No, no te vayas

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Dormir se hizo casi imposible, todo lo acontecido en estos días volvía a mí en forma de pesadilla, una y otra vez. El cansancio me ganó y cuando tuve consciencia, mamá me removía para despertarme.

—Bebé, despierta.

—¿Podrías dejarme dormir?

—¡Qué maravilloso buenos días! Vamos, Sveein, no me hagas enfadar. Te dije que estuvieras listo temprano —mamá no se enfada fácilmente. Abro los ojos.

—No lo prometí.

—No comiences, cariño. Vamos, levántate. La chica debe estar por llegar —y al decir eso, resuena en toda la casa el timbre—. ¿Ves? Apúrate. Voy a recibirla. Te esperamos en la oficina.

Con la poca voluntad que me quedó de ayer me preparo para ir a conocer a la chica que será mi profesora.

Toco la puerta de la oficina de mamá, tomo aire expandiendo mis pulmones por completo y escucho un «pasa», del otro lado.

La chica en cuestión está de espaldas, al entrar se vuelve y me quedo de piedra. Ella me devuelve la mirada, creo su sorpresa se refleja en la mía. No sé cuánto tiempo nos mantuvimos la mirada, pero mamá carraspea sacándonos de la burbuja de conmoción.

—¿Qué hace ella aquí? —pregunto viendo a los ojos a mamá sin un poco de cortesía. Lo que me faltaba, justo ella.

—Sabes, estoy aquí. No hagas como que no —me mira desafiante enarcando una ceja, ¡demonios!— y seré tu tutora.

—¿Se conocen? —pregunta mamá como si no fuese obvio. Ruedo los ojos, y salgo dando un portazo.

Se siente tan bien drenar la rabia. ¿Qué me pasa? ¿Por qué me molesta que ella esté aquí? ¿Por qué creí que Bryn era la oportunidad para no morir? Que me querría por quién soy. Maldito idiota.

Salgo al patio, y me siento en el columpio. Necesito calmarme o sino terminaré como la vez anterior, con los nudillos rotos. Cierro los ojos, y escucho cómo se abre la puerta que da al jardín, y las cadenas del columpio contiguo crujen.

—Mamá, por favor...

—No soy tu mamá... —¿Por qué su voz me paraliza? La miro, pero no me mira a mí. Su vista está en el césped—. Si quieres que me vaya, lo haré —se escucha ¿resignada?

—No, no...

—No necesito tu lástima —¿Lástima? Se levanta, y detengo su huida agarrándola del brazo.

—Espera, Bryn. Por favor —me levanto sin soltarla y la miro desde arriba, sus ojos reflejan dolor. ¿Por qué dolor? Mira mi mano en su brazo y junta sus cejas.

—Suéltame —dice bajito, pero no hace ni un movimiento para zafarse. La determinación y altivez que vi hace un momento se ha ido—, me voy.

—No, no te vayas —pido, pero la dejo elegir soltándola—. ¿Por qué dices que te tengo lástima?

—¿La señora Anna no te dijo?

—No. ¿Qué sucede? —Juntar sus cejas se está volviendo costumbre y no me gusta.

—Pues... entre otras cosas más urgentes, necesito el dinero —ahora soy yo quien frunce el ceño.

—El trabajo es tuyo. Discúlpame por cómo reaccioné hace rato.

—No te voy a disculpar, tendrás que redimirte. Me voy...

—Pero...

—Dile a la señora Anna que regreso mañana a la misma hora con el programa de las clases.

—Está bien. Gracias Bryn.

—De nada —me guiña y se va, y como costumbre suya, dejándome sin sentido.


Todo lo que deseesWhere stories live. Discover now