Por favor, déjame explicarte

4 1 0
                                    

Bryn 

Dos días pasan donde no voy a las clases con Sveein, y después de mucho pensarlo, sé que no soportaré estar alrededor de él sin hacer una escena, echarme a llorar o besarlo.

Redacto mi renuncia, y le escribo un mensaje a la señora Anna, que pregunta el por qué, si es que algo no me ha gustado, sí claro, que su hijo tenga novia. Le respondo que son motivos personales lo que me obliga a dejar el trabajo.

Me atenderá mañana temprano y lo agradezco.

Sola, en casa, escucho que tocan la puerta y doy un respingo. Abro sin revisar quién es... Sveein, debí imaginarlo.

—¿No me invitarás a pasar? —tiene los ojos brillantes.

—No. Vete —el orgullo habla por mí.

—Por favor, déjame explicarte.

—No hay nada que explicar, vete Sveein. Es suficiente —con cada palabra el peso en mi pecho se hace insoportable.

—Te quiero, Bryn, por favor —¿no es suficiente con romperme el corazón?

—Vete —repito, y esta vez baja la vista. Se rindió.

—Lo siento —da la vuelta, y lo veo irse; aunque se lo pedí, me siento decepcionada, ¿por qué? ¿Qué podría esperar de él si tiene novia y me busca, y me dice que me quiere?

Los sollozos se escapan de mi garganta, paso la noche hecha una bola de llanto, dormito por momentos, las pesadillas me acompañan, hasta que al final me duermo sin sentir nada.

Un nuevo día comienza, y anhelo despertar de esta pesadilla, hoy todo duele más, pesa más. Me preparo para hablar con la señora Anna sin deshacerme en el proceso. Me siento extraña estando aquí. Toco el timbre.

—Buenos días, María —la saludo al abrir la puerta.

—Señorita Bryn, ¿cómo estás?

—Lo mejor que puedo, María.

—¿Pasó algo con Sveein?

—Sí, pero ya pasó. Hoy renunciaré —me siento en confianza con ella.

—¿Estás segura? —Asiento—. ¿Recuerdas lo que te dije los primeros días? —asiento de nuevo—, le haces bien a Sveein —con esa última frase llegamos a la oficina de la señora Anna—. Solo espero que no te equivoques, mi niña.

También lo espero.

Toco la puerta y ella me deja pasar, por suerte se encuentra sola.

—Buenos días, Bryndís.

—Buenos días, señora Anna. Me apena estar aquí —me adelanto a decir mientras me señala la silla frente a su escritorio al tiempo que se sienta en la suya.

—No tienes que sentir pena, Bryndís. Tu estancia aquí hizo que mi hijo fuese feliz, estoy segura; pero no entiendo tus motivos para irte si todo iba bien.

—Mis motivos... —titubeando busco las palabras y aspiro para que mi voz no salga estrangulada como siento mi corazón. Me obligo a no llorar, pero una lágrima traicionera resbala en mi mejilla. Ni siquiera me doy cuenta cuando la señora Anna me toma las manos, y las aprieta con suavidad como hizo cuando estábamos en la ambulancia.

—Eres tan buena... Le haces tanto bien a Sveein —reconoce y se hace eco de María—. Él ha tenido días difíciles y desde que llegaste aquí se ha transformado totalmente. Es más cariñoso, atento, incluso amable... —Hago todo lo que puedo para no sollozar, no es lo que necesito—, era un niño tan malcriado, contigo ha aprendido mucho más que solo asignaturas.

—Señora Anna...

—Y al salir del hospital se veía tan feliz, no parecía que hubiese estado en ese lugar. No me quiso contar, pero supe que canceló un tratamiento en el hospital, jamás lo había visto ser tan generoso, y eso me deja como una mala mamá, pero... —dejo de oír, en mis oídos solo escucho el retumbar de mi corazón, ¿un tratamiento? Enseguida viene a mi mente Tinn y el correo que recibí hace días y no revisé.

—No, no es posible... —no, no debe ser el tratamiento de Tinn. Me enfoco de nuevo en el momento y la señora Anna ha dejado de hablar.

—No quieres a Sveein, ¿es eso...? —su pregunta me deja fuera de combate.

Todo lo que deseesWhere stories live. Discover now