Mientras esperaban la cena, cada uno se mostraba incómodo en su lugar. Sean no apartaba sus vivaces ojos verdes del blanco mantel bordado con tela fina, como si se tratase de la cosa más interesante del mundo, sabiéndose en un momento muy inoportuno. Derek se removía inquieto y ansioso sobre su lugar, en tanto sus piernas oscilaban bajo la mesa, de arriba a abajo, zapateando el piso, nervioso e impaciente por salir de allí. Víctor, aunque se mostraba feliz, planeaba el siguiente movimiento que Derek debía hacer para aligerar el pesado ambiente. Sara se mantenía encogida sobre sus hombros, turbada, creyendo que definitivamente no había sido una buena ocasión para que sus amigos lo visitaran; esa noche la había pensado para ellos dos exclusivamente.


La chica se ubicaba en un extremo de la mesa redonda y los jóvenes en el otro; quedando Víctor en medio, Sean a su izquierda y Derek a su derecha, muy pegados. El rubio le dio un ligero codazo a Derek para llamar su atención y cuando la consiguió, lo miró insinuante antes de mover su cabeza hacia donde Sara, repetidas veces. Derek entendió a la perfección lo que intentaba decirle.


"Vamos, haz algo. ¡Conquístala!"


"Estás loco", le dijo a su vez con los ojos. "Esta es tu cena, no mía."


"Pero es tu chica, ¡vamos!"


"¿Desde cuándo?"


"Habla, rompe el silencio. Cuenta una anécdota, chistes, lo que sea; todo vale."


"Tú di algo, Víctor. Di algo como: 'Ellos ya se van'."


"No. Los quiero aquí."


Habrían continuado con su debate mental de no ser porque en ese preciso momento, llegaron sus platos bien servidos. Esperando que con ello, las cosas se alivianaran un poco, todos comenzaron a comer, pero fue más difícil de lo que esperaron, pues la comida se les atoraba en la garganta al ver dónde y cómo estaban. Quien rompió finalmente el silencio, fue de quien menos se esperaría, Sean.


—¡Qué buen plato de comida! ¿Dónde está el chef que quiero felicitarlo? Es lo mejor que he probado.


—Oh, él está en la cocina —respondió rápidamente Víctor, haciendo el ademán de levantarse para decir "yo te llevo", cuando Sean se esfumó de su vista en un parpadeo.


Víctor se recargó en el respaldo de la silla, esforzándose por que un tic nervioso no se le presentara en el ojo. Enseguida, se escuchó el celular de Derek, quien velozmente lo cogió y miró el contacto, casi suspirando de alivio.


—Ah, son mis padres. Debo comunicarme con ellos.


Y sin esperar un segundo más, se levantó y se alejó de ellos, adentrándose en la mansión, dejándolos solos. Víctor miró a Sara directamente por primera vez en toda la velada, notando que ella tomaba su bolsa, se levantaba y le decía, ofendida:


—No debí haber venido y esta cena no debió existir.


Caminó alejándose de su prometido y también ingresó a la casona; estaba realmente dolida. Había detallado las acciones de los tres chicos, su contrariedad; pero sobre todo, había visto con claridad la desesperación de Víctor por no estar con ella a solas y eso la hería profundamente. Se sentía vilmente rechazada, indeseada. Lágrimas lucharon por salir de sus ojos, pero las retuvo.


Derek estaba en el pasillo, cerca de la puerta que lo llevaría al patio trasero. Acababa de colgarle a sus padres, asegurándoles que ya regresaba a casa. Iba a dar el primer paso para salir de aquella casa del demonio, cuando vio pasar frente a sí a Sara y en su rostro pudo distinguir el sufrimiento que la embargaba. Sus ojos cristalinos a causa del llanto sin derramar y el que se mostraran empañados de tristeza y dolor, movió algo en su interior y un sentimiento de empatía surgió hacia ella. Sintió el tremendo deseo de ir y consolarla, pero no se creyó lo suficientemente capaz de conseguirlo, por lo que la dejó ir. Miró al lado contrario, descubriendo a Víctor, acerándosele con una sonrisa victoriosa, y otro sentimiento se apoderó de él al verlo de aquella manera: aversión. Con eso, la noche terminó.




Al día siguiente, en la habitación del joven Duarte, éste se alistaba para asistir al instituto y en lugar de que se mostrara feliz de que una semana más de escuela terminara al ser viernes, su mente cavilaba en otros asuntos. La presión que ejercían sobre él los trámites para la graduación estaba pasando factura. Al ser miembro del grupo más desastroso de la escuela, las actividades parecían redoblarse con el mantenimiento del salón y todo eso. Además, las clases extracurriculares que tomaba con Sol también lo presionaban mucho; no podía perder el tiempo. Algo más acudió a sus memorias, al tiempo que salía para encaminarse al colegio.


El tormentoso mohín de Sara que la noche pasada había apreciado, lo golpeó con ímpetu. El día anterior, Víctor lo había decepcionado de varias maneras; no sólo cuando lo privó de sus clases, la que necesitaba indudablemente, al interrumpirlos a él y Sol con semejante descaro, sino también porque los había metido a Sean y a él en una situación inadecuada y a propósito. Sin embargo, lo que más lo desilusionaba de la actitud del rubio, fue la manera tan bruta con la que trató a Sara; no se esforzó por disimular su descontento, no intentó explicarse amablemente, no usó tacto y la había hecho sufrir; fue un insensato insensible. La emoción de rechazo hacía su amigo volvió y deseó no verlo en todo el día.


Las clases trascurrieron con normalidad al arribar a las instalaciones educativas y aunque en el receso tuvo que verse con Montenegro, quien se disculpó con él y Sean por el lío en el que los metió, al mismo tiempo que les agradecía porque lo salvaron, Derek se mantuvo mayormente silente y serio ante las palabras del rubio, demostrando así sus pocas ganas de hablar o estar con él. El día de escuela trascurrió normal para el pelinegro y procurando despejarse un momento al tomar su camino de regreso a casa, decidió desviarse a Las Fuentes y comprarse un helado. Algo bueno entre tantos caóticos pensamientos no haría nada malo a su salud.


Arribó al establecimiento y dada la hora, que era en la que la mayoría de los colegios terminaban clases, la multitud de estudiantes llenaban el local, por lo que supo tendría que hacer fila para obtener su pedido. Al esperar, se concentró en recorrer todo el lugar y a algunos pasos de él, luciendo un tanto desorientada aunque pareciendo buscar algo o a alguien, la chica que casi toda la mañana había ocupado su cabeza se materializó frente a él, tan elegante y linda como siempre.


—Sara.


El nombre salió sin querer de sus labios y más alto de lo que hubiese deseado, pues escuchándolo, la susodicha dirigió su atención a él, chocando sus celestes con sus cafés.

Compañía Anhelada |PAUSADA|Where stories live. Discover now