Sándwiches

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12.

Henry se fue a la cama. Su habitación tenía peluches, juguetes y un televisor de pantalla plana. No lo usaba prácticamente pero era bonito saber que lo tenía.

Encendió su luz de noche, era una lámpara de luna, que al prender proyectaba estrellas en toda la habitación. No le molestaba la oscuridad pero, tener esa lámpara  era una cosa bonita, casi mejor que la lámpara de lava… después de todo, fue la lámpara la que lo metió  en todo ese dilema. 

Se tocó el cachete con la palma de la mano. Le dolía un poco. Ya se había pasado el efecto de la anestesia. Pero se sentía intranquilo. Estaba satisfecho con lo que le había hecho a Tyler, al día siguiente lo vería, no dudaba que vendría a jugar, tenía que hacerlo. La idea de que ese revoltoso ricachón tenga su merecido era un bálsamo para su alma pero… comprendió una cosa. No veía a Tyler como un niño, lo veía  como un igual. Por eso lo despreciaba, se sentía  a su nivel. Ya no podía  fingir que era un adulto del todo en el cuerpo equivocado. La rapidez con la que se resignó a su nueva vida era ridícula.

<<Tal vez nunca llegué  a ser adulto en verdad, no en mi mente. Esto de que lo cuiden a uno es muy cómodo>>

Abrazó  a su nuevo Bowser de 60 centímetros. Ya se estaba acostumbrando. ¿y qué si Jerry no recordaba los buenos tiempos? Seguían siendo amigos, y por lo que se ve, esta infancia estaba mucho mejor acomodada que la anterior.

Empero, una cosa lo inquietaba. Se le olvidaba algo, algo importante pero… ¿qué?

De pronto sintió todo su cuerpo paralizado. Por la puerta se asomó una figura diminuta, era el ratón rojo… el genio había regresado por su comida. Henry quería gritar, preguntarle qué iba a comer, sabiendo que no podía negarse una vez cumplidos los deseos… pero tenía miedo. Mucho miedo, porque estaba a punto de descubrir de qué se alimentaba su Jinn.

El ratón trepó hasta la cama… y sin miramientos, le mordió la pierna. 

Henry sintió dolor, pero no pudo moverse. Estaba bandido en silencio, no podía hacer nada para reaccionar. El genio se estaba alimentando de su sangre;  cada mordisco, cada lamida eran perfectamente distinguibles.

El pequeño rato, lamió cada gota que salía de Henry, y cuando se acababa y cuando la herida cortaba el flujo. El ratón hacia otra junto a la anterior. Así estuvo comiendo hasta que amaneció.

 Henry, quien se levantó muy pálido, asustado y empapado en sudor, se agarró la pierna ni bien pudo moverse.

Vio de pronto como las heridas cerraban sin dejar huella. Miró entonces al ratón.

"De mí… te alimentas de mí…"

"La sangre es revitalizante, Amo. Pero tu cuerpo enfermo no me aporta tanto como crees. Si quieres más deseos, necesitaré alimentarme de otra fuente… tu decidirás cual"

El ratón se marchó, Henry lo vio más grande, más robusto y más groseramente irreal que antes.

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Ese día se sintió más cansado de lo normal. No sabía cuánto había bebido el genio pero debía de ser algo considerable. Se preguntó si los deseos que pidió eran pequeños o grandes. Por un lado, uno que otro era inofensivo, pero afectaron fuertemente a su adversario. Es posible que hayan sido más costosos de lo que pensó que serían. Además, estaba el tema de la sangre… él no era suficiente ¿pero de dónde podía conseguir sangre para alimentar al genio en dado caso que necesitara una gran oleada de deseos. ¿Cuántas necesitaría para volver las cosas a como eran antes?

Más importante ¿aún quería volver a lo de antes? Simplemente, antes su vida estaba arruinada, pero ahora tenía una segunda oportunidad para hacerlo todo bien.

El Genio Malvado Where stories live. Discover now