesto que no. Aunque quisiera, que quiero, no puedo. Tengo una cena con un cliente.

Hanna: Llévala a la boutique de Covington. Puede que me pase por allí después de la cena solo para ver cómo te retuerces mientras la ayudas a elegir un vestido.

Yo: Te odio.

Hanna: Estoy enviando un mensaje a Ian. Probablemente le vendría bien una buena carcajada.

Yo: Es la mitad de la noche en Londres.

Hanna: Pensará que vale la pena.

Hanna: Diviértete.

Tenía ganas de ir a su despacho y exigirle que se llevara a Silvia y recordarle que yo era su jefe. Entonces probablemente se lo diría a mamá y yo tendría que explicarle por qué estaba mandando a mi hermana pequeña. Por lo visto, ser su jefe y ser un adulto no eran explicaciones suficientes para que tu madre te dejara en paz.

-¿Está listo para irse, señor? Son las cinco en punto.

Apretando mi teléfono, cerré los ojos y respiré profundamente antes de girarme para mirarla.

-Sí, solo tengo que apagar mi ordenador.

-Genial. Te espero junto a los ascensores.

¿Genial? A veces hablaba y me recordaba lo joven que era. Se enfrentó a tantas cosas que la obligaron a madurar, pero pasaban momentos que hacían ver sus diecinueve años. En esos momentos, me sentía como el mayor pervertido por todas las cosas que le hice. Por todas las cosas que aún quería hacerle.

Me sacudí y me reuní con ella en los ascensores. No hablamos en todo el trayecto. Mantuve la mandíbula cerrada, preocupado por lo que podría salir si me relajaba. En lugar de eso, sufrí durante el trayecto en silencio, inhalando su dulce aroma a limón.

Mi SalvadorWhere stories live. Discover now