C a p í t u l o 13

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S I L V I A

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S I L V I A

-Señorita Ruso, bienvenida a Bergamo & Salinas-saludó Jorge a la deslumbrante morena.

Mi mente volvió a la rubia maliciosa que me había despedido cuando entró a la oficina de Jorge. También se veía como una jefa ruda cuando entró, pero todo sobre el comportamiento de la señorita Russo era diferente y me gustaba. Entró y nos saludó a Laura y a mí con una sonrisa antes de estrechar la mano de Jorge.

-Hola, Sr. Salinas. Y por favor, llámame Carina.
Su mano no se demoró mientras lo miraba fijamente. Mirándola, me di cuenta de que se trataba de una verdadera jefa. Llevaba tacones de aguja altísimos como si no estuviera caminando sobre agujas. Su traje era elegante y sexy, pero lo usó como si fuera solo para ella, no para impresionar a nadie. Esta era una mujer de negocios sobre la que quería estudiar y tomar notas. Mi corazón saltó ante la idea de ser como ella. Incluso imaginar el tipo de autoridad con la que entró me dio un subidón que ninguna de las drogas que Leah tomó podría alcanzar.

Me tragué la risa cuando me di cuenta de que tenía lujuria a primera vista con una mujer.

-Por supuesto. Podemos deshacernos de todas las formalidades y puedes llamarme Jorge. Esta es mi asistente Laura, y una nueva pasante, Silvia.

-Encantada de conocerlas -dijo Carina, dando un paso adelante para estrecharnos la mano.

Tan pronto como ella dio un paso atrás, incliné la cabeza para comprobar sutilmente si babeaba.

-Si deseas seguirme, podemos comenzar en mi oficina. -Jorge extendió su mano, haciendo un gesto hacia la puerta abierta.

Justo cuando estaban a punto de cruzar el umbral, Laura me guiñó un ojo antes de hablar.

-¿No crees que hablar sobre los planes de tu nueva oficina sería una buena oportunidad para que la señorita Hughes aprenda en su pasantía?

Jorge se giró, mirándome por encima del hombro con una mirada fulminante, con la mandíbula apretada, como si hubiera puesto a Laura a prueba. Mis labios fruncidos, tratando de contener una sonrisa, probablemente no ayudaron en mi caso.

-Estaría completamente bien con eso -dijo Carina. Estaba oficialmente acorralada en una decisión.

En caso de que estuviera pensando en inventar una excusa, decidí bloquear la presión y arqueé mi ceja, desafiándolo a decir que no.

-Claro -dijo a través de su mandíbula apretada antes de que se relajara en una sonrisa maliciosa-. Pero asegúrate de tomar algunas aguas para nosotros. A menos que quieras un café -le ofreció a Carina.

-El agua está bien, gracias.

-Aguas entonces, Silvia.

Se giró y cerró la puerta detrás de él sin escuchar mi gruñido de frustración.

Mi SalvadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora