Capítulo 3

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Fluke se despertó en la cama de Ohm. Estaba tapado y la luz de la lámpara de la mesilla iluminaba suavemente la habitación.

— ¿Cómo te encuentras? — preguntó él sentado en un sillón al lado de la cama.

Fluke volvió la cabeza y le miró.

— Estoy bien... creo.

— Te has desmayado — dijo Ohm innecesariamente.

— Sí.

— ¿Te ha ocurrido alguna vez más?

— Un par de veces — respondió Fluke. — Hace un par de semanas me dio gripe y todavía no me he recuperado del todo.

— ¿Cuándo ha sido la última vez que has comido?

— No me acuerdo... creo que anoche.

Ohm lanzó una maldición y se puso en pie.

— ¿Cuánto tiempo llevas así? —preguntó él.

— No te preocupes por mí. Al fin y al cabo, me odias, ¿no? ¿Qué puede importarte que coma o no?

— Me preocupa, como le preocuparía a cualquiera, que la persona con la que estoy hablando se desmaye durante la conversación — respondió él. — Como poco, es desconcertante.

— En ese caso, sería mejor que no hablaras con tanta agresividad — le espetó Fluke.

Ohm frunció el ceño. — ¿Es así como te comportas cuando tienes una conversación desagradable? Cuando las cosas no van como a ti te gusta, te desmayas, ¿eh?

Fluke se sentó lentamente en la cama y le miró con cólera.

— ¡No lo he hecho a propósito! Ya te he dicho que he estado enfermo. Llevo un tiempo sin sentirme bien.

Se hizo un tenso silencio.

— ¿Estás embarazado? — preguntó Ohm.

Fluke le miró horrorizado.

— ¿Qué clase de pregunta es ésa? Naturalmente que no estoy embarazado.

— Me ha parecido una pregunta razonable. Eres muy joven y sexualmente activo es apenas natural.

— Yo no soy sexualmente activo. No he tenido relaciones sexuales desde... — Fluke se interrumpió y se mordió los labios. — Desde aquella noche.

La expresión de Ohm mostró incredulidad.

— Fluke, eres una persona que exuda sexualidad y se te nota.

Fluke se humedeció los labios con la lengua mientras la oscura mirada de Ohm le recorría el cuerpo. Se endureció y se le contrajo el estómago.

— Sí, Fluke, eres muy sensual — continuó él.
— Hay pocos hombres que puedan resistirse a lo que tú les puedes ofrecer.

— Yo no ofrezco nada.

Ohm sonrió irónicamente.

— Te apuesto lo que quieras a que si me acostara en esa cama contigo, te tendría debajo y dando gritos de placer en cuestión de minutos. No puedes evitarlo. Has nacido para el placer, querido. Estoy endureciendo sólo de pensarlo.

Fluke no pudo evitar dirigir la mirada a la pelvis de Ohm. Un temblor de deseo le sacudió el cuerpo. Ohm se acercó y se sentó en el borde de la cama, a su lado, y, agarrándole una mano, se la colocó encima de su miembro.

— ¿Te das cuenta de lo que me haces, Fluke?

Sí, se daba cuenta y le aterrorizaba. Deseaba tocarlo y la barrera de su ropa era un tormento. Quería poder saborearle y sentir su éxtasis.

Esposo culpable Where stories live. Discover now