24.

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Román




Habían pasado cuarenta y cinco minutos desde que había regresado a mi oficina y Charlotte no había regresado.
Volví a leer la nota que había encontrado pegada en la pantalla de mi computadora, sin notar nada extraño. En ella me explicaba que iría por los cafés y regresaría, pero la tardanza no era para nada común.

Me dirigí al gran ventanal, observando como la lluvia ahora había empeorado, al igual que la inmensa sensación de inseguridad que se había instalado en mi estómago.
¿Y si había tenido un accidente camino aquí? Con el clima que había, podría un conductor perder el control y lastimar a alguien.

Tenia que relajarme y dejar de pensar en escenarios catastróficos. Tal vez la cafetería estaría atestada de personas o ella estaba esperando que la intensa lluvia disminuyera.
Cansado de atormentarme, tomé mi teléfono del escritorio y apreté el botón de marcado rápido con el número de Charlotte. Escuché el tono de llamada dos, cuatro y hasta una sexta vez, antes de enviarme al buzón. Volví a intentar y está vez , se fue directo al buzón.

Soltando una fuerte maldición y tratando de calmar la inmensa preocupación que sentía, me encamine hasta el ascensor y espere hasta que las puertas se abrieron para subir.
No podía quedarme aquí, tenía que comprobar que se encontrara en la cafetería.

Cuando llegue a recepción, fui interceptado por la señora Costa, la madre de Charlotte.

—¿Ha enviado a Charlotte a hacer algún otro pendiente además de buscar café? —en su voz podía escuchar la misma preocupación que yo estaba sintiendo.

—Ninguno. ¿Hace cuánto tiempo la ha visto?

—Cuarenta, cuarenta y cinco minutos. No es normal, ella es muy responsable y no tardaría tanto.

—Puede ser que esté esperando a que la lluvia se calme un poco.

—Conociendo a mi hija, la lluvia no sería impedimento. Ella preferiría empaparse a preocuparme. —Traté de respirar, pero el aire pareció quedarse atorado en mi pecho.

—Voy a buscarla.

No esperé que dijera nada y si lo había dicho, no la escuché, ya que comencé una carrera hasta la cafetería completamente ciego.
Las calles parecían alargarse a medida que me acercaba y tenía a mi lobo amenazando con tomar el control y él mismo encontrar a su compañera.
Cuando ingresé a la cafetería, la encontré atestada de personas, pero ninguna era Charlotte y su olor no se sentía.

¿Dónde diablos podría encontrarse?
Volví a sacar el teléfono y probé nuevamente llamarla, solo para volver a escuchar el mensaje de su buzón.

Volví a caminar hasta el exterior y está vez marqué el número de Diego, esperando que este si me contestará.

—Si me llamas para que vuelva a llevarte comida, olvídalo. Estoy trabajando en algo grande. —Gruñí al escucharlo, este no era momento para tonterías.

—Esto es urgente. —Mi voz se escuchó demasiado ronca y parecía más gruñido que otra cosa.

—Román cálmate, desde aquí puedo oír como tu lobo está a punto de salir. —trataba de calmarme, pero no era sencillo. — Ahora dime la razón de esta pérdida de control.

—Charlotte desapareció.

—¡Mierda! —esa era la misma palabra que se repetía en mi cabeza. —¿Ustedes pelearon? ¿Sucedió alguna cosa?

—Solo fue por café y nunca volvió. —comencé a explicar, antes de estrellar mi puño contra la pared, frente a mí. —Incluso su madre se encuentra preocupada.

—¿Qué demonios fue ese ruido?

—Acabo de golpear la pared.

—¿Estas loco? Entiendo que estás preocupado, pero debes calmarte, en este momento no puedes perder el control. —para él era sencillo, ya que no era su compañera. — Haré un par de llamados y veré qué puedo averiguar. Recuérdame el nombre completo de tu compañera.

—Charlotte Ferris.

—Muy bien, ahora encuentra dentro de ti el control y controla a tu lobo, de lo contrario no podrás concentrarte y encontrarla.

—Diego, apresúrate. —colgué y guardé el teléfono, caminando de regreso a la oficina, esperando que ella ya hubiera regresado.

Cuando regrese al edificio, volví a encontrarme con su madre, quien a pesar de estar con el teléfono cerca de su oído, me prestaba más atención a mí.
Cuando colgó, camino velozmente, hasta detenerse frente a mí.

—¿La encontraste? He estado marcándole y no deja de enviarme al buzón. Estoy empezando a preocuparme. —podía notar justamente eso en sus manos temblorosas.

—No estaba allí. — informe, sintiéndome completamente inútil.

—Algo debió sucederle, ella jamás me preocuparía de esta manera.

—Estoy esperando una información, pero si en treinta minutos no recibo algo, saldré yo mismo a buscarla. —Estaba tratando de controlarme, pero esto no duraría mucho tiempo más.

Podríamos estar un poco distanciados, pero ella era mía y debía protegerla, era el responsable de su seguridad y ahora estaba fallando.
¿Acaso no prometí protegerla? Era un compañero de mierda, pero no podía imaginar que esto pasaría.

—Voy a llamar a la casa, no creo que esté allí, pero no pierdo nada con intentarlo. —Asentí, empezando a pasearme de un lugar a otro, sin dejar de sentir la opresión que sentía en mi pecho.

Estaba dando la sexta vuelta, cuando mi teléfono comenzó a sonar y lo saqué, con la esperanza de que se tratara de Charlotte, pero su nombre no era el que aparecía en la pantalla, sino el de mi mejor amigo.

—¿Pudiste descubrir algo? — pregunté, apenas conteste la llamada.

—No sé si será ella, pero una Charlotte Ferris fue ingresada hace diez minutos en el hospital del norte. —Eso quedaba a media hora de aquí. — No puedo asegurarte si es ella, pero es el nombre que aparecía en la identificación que traía encima.

—¿Qué le pasó?

—No lo sé a ciencia cierta, pero según mi informante, salió expulsada desde un auto en movimiento. —Maldije e hice la pregunta que más temía hacer.

—¿Ella está bien?

—No sabría decirte, llegó inconsciente y había perdido mucha sangre, pero al menos estaba con vida.

—No esperaré más tiempo, iré ahora mismo a ese hospital.

—Estoy alcanzándote allí. Por favor, conduce con cuidado, no quiero tener que explicarle a tus padres que también terminarás internado.

—No te preocupes, llevaré a su madre conmigo. —Colgué y caminé hasta donde la señora Costa seguía marcando el número de su casa, una y otra vez.

Me detuve detrás de ella y me pregunté ¿cuál sería la mejor manera de explicarle esto?, pero nada parecía correcto o menos doloroso.
Cuando aclaré mi garganta, ella volteó hacia mí.

—Dudo que esté en la casa, si estuviera ya me habría atendido. — asentí y no me atreví a mirarla.

—Creo que la encontré, pero no puedo estar seguro hasta que la vea.

—¿Dónde? —ella ya intuía lo que iba a decirle.

—Una chica ingresó al hospital y la identificación que traía, concuerda con el nombre de Charlotte. —las palabras se sentían amargas en mi boca.

La señora Costa aspiró fuertemente y me vi lanzándome hacia adelante para impedir que se golpeara contra el suelo.

—Dime que ella está bien. —Me encantaría poder saberlo también.

—Espero que lo esté, pero tenemos que comprobarlo. Hay que ir al hospital.

No podía seguir aquí, no me importaba cargarla hasta mi auto, pero ella tenía que acompañarme en caso de que tuviéramos que autorizar alguna intervención.







Protegiendo a Charly Where stories live. Discover now