13.

8.5K 701 30
                                    

No había logrado dormir mucho la noche anterior. Cada vez que lo intentaba, podía ver a mi padre cerca, llamándome, recriminándome el haberlo apuñalado.
Esto era una tortura, pero al menos cuando observaba a Maite, ella se encontraba descansando tranquila. 

Mi madre había pedido el día para quedarse haciéndole compañía a mi hermana, por lo que al no poder dormir, me había levantado una hora antes y quince minutos después estaba saliendo de la casa.
Caminé todo el camino, cruzándome con muy pocas personas dirigiéndose a sus trabajos.  Algo muy diferente con mi hora habitual de salida.

El café está vacío también, por lo que no tarde nada en conseguir nuestra orden habitual y una vez con ellos en mis manos, continúe hacia el edificio.
Al atravesar la puerta principal, algunas recepcionistas ya estaban allí y sonrieron como un saludo. Elegí no detenerme y tras montarme en el ascensor observé el teléfono, viendo que aún faltaban treinta minutos para que todo el mundo llegara.

Mi jefe aún no se encontraba aquí, por lo que luego de dejar mi bolso en mi escritorio, caminé hacia el suyo, depositando el café y un par de donas que también había conseguido.
Tratando de ocupar el tiempo libre, ordené unos papeles que estaban desparramados allí y al ver qué aún tenía tiempo, tomé mi propio café y me acerque a la ventana.

Desde aquí todos se veían pequeños, incluso mis problemas se veían así. Me sentía como en una torre, protegida de todo el mal que me amenazaba afuera.
¿ Qué si mi padre veía la fotografía? Aún así no había manera de que nos encontrará. Y si lo llegará a hacer, este no era nuestro viejo vecindario, aquí los vecinos si parecían preocuparse por los demás. Incluso la señora Martínez se había acercado varias veces a visitarnos y a pasar tiempo con nosotras cuando nos veía solas.

No, aquí él no podría salirse con la suya.
Pero si sabía que era así, ¿Por qué seguía sintiéndome tan asustada?

Cansada de mirar a la gente correr de un lado a otro, volteé para dirigirme a mi escritorio, descubriendo que ya no estaba sola en la oficina.
No había escuchado el sonido del ascensor, tal vez estaba demasiado pérdida en mis pensamientos, pero apoyado sobre una de las paredes se encontraba Román observándome.

—Buenos días Charlotte.

—Buenos días señor Ribas.

—¿Te encuentras bien? — preguntó con verdadera preocupación.

Notar que alguien además de mi familia y la doctora Magaldi se preocupaba por mí, pareció romper algo en mi interior.
No me sentía lista para contarle todo el equipaje que cargaba en mis espaldas, pero si me sentía con ganas de compartir algo.

—No. — negué y bajé la mirada un poco avergonzada de sentirme vulnerable. — Estoy todo menos bien.

—¿Es por tu hermana?

—No, ella ya se encuentra mejor. —Lo cual era una preocupación menos. — Pero lo que sucedió me hizo recordar el pasado. Me hizo darme cuenta de que no estamos seguras en ningún lado y que no podemos escapar por siempre. Por triste que sea,  los fantasmas siempre vuelven.

No importaba que tan pequeño fuera un error, las consecuencias podrían ser enormes.

—¿De qué huyes Charlotte?

—De todo.

Y era la verdad. Había dejado todo en mi vida atrás y ahora vivía mirando sobre mi hombro, con el miedo de encontrar al monstruo de mis pesadillas.
No me aferraba a nada, por miedo a tener que renunciar y priorizar el bienestar de mi familia.

—No me lo dirás, ¿Verdad? — negué y él suspiró. —Me estás volviendo loco de preocupación. ¿Entiendes que todo lo que imaginó es horrible?

—No tienes que preocuparte, son mis problemas y debo aprender a lidiar con ellos.

Parecía querer decir algo más, pero no hacía falta, con lo que había escuchado era suficiente, era todo lo que le diaria.

—Tu café aún está caliente, pero si quieres puedo ir a buscar uno nuevo.

—Déjalo así, está bien. — él dio un sorbo al café, observándome por encima de la taza. —Charlotte, puede que no tenga que preocuparme, pero es imposible no hacerlo.

Sin saber que decir, me alejé de él y me senté en mi lugar, frente a la computadora.  Pero no pude continuar allí por mucho tiempo, tenía una bomba en mi garganta a punto de explotar.
Me puse de pie y estaba a punto de escapar hacia el baño, pero solo alcance a dar dos pasos antes de que Román tirara de mí hacía sus brazos.

—Tranquila, estará bien, todo va a estar bien. — Paso su mano por debajo de mis ojos, secando la humedad allí.

No era mi intención llorar sobre mi jefe, pero ahora que la represa se había abierto, parecía no poder controlarlo.
No podía llorar en casa, no sin preocupar a mi madre y a mi hermana, pero tampoco podía resistirlo por más tiempo. Sería vulnerable hoy, soltaría todo y luego todo estaría bien.

—No lo estará, nada estará bien. —sus brazos se aferraron con fuerza a mi alrededor. —Solo quiero poder vivir tranquila, sin miedo. ¿Acaso es mucho pedir?

—No lo es, tienes derecho a vivir sin miedo.

—Pero no puedo hacerlo. —no mientras él esté tras nosotras.

—Déjame cuidarte.

Giré mi rostro hacía él y se encontraba tan cerca. Solo debía acercarme un poco más y lo besaría, me perdería en sus labios, olvidándome de todo.
¿Sería capaz de hacerme olvidar todo? ¿Encontraría en sus labios una anestesia para mis miedos? No tenía idea, pero quería tanto probarlo.

Solo sería un beso, solo eso. Lo necesitaba y luego lidiaría con las consecuencias.
Armándome de valor, terminé con la distancia entre nosotros y uní nuestros labios. Al principio pareció sorprenderse, pero rápido su mano se aferró a la parte trasera de mi cuello, manteniéndome allí, mientras intensificaba el beso.

Sus labios eran suaves, pero exigentes, hambrientos y los míos, para mi sorpresa, no parecían tener suficiente de él.
Sentía atracción por Román, pero no imaginé que tanta, no pensé que provocaría esto en mí.

Pero entonces recordé algo. Estaba besando a mi jefe y podría meterme en problemas. Podría perder mi trabajo y hacer que mi madre perdiera el suyo.
Me alejé, con mi respiración entrecortada y lo observé con terror.

—Lo siento, yo no debí, yo no sé en qué estaba pensando, yo, yo…—Mi voz temblaba y no sabía a dónde mirar.

—Charlotte, respira.

—Acabo de besarte. Te besé. ¡Besé a mi jefe!

—¿Te arrepientes de haberlo hecho?

—¡No! —No podía mentirle, había disfrutado el beso. —No me arrepiento, pero no está bien y no volverá a pasar.

—Si pasará. —dijo restándole importancia.

—No lo hará. —Negué y corrí hacia el ascensor.

Creí que me detendría, pero está vez no lo hizo, me dejó escapar porque sabía que cuando me calmara, debería volver.







Protegiendo a Charly Where stories live. Discover now