Volteo a verla extrañado.

—Mamá, no podemos discutir esto de nuevo, tenemos que vernos.

Una pausa, donde de reojo veo como Camille se restriega el rostro con la mano.

—Bien, pero prométeme que vendrás lo más pronto posible— otra pausa— Genial, nos vemos, te quiero— finaliza la llamada.

—Bueno, se cancela todo— dice con una sonrisa ladeada.

Entonces veo como su mirada se ilumina, claramente se le acaba de ocurrir algo.

—Max, sé qué tal vez esto sea algo nuevo para ti, también lo es para mí. Y no sé de donde estoy sacando la valentía para decirte esto— suelta una risita nerviosa que hace que mí estómago se revuelva— ¿Te gustaría ir a cenar a un restaurante? Algo así como una cita, bueno, definitivamente sería una cita.

El corazón me latía al mil por hora, y sentía las manos sudorosas, pero también sonreía enormemente.

La acerqué a mi cuerpo, uniendo nuestros labios.
Un beso lento, suave y tranquilo.

Camille enredó sus manos en mi cabello y yo posé las mías en su cintura.

—Entonces, ¿Eso es un sí?— dice entre besos.

—Eso es un sí, cariño— digo dándole un último beso.

Momentos así hacían olvidarme por completo que aún peleábamos por ese campeonato.

—Oh, pero debo cambiarme antes, tú te ves increíble y yo solo me veo bien a secas— dice subiendo las escaleras.

—Tu siempre te ves preciosa, schatz— digo subiendo detrás de ella.

Camille para en seco, y voltea a verme con los ojos bien abiertos, un leve sonrojo adorna su rostro.

—Cállate— dice dándome un suave codazo.

—¿Qué?— digo riendo levemente.

—Max te recuerdo que entiendo más de cuatro idiomas— dice volviéndome a dar otro codazo.

Schatz es una manera en alemán se decir "tesoro"

—Procuraré decirte lo hermosa que eres en todos los idiomas que sé, cariño— digo antes de guiñar mi ojo.

Cam niega con la cabeza mientras ríe.

Jamás había subido a la planta alta de la casa de Cam, pero debo decir que todo estaba perfectamente acomodado.
La planta de arriba estaba pintada de color beige y blanco, un enorme ventanal hacía que la luz iluminara la habitación.
Había más trofeos en repisas que los que están en la sala, un piano de cola blanco, una pintura de su padre ganando en Monza, un enorme librero y un sillón.
Había dos puertas, la que creía que era una habitación de invitados y la principal.
La puerta de su habitación ligeramente abierta.

—¿Puedo pasar?

Nadie respondió, supongo que ya estaba cambiándose, así que me senté en el sillón de afuera a esperar.

Hojeé algunos de los libros, todos estaban en perfecto estado, cuidados y organizados meticulosamente.

Cuando Cam salió de la habitación traía un vestido rojo ceñido de tirantes, le llegaba un poco arriba de las rodillas. Llevaba unos tacones cortos negros y ahora sus labios eran rojos.

Anxiety | Max Verstappen Where stories live. Discover now