VI.

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—¡Gurdeón Soloquio! —bramó una voz aguda y filosa que asemejaba a aquella del rechinar perteneciente a engranajes de las maquinas intrincadas de las cimas de las montañas— ¡Ha llegado el momento de mostrarte la luz del Clan Ornigo! —Era un hombre y hablaba con toda la vehemencia que su débil voz le permitía— ¡Sal de la pocilga, maldita rata y revélanos a nosotros, que somos mucho más que luz, tu tormento centenario! ¡la sangre de los atzar debe ser nuestra, la arrancaremos de tu frío cadáver si es necesario, no tienes a donde huir, no hay salida de esta morada, que ha sido tuya por tanto tiempo, pero que ahora pertenecerá al Clan y a nosotros, como asociados y benévolos Magos de Sangre! —pausó unos instantes y luego demandó con todas sus fuerzas— ¡El Orbe que posees debe ser nuestro! ¡Adelante caballeros! ¡Arrebatamos sin perdonar aquello que debe ser utilizado con la sabiduría de un buen Talascarán!

Luego de gritar a todo pulmón estas palabras, el interior de la caverna se estremeció en respuesta al sonido exterior que asemejaba al de un bombo y penetraba cada grieta y recoveco de la montaña bajo la que se encontraban, segundos después, las rocas empezaron a crujir y derrumbarse justo sobre ellos y de las aguas surgieron figuras encapotadas con colores rojos y negros, de miradas ocultas y desfasadas, saltando a través de las paredes de agua y roca como saltamontes alborotados en una lona abarrotada; uno de ellos cayó directamente sobre el escudero de Rosmán, clavando un aguijón en su tráquea, para luego aprovechar el impulso y saltar de nuevo, esta vez sobre Laba, su contrincante más cercana.

La muchacha no reparó en esquivar ágilmente a ese hombre, dirigiéndose hacia atrás contra el respaldo de la pared de roca que ahora parecía sangrar un líquido escarlata y brillante, aquel salto cuya dirección no fue precisamente una coincidencia, la había dirigido hacia su morral y con los reflejos de un gato, abalanzó su mano sobre uno de los pequeños frascos llenos de tierra que colgaban de las hendiduras de la mochila. Agarró el vidrio con presteza y lo arrojó rápidamente hacia la figura que la había atacado; al contacto se rompió, liberando una espesa nube de color ocre que se acompañaba de una bellota que había incrementado su tamaño exponencialmente a través de raíces y matorrales que habían surgido de ella tan velozmente como aquél que dispara con arco y flecha, de tal manera esas raíces y jóvenes tallos penetraron la humanidad de este desgraciado atacante acabando su vida tan súbitamente como este había aniquilado al escudero, cuya sangre fluía casi al unísono con el alborotado Polvo Esento de las cavernas.

El estruendo ocasionado por Celes Laba derribó a todos; Roitar, Gurdeón, Rosmán y Gorosdetos habían emprendido la huida aun al estar a unos metros del estallido, sintieron la onda expansiva en sus espaldas, los empujó secamente de bruces al suelo, el aturdimiento los dejó ahí por unos segundos, mientras que Laba, que ahora se cubría su rostro bajo con la pañoleta que siempre llevaba atada al cuello bajo la túnica de la Orden, se sostenía con fuerza y a gatas recuperaba su posición de rezago; cuando se había unido a sus compañeros, quienes ya se levantaban, se agarró a sus hombros halándolos hacía a ella, haciendo un gesto a Rosmán para que se acercara, parecía que tenía un plan para salir de allí, o al menos para protegerse del alud de rocas que se precipitaba sobre ellos. Claramente no era la primera vez que Laba experimentaba tal situación, indudablemente estaba preparada y sus conocimientos de espeleología la instigaron a agruparse con sus compañeros y llevarlos a las paredes cóncavas que llevaban hacia el humilde aposento de Gurdeón, como iban en cuclillas, la velocidad de desplazamiento no era la más optima, así que no pasó mucho tiempo antes de que los atacantes los hostigaran de nuevo, pero Laba, una vez más tenía la solución perfecta, sacó una pequeña vaina que asemejaba a la de las arvejas y la reventó frotando las yemas de sus dedos de espaldas a ellos, empezó a dirigir un polvo de esporas que emergía de la vaina hacia los agresores, esparciendo por doquier cual si fuera la brocha de un pintor enloquecido cuya pintura gaseosa azotaba tratando de evitar que entrara en contacto con sus protegidos, la chica dirigía las esporas como si de un concierto se tratase, solo con la mano izquierda, mientras que con el brazo derecho se encargaba de aupar a los que quedaban hacia la grieta ancha que Gurdeón le había mostrado instantes atrás, el armario permanecía lleno de chécheres y baratijas, la protectora arrojó la vaina hacia un lado del camastro de Gurdeón, la sustancia que emanaba de ella empezaba a sosegarse, el tiempo que restaba lo usaron para acomodarse dentro y preparar la puertecilla que se cerró tras ellos gracias a los esfuerzos de Laba para mantener todo bajo control.

El espacio era estrecho dentro del armario de Gurdeón, para entrar los cinco, tuvieron que empujar un montón de objetos fuera de él, el fin estaba llegando, aún si los atacantes afuera morían por la acción del veneno de Laba, no podrían mantenerse mucho tiempo en el armario, el gas venenoso eventualmente empezaría a filtrarse por las rendijas de la puerta empeorando su situación a niveles fatales. El pánico se había adueñado de todos excepto de Gurdeón que supo inmediatamente que hacer.

—¡Necesito mi capa! —gritó llamando la atención. Con el susto acelerando las reacciones, Roitar tomó la tela dorada que estaba colgando justo a su lado y se la pasó— ¡Dame también tu navaja! —Roitar no dudó en obedecer.

Ya que el armario era básicamente un agujero en la roca, las paredes en el interior también sangraban ese liquido arenoso que parecía tan amenazante; Gurdeón tomó la navaja y rompió su preciada capa en cinco pedazos, cuando había terminado, el gas ya se estaba metiendo al armario, así que todos aguantaron la respiración durante unos dos o tres minutos, que fue lo que le tomó a Gurdeón terminar unos rezos especiales que interactuaban con el liquido rojo sangrante de la caverna y se impregnaban a los trozos de tela lentamente, al comando de su maestro, una vez las telas se hubieron imbuido con el encantado polvo, Gurdeón hizo una mueca a los demás para que se cubrieran la cara con ellas; nadie se atrevía a respirar, el gas de Celes Laba ahora llenaba el armario, pero Gurdeón fue el primero en exhalar violentamente y luego tomar una bocanada de aire limpiado por la tela impregnada de magia, los demás siguieron esta acción sincrónicamente, atónitos a causa del hecho de que la rápida solución de Gurdeón funcionaba.

Los grandes ojos de Laba estaban tan abiertos y ansiosos que llegó a asustar a Roitar —¿Estás bien? —preguntó entrecortadamente.

—¡Es i-i-imposible! —fue todo lo que recibió como respuesta.

Mientras ellos trataban de hablar, Gurdeón ya estaba terminando su segundo rezo, su tez había palidecido mucho más de lo que ya era, se notaba que estaba haciendo un esfuerzo mental descomunal, pero poco a poco estaba rindiendo frutos ya que justo tras ellos el Polvo Esento que parecía haber salido de las rocas para luchar contra el veneno, volvía a meterse en la roca, justo donde Gurdeón apoyaba la palma de su mano, entonces aquella pared crujió y abrió un boquete lo suficientemente ancho para que cupiera una persona a rastras, el agujero se iba alargando yendo en diagonal hacia arriba siguiendo la patrón de telaraña irregular que hacía el Polvo Esento al apartar las rocas hacia un lado, los ruidos dentro indicaban que esa pequeño camino improvisado colapsaría en cualquier momento, pero no lo hacía ya que todo en ese ambiente mancillado obedecía la voluntad del Polvo y éste obedecía la voluntad de Gurdeón quien encabezaba la hilera y se arrastraba a la vez que controlaba las telarañas y trataba de mantenerse consciente, excavó lo suficientemente rápido como para dejar el gas venenoso atrás que ya no podía expandirse hacia arriba, esto causó que los cinco salieran de su influencia en un par de minutos, pero aun así, nadie se atrevió a quitarse la tela que aún cubría sus bocas.

La combinación del Polvo y el gas había sido tan pesada que los había agotado por completo, no solamente a nivel físico, parecía que de alguna forma tanto el Polvo como el gas se habían introducido en sus entrañas, ocasionando náuseas y mareos en todos, menos Gurdeón cuyo agotamiento era causado por el esfuerzo que debía mantener para que el Polvo siguiera apartando la piedra entre sí misma y darles la ruta de escape que aún seguían. Rosmán se había quedado rezagado, pero nadie podía notarlo ya que estaban lidiando con su propio esfuerzo por mantenerse conscientes y seguir arrastrándose, cuando ya se había separado unas 10 matas de Sacarían, que era el nuevo colero, el viejo guerrero se desmayó y jamás despertó.

Los Sabios DiscípulosDove le storie prendono vita. Scoprilo ora