C a p í t u l o 22

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S I L V I A

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S I L V I A

Estaba desnuda en los brazos de un hombre desnudo que acababa de poner su boca sobre mí. Fue increíble y más íntimo que cualquier cosa que hubiera podido imaginar. Una risita casi burbujea solo de pensarlo.

Siendo realista, sabía que debería alejarme de cualquier contacto después de lo ocurrido esta noche. Debería estar encogida en un rincón después de verlo convertirse en un animal. Casi mata a un hombre y en ese momento, todavía atada a la cama, quise que lo hiciera.

Ahora, mientras el gran cuerpo de Jorge se cernía sobre el mío, yo tenía el control. Estaba eligiendo estar piel con piel con este hombre, tener sus labios deleitándose con los míos. Elegí esta sexualidad y no dejaría que nadie me la quitara.

Su lengua se enredó con la mía y pude saborearme en sus labios. Debería haber sido extraño, pero en lugar de eso, lo único que sentí fue el calor que surgía de mis entrañas, un infierno que me consumía.

-Sabes tan jodidamente bien -susurró contra mi piel, bajando por mi cuello.

Su mano encontró mi muslo y lo subió a su cadera. Utilicé mi pie para quitarle la toalla de las caderas, necesitándolo tan desnudo como yo. Tiró la toalla antes de situar su longitud en mi abertura y empujar hacia arriba y hacia abajo mi raja como hicimos la noche anterior.

-¿Está bien así?

-Sí -gemí-. Más.

-Dios, Silvia, me vas a matar.

No pareció importarle porque tan pronto como las palabras salieron de su boca, sus labios se aferraron a mi pezón y chuparon. Grité y arqueé la espalda, ofreciéndome a él.

Mis manos se aferraron a sus brazos antes de bajar por su espalda para poder agarrar su culo con las palmas. Sus músculos se flexionaron cuando volvió a empujar contra mí y clavé mis dedos. Jorge se desprendió de mi pecho con un chasquido y se levantó lo suficiente para que pudiera ver su pecho. Aproveché la oportunidad para dejar que mis manos exploraran cada surco y protuberancia.

-Estás muy caliente.

Se rió lo que hizo que los músculos se movieran más y yo podría haberme perdido mirándolos. Mis ojos se desviaron hacia abajo, hacia donde su polla me presionaba, la cabeza se alzaba orgullosa entre mis piernas. Bajé tímidamente la mano y dejé que mis dedos se hundieran en la raja, recogiendo la gota de perla antes de deslizarse por la longitud y volver a subir. Su cuerpo era una estatua sobre mí mientras me dejaba explorar.

-Quiero probarte -susurré, un poco preocupada por si no era lo correcto.

Especialmente cuando gimió y dejó caer la cabeza entre sus hombros.

-Esto puede matarme de verdad -murmuró antes de rodar a la cama junto a mí. Se apoyó en un codo y utilizó la otra mano para acariciarse lentamente-. ¿Estás segura?

Mi SalvadorWhere stories live. Discover now