Capítulo II

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Sistema Épsilon Indi.

Superficie de Harvest.

Ciudad de New Utgard.

17 de diciembre de 2565.

02:00 A.M.

Cuando era niña, mi padre y yo teníamos una relación un tanto complicada. Verás, provengo de una familia con un extenso linaje militar, todos grandes soldados sumamente condecorados que grabaron su historia con paginas doradas dentro de la historia del UNSC.

Mi padre siendo el mas grande de todos ellos, siempre sintió cierto desprecio hacia la idea de pasar demasiado tiempo lejos del frente. Quizás por eso, durante años rechazó cualquier posibilidad de ascenso dentro de las filas de la UNSC. Sin embargo, con el final de la guerra, algo cambió. Más precisamente, yo fui lo que cambió para él. Supongo que decidió que, ahora que la guerra había terminado, podía darse el lujo de aceptar aquel ascenso que sus superiores dentro del UNICOM habían ansiado darle durante tanto tiempo.

Contrario a lo que se pensaría, personalmente no crecí admirando a mi padre, ya que, sin importar cuánto me esforzaba, me era difícil ver en él aquel héroe de guerra del que tanto mi madre me había hablado. Él simplemente no parecía encajar en aquella descripción. Por más que lo intentara, me era imposible ver en aquel hombre afable y alegre, que parecía mirar a todo el mundo con una mirada cansada, la imagen de un feroz guerrero.

Mi padre siempre fue bastante reservado con respecto al tiempo que estuvo sirviendo en el Cuerpo de Marines. Él simplemente parecía querer olvidar aquellos días. Te imaginarás mi sorpresa la primera vez que escuché el apodo que mi padre se había ganado entre las filas de la UNSC, "el demonio del frío", y "el héroe de Concord", fueron algunos de los términos con los que muchos de los oficiales que conocí en nuestros viajes utilizaban para referirse a él.

Con el tiempo, comencé a idolatrarlo. Realicé mi investigación y basé mi proyecto de grado en la figura de mi padre. Él era mi mayor orgullo y esperaba que algún día pudiera decir lo mismo de mí. Personalmente, nunca había visto a mi padre tan molesto como el día en el que me alisté en los marines.

Pero ¿por qué? Todo lo que quería era hacerlo sentir orgulloso, quería estar a la altura del legado que me había dejado. Simplemente, deseaba dejar el apellido de los Stadtfeld en lo más alto.

Ese día, me hice una promesa a mí misma: que formaría mi propio legado. No deseaba depender del apellido de mi padre para escalar rangos. Todos pronto conocerían el nombre "Anne Stadtfeld", y así finalmente obligaría a ese maldito anciano a reconocerme... Así era como pensaba en aquel entonces.

¡Qué ingenua fui!

Desearía haber comprendido tus palabras en aquel entonces, papá. Ahora entiendo que solo querías alejarme de este maldito infierno que incluso ahora atormentaba tu mente. Y aun entonces, te esforzabas siempre por sonreírme. A mí, tu tonta y egoísta niña de papi. Al final del día, solo deseabas permitirme disfrutar de aquello a lo que nunca tuviste elección.

Deseabas darme la oportunidad de vivir una vida normal.

Ese fue tu regalo, y yo... Yo simplemente lo desaproveché.

Papá, donde sea que te encuentres, espero que sepas perdonar a tu pequeño rayo de luz.

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16 de diciembre de 2565 

''¿Qué?'' Abrí los ojos sobresaltada.

El tranquilo camarote que se había convertido en mi refugio durante los últimos meses se encontraba atiborrado de gritos a medida que mis compañeros se levantaban uno por uno, todos con diferentes grados de pánico y confusión.

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