Capítulo 8

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las plegarias que no
alcanzan a las armas

     —Héroe de Hyrule, el elegido por la espada destructora del Mal

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     —Héroe de Hyrule, el elegido por la espada destructora del Mal... —dijo Zelda mientras mantenía su mano alzada en mi dirección. Estaba rezando por mí, más bien por mi espada. Obviamente no nos tenía en demasiada estima ni a mí ni a Eryna. La rodilla había comenzado a dolerme de tenerla clavada en el suelo y la cabeza también me daba vueltas de escuchar al resto de elegidos murmurar—. Has demostrado que posees valor, y que sabes manejar la espada. Y por ello mereces recibir la bendición de la Diosa Hylia. Aunque surques los cielos, viajes por el tiempo o te asole el Crepúsculo, la espada siempre estará unida al alma del héroe. Rezamos para que tus fuerzas no flaqueen, y tampoco las de la espada.

     Volvió a empezar su rezo, lo haría tres veces conmigo y otras tres con Eryna, por suerte, a mí solo me quedaba una.

     —Por todos los pedruscos... —escuché a Daruk—. Esta ceremonia parece un funeral.

     —¿Ahora vienes con esas, Daruk? —Era Revali. —Con las ganas que tenías de asistir a esta ceremonia, ¿y ahora te pones pesimista? Yo no entiendo de ceremonias, pero está claro que la princesa no le tiene mucho aprecio al chico. Sin ofender, Eryna, pero yo tampoco.

     —¿Y qué hacemos? —preguntó Urbosa—. Mientras ellos dos estén cerca... la princesa no podrá evitar sentirse inferior.

     —¿Por qué debería ella sentirse inferior? Es la princesa de Hyrule, no tiene sentido —murmuró Eryna, se le notaba preocupada.

     —Por las armas que portáis... El arco de Luz y la espada destructora del Mal, habéis conseguido alcanzar vuestro poder. Sin embargo, la princesa... —respondió Mipha.

     —Parece que te toca —le dijo Revali, ella asintió.

     Me levanté. Tenía la pierna derecha entumecida. Eryna se arrodilló, juntando sus manos, frente a la princesa, que apuntó su mano hacia ella.

     —Sacerdotisa de Hyrule, la elegida por el arco de Luz y el poder de las Sombras. —Zelda comenzó su monótona plegaria con diferentes títulos. —Has demostrado que posees fuerza, y que sabes manejar el arco. Y por ello mereces recibir la bendición de la Diosa Hylia. Aunque atravieses lugares desolados, viajes por el tiempo o te asole la Medianoche, el arco siempre estará unido al alma de la sacerdotisa. Rezamos para que tus fuerzas no flaqueen, y tampoco las del arco.

     —Pensé que lograría llevarse mejor con la chica, pero veo que no —murmuró Daruk, yo no aparté la vista de Eryna.

     —Solo llevan siendo sus guardaespaldas medio día, dales un respiro —dijo Urbosa.

     —La princesa es muy amable y cordial, diría que solo necesita acostumbrarse a la presencia de sus nuevos guardaespaldas. —Mipha dejó escapar una sutil carcajada al acabar.

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