Se te cayó

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Bryn

Es mi primera cita con un chico que conocí en el instituto, mi labio inferior no ha parado de temblar en todo el rato que llevo esperando el taxi y no solo por el clima, he perdido la práctica en esto de las citas. Cuando al fin llega mi taxi, el estómago es un nido de abejas asesinas pinchándome en toda el área abdominal, necesito controlarme, es solo una cita. Respiro hondo y me envalentono. ¡Vamos Bryn, tú puedes!

Entro al restaurante y no veo a mi cita, miro el reloj en mi muñeca y todavía faltan diez minutos para la hora acordada. ¡Perfecto!

—Señorita, ¿necesita algo más? —El mesero se acerca por enésima vez en las tres horas que llevo aquí. Comienzo por pensar que mi cita me dejó plantada, solo es un leve presentimiento.

—¿Quieres sentarte conmigo? —le propongo, poniendo mi mejor cara de decepción, incluyendo las manos debajo del mentón.

—Con gusto lo haría, nena, pero estoy en horas del trabajo —me contesta el muchacho con amabilidad.

—Solo dame la cuenta.

—No te preocupes, yo pago el café —me guiña y se va.

Enseguida me levanto y noto que ya casi no hay nadie en el restaurante, son pasadas las diez de la noche. Salgo y me recibe el viento helado, en consonancia con mis sentimientos, ¿cómo se supone que una se sienta luego de que te dejen plantada en tu primera cita?

Me dejo caer en un banco cerca del restaurante para revisar mis mensajes.

Lo siento, Bryn. No podré llegar. Perdón. Lo compensaré.

Ese era Adam, mi cita. Já. ¿Compensarlo? No sabrás de mí nunca más. No entiendo cómo los chicos luego de esforzarse en obtener una cita, o se comportan como idiotas o no se presentan, no sé cuál es peor.

Reflexionando una respuesta coherente, madura y que no se note lo molesta que estoy, no me doy cuenta de que tengo compañía hasta que habla.

—No contestes —pronuncia de forma autoritaria, una voz un tanto aterciopelada sin dejar de ser varonil, haciéndome pegar un chillido por el susto.

Es un chico como de mi edad, ojos verdes claros, y es lo único que distingo en medio de la noche entre el gorro y bufanda negra que lleva puesta. En realidad, todo él está vestido de negro.

—¿Qué...? —mi tono de voz sale casi estrangulado, sí, me tomó por sorpresa.

—Llevas tres horas esperándolo. No merece ni una respuesta de tu parte.

—¿Cómo... cómo sabes que llevo tres horas esperando? —Mi cuerpo se pone en alerta, quiere salir corriendo.

—Cálmate, solo llevo aquí la misma cantidad de tiempo que tú ahí adentro —lo miro recelosa, aun sin contestarle a Adam—. No le respondas —asiente, y su voz parece hipnotizarme.

—Está bien, tienes razón.

—Siempre la tengo, bonita —arrogante, a pesar de estar sonriéndome, esa sonrisa no llega a sus ojos. Pasan varios minutos donde solo se escucha el viento, un silencio cómodo.

—Se te cayó —le digo cuando se levanta del banco que compartimos hace un segundo.

—¿Qué...? —Ahora es su turno de responder, mirando al suelo.

—El ego —y por fin sonríe y su sonrisa me hace sonreír también. Por un momento siento que el hecho de que Adam me haya dejado plantada tal vez valió la pena.

—Soy Bryn.

—Sveein.

Y se va corriendo, dejándome sola con su nombre resonando en mi cabeza.

Todo lo que deseesWo Geschichten leben. Entdecke jetzt