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Los Angeles, Estados Unidos

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Los Angeles, Estados Unidos.

En la cama yacía un hombre que rondaba entre sus cuarenta y tantos años pero, por el estado en que se encontraba, parecía un anciano. Estaba pálido, su cabello estaba lleno de canas y su barba, blanca como la nieve, ya no le daba ese toque maduro que atraía a las mujeres de su manada y el de otras. Recostado con una vía conectada a su mano derecha, se aferraba a la vida con un respirador. Cualquier medicamento no parecía aliviar sus fuertes dolores de cabeza ni los malestares por las que sufría desde los últimos dos años.

− Edward...

El nombre de su beta era lo único que pronunciaba. Por muy débil que se encontrara, no dejaba de llamar constantemente a quien consideraba su mejor y único amigo.

Su hijo y alfa de América, Andrew Floyd, tomaba de su mano izquierda, dando leves caricias en muestra de apoyo y afecto.

− No te esfuerces mucho, padre. El tío Williams estará aquí pronto...

«Edward...»

Unos pasos se escucharon en el silencio de la noche, el sonido que provocaban los zapatos del mencionado remarcan el aura del hombre que con pasos decididos daba hasta la habitación del rey alfa. Las puertas se abrieron mostrando la figura de un hombre musculoso, el traje que vestía escondía su anatomía humana. Un hombre rubio y de ojos azules profundos, rasgos distintivos en su familia, la barba de días le daba un toque de madurez y sensualidad, sus cejas estaban fruncidas por la situación.

− Mi rey... Me mandó a llamar y aquí estoy, bajo sus servicios...

− Dejadnos a solas...

Todos en la sala vaciaron la habitación después de la orden de la máxima autoridad en el mundo de los hombres lobos. Andrew se retiró después de besar la mano de su padre y susurrar un «Estarás bien».

− Mi rey...

− Milena... mi amada luna... ¿la encontraste?

La sola mención de la omega le hizo tensar. El odio y repudio que sentía por la mujer era tan grande, más que su lealtad al rey alfa.

Hace menos de tres años, Milena había huido de la manada trás descubrir los delitos del beta, Edward Williams. En parte, agradecía la desaparición de la omega, su esposa y madre de sus hijos, pero más importante aún, la mate del rey alfa. Eso le había ayudado a deteriorar más la salud del hombre en la cama. Sin embargo, recordar la razón por la que había marcado a la omega era un trago amargo para el beta.

Todo por orden del rey alfa.

Steven Floyd había solicitado el sacrificio de su beta, al verse en la decisión de convertir en luna a una alfa seleccionada por sus padres.

Milena Wyatt era la mujer seleccionada por la luna para Steven, pero él se vió en la penosa desición de marcar a la alfa Sheyla Reyna, con quién tuvo a su único hijo, Andrew, y le pidió a su amigo casarse con Milena para que ninguno de los dos se convirtieran en salvajes. A cambio, le prometió al beta convertir en luna de América a una hija o nieta, sea cual sea la opción.

Alfa Jeon | Libro #1Where stories live. Discover now