Capítulo 5

30 5 0
                                    

los niños que jugaban
con espadas

     —¡Thoron! —gritó Eryna mientras una serie de rayos se descargaban en los maniquíes

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

     —¡Thoron! —gritó Eryna mientras una serie de rayos se descargaban en los maniquíes. Había conseguido ser una gran guerrera en el lapso de estos dos años—. ¡Ragnarok! —El suelo comenzó a levantarse y de él se alzó una gran roca en el aire. Los soldados a mi alrededor dejaron escapar algunas exclamaciones de sorpresa.

     Dejó que la roca cayese en el suelo de nuevo y sacudió sus manos contra sus pantalones para deshacerse del polvo. Su padre asintió y pasó al siguiente alumno, y después a otro y, finalmente, me tocó a mí. Empuñé la Espada Destructora del Mal y apunté al maniquí del medio, rebané el saco que tenía por cabeza e hice lo mismo con los otros dos.

     Una vez acabamos nuestro entrenamiento, Iomhar, nos llamó a Eryna y a mí. Por lo visto tenía algo importante que decirnos. Miré a la chica, que se encogió de hombros, tenía la misma idea sobre lo que pasaba que yo: ninguna.

     —Algo ha sucedido —habló nuestro instructor—. Vuestra graduación se debe adelantar un año por un asunto importante. Habéis conseguido graduaros con honores, por lo que sois aptos para proteger a la Princesa. Cumplid con vuestra labor con propiedad y servid al reino de Hyrule con honradez. Link, Eryna, debéis abandonar la academia y poneros en marcha hacia el Castillo Real ya mismo. Se os recibirá para la ceremonia, es importante que os encaminéis ya al lugar, no hay tiempo que perder.

     —Entendemos, muchas gracias por entrenarnos —dijo Eryna mientras hacía una reverencia, pero era obvio que no le estaba demasiado agradecida. Asentí y ambos nos retiramos del lugar, cada uno a nuestra habitación.

     Me pareció curioso, más bien extraño, que su padre no le profiriera ninguna palabra de despedida más. Aunque su hija estaba a punto de arriesgar su vida en favor de la Princesa y aquella podía ser la última vez que se vieran, parecía que no le importaba en absoluto.

     Entré en la habitación y recogí mi ropa en una bolsa. También agarré un par de fotos y el tarro donde guardaba las flores de Eryna. Una especie de morriña me invadió. Había pasado tanto tiempo en aquel lugar que se me hacía difícil pensar que no volvería a él como estudiante. Las imágenes de todos los paseos nocturnos con Eryna me golpearon una tras otra. Echaría de menos los jardines donde conversábamos hasta quedarnos medio dormidos.

     Por suerte, la propia Eryna alejó esos pensamientos cuando golpeó la puerta de mi habitación. Salí de la estancia y ambos comenzamos a caminar. Ella llevaba dos bolsas en sus manos, intenté que me diera una para que no tuviese que cargar con tanto peso, pero ella se negó.

     —Ya tengo quince años, Link, puedo cuidarme yo sola. —Sonrió.

     —Está bien.

     Salimos de la academia, pero como era de noche, decidimos dormir en un bosque para llegar por la mañana al castillo. Eryna hizo un fuego y yo cociné un poco de arroz para cenar. Nos sentamos alrededor de la hoguera para comer.

     —Se te da increíblemente bien cocinar —me dijo.

     —Me alegro de que te guste.

     —Link —murmuró, poniendo el plato en el suelo—, ¿qué crees que ha pasado como para que nos graduemos un año antes?

     —No tengo ni idea, pero no pinta demasiado bien. Supongo que nos dirán qué pasa una vez estemos en el castillo.

     —Sí, eso espero. —Continuó comiendo y yo hice lo mismo. La noté preocupada, hacía bastante que no la veía así.

     Acabamos de comer y nos tumbamos en la hierba con nuestras mochilas de almohadas. Estábamos separados por aproximadamente un metro. Intenté dormirme, pero ella no paraba de dar vueltas. En un principio no quise decir nada para no incomodarla, pero, a medida que pasaban los minutos, comencé a desesperarme. Me levanté y di un par de pasos hasta donde estaba ella. Le di un par de golpecitos con mi dedo índice en su espalda.

     —¿Pasa algo? —preguntó preocupada.

     —¿Podrías dejar de dar vueltas? No puedo dormir...

     —¡Oh! ¡Claro! Lo siento.

     Volví a mi sitio y, por fin, pude quedarme dormido.

     Volví a mi sitio y, por fin, pude quedarme dormido

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
breath of the wild | linkWhere stories live. Discover now