06 | Selene

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Desde que tengo uso de razón, el Rey Alfa siempre ha estado cerca de mi y mi familia

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Desde que tengo uso de razón, el Rey Alfa siempre ha estado cerca de mi y mi familia. No solo porque mi padre era su beta o por la amistad que tenían, sino porque siempre me ha tratado como a una hija. Él era el único que me consideraba alguien especial sin fijarse en el título con el que nací. La hija del beta real.

El tío Floyd, como lo llamada desde que era pequeña, encamino mi educación y me enseño muchas cosas sobre la historia de nuestros antepasados, las guerras entre las especies hasta las alianzas forjadas y lo fundamental que era cada licántropo dentro de una manada.

Cada vez que llegaba Su Majestad durante los forzosos entrenamientos que teníamos mi hermano y yo, convencía a mi padre para darnos un tiempo libre, el cual aprovechamos para recorrer los extensos terrenos de la manada y para escabullirse dentro de la cocina a robarle a Nana Elisa las galletas que se servirían durante la cena.

Gracias a él mi tiempo con la manada estaba llena de gratos recuerdos. Al menos, hasta el día en que me vi forzada a irme como una traidora. Porque sí. Me condenaron por traición. Un delito que se paga con muerte pero, gracias a su intervención, solo me desterraron.

Nunca lo culpe por no creerme. Si para mí era difícil creer lo que mi padre había hecho, para él debería de ser imposible hasta considerarlo a discusión física o mental –¡Ojo! No lo justifico, pero es comprensible– Se supone que un beta es la mano derecha de un alfa y su lealtad esta asegurada. Así que es imposible que el rey me creyera. Por más amor fraternal que me tuviera.

Sin embargo, era una buena persona.

Comprenderán porque fui la única que jadeo en medio de gruñidos ante las palabras del rubio, antes de que todos se retirarán y me quedara sola.

No lo podía creer.

Él no podía estar muerto.

Los recuerdos de las horas que compartimos en la biblioteca real, las comidas y los paseos por los alrededores me invadieron y una lágrima se deslizo por mi mejilla.

Siempre le preguntaba porqué me trataba distinto a las otros cachorros y su respuesta era la misma.

Eres especial. Además, eres la hija de tu madre.

Espabilé mis recuerdos cuando escuché que la puerta se abrió y la cabeza de Hoseok se mostró, más abajo apareció el rostro de la luna Jiwoo. Ambos entraron y se sentaron, cada uno a un lado de mí.

No dijeron ni una palabra, solo se quedaron a mi lado. Era reconfortante tener con quién compartir mi dolor.

Había perdido a mis amigos cuando me fui de la manada de Andrew. Perdí a mis padres y a mi hermana Serafina. Perdí al mejor hombre de mi mundo y hermano incondicional, Leonard.

No medí el tiempo que pasamos sentados en silencio. Pero cuando me levanté de la cama y les miré, HoSeok se masajeaba el cuello por la postura y Jiwoo estiró su cuerpo.

Alfa Jeon | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora