Baako III

22 12 12
                                    

Clarissa entró en su cuarto, se acostó en la cama y apagó la vela. Estaba empezando a adormecerse cuando oyó un ruido. Se incorporó sobresaltada y una sombra apareció en la oscuridad. A punto estuvo de gritar, pero enseguida se dio cuenta de que se trataba de Baako.

―¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado? ―Le preguntó susurrando Clarissa.

Baako se acercó y ella temblorosa le cogió la mano.

―Lo siento... ―le dijo Clarissa entre lágrimas.

―Sé fuerte por mí, como yo soy fuerte por ti ―le dijo Baako y besó la mano de Clarissa con dulzura.

―Me he dado cuenta de que no quiero esta vida. No quiero casarme con Richard Leenford. No quiero. No quiero...

―Pase lo que pase, jamás te abandonaré ―dijo Baako con voz firme.

Clarissa entonces le contó a Baako lo que había leído en la carta de su amiga.

―Puede que seas libre, Baako. Encuentra a otra mujer con la que ser feliz. Olvidarme es lo mejor que puedes hacer ―le dijo Clarissa.

―No. No te abandonaré pase lo que pase. Y si no quieres casarte con Richard Leenford, no lo harás.

―¿Qué quieres decir? ¿Cómo que no me casaré? No quiero que te vuelvan a hacer más daño. No hagas ninguna locura, ¿me oyes? ―le suplicó Clarissa apretando la mano de Baako con fuerza.

―Confía en mí. Los dos seremos libres. Los dos. Confía, confía en mí.

―No, Baako... por favor, prométeme que no harás nada que te ponga en peligro.

―Te prometo que haré todo lo necesario para que seamos libres. Los dos seremos libres. Esa es mi promesa.

―No...no...por favor...

―Debo irme.

―Espera.

Clarissa abrió el cajón de su mesilla y le entregó a Baako la bolsita de cuero que se le cayó cuando salió corriendo de los establos.

―¿Por qué has conservado esta flor todo este tiempo?

―Porque cuando te la regalé, se te iluminaron los ojos, y me sonreíste con ternura.

―¿Qué? Lo único que recuerdo es que tiré la flor riéndome de ti y la pisoteé. Y te hice llorar...

―Sí, eso es lo que hiciste después. Pero jamás te he odiado por ello. Cada vez que recuerdo tu carita sonriendo ilusionada por un regalo tan sencillo, siento algo aquí en mi pecho que me hace sentirme feliz. Tú me haces feliz.

Baako se aproximó a Clarissa y la besó suavemente en los labios. Después rápida y sigilosamente salió por la ventana. Clarissa se quedó dormida saboreando el suave dulzor del beso de Baako.

A partir del día siguiente, Clarissa fue recuperando las ganas de vivir y comenzó a comer bien y a dormir mejor. Aunque estaba muy preocupada, confiaba en Baako. Y así, recordando día tras día las palabras de él y la dulzura de sus labios, llegó el día de la boda.

Clarissa estaba más hermosa que nunca y cuando la vieron los invitados se quedaron admirados. Richard Leenford esperaba en el altar y cuando Jason Hooligan dejó a su hija a su lado, Richard, con una mirada lasciva le dijo:

―Estás muy hermosa.

Clarissa sintió repulsión dentro de su estómago y se preguntó si quizás Baako se había olvidado de ella.

La ceremonia comenzó y transcurrió de forma extremadamente lenta haciendo que Carissa se sintiese cada vez más angustiada. Estaba a punto de desmayarse cuando el sacerdote dijo:

―Si hay alguien que quiera detener esta boda que hable ahora o calle para siempre.

―¡Yo, yo quiero detenerla!

Todo el mundo se giró conmocionado ante la voz grave, clara y potente que acababa de gritar.

Cuando Clarissa vio a Baako, no podía creerlo. «¿Pero qué haces, insensato?» se preguntó la joven terriblemente asustada.

En ese momento Richard Leenford se desplomó y a continuación Clarissa contempló atónita como su padre y los demás invitados caían al suelo sin sentido.

Baako se acercó a ella y la abrazó con fuerza.

―¿Qué has hecho, Baako? ―le preguntó temblorosa, la joven.

―No te preocupes, solo están dormidos. Ya somos libres.

―¿Libres? ¿No te das cuenta de que en cuanto despierten irán tras nosotros? Te capturarán y entonces... ―A Clarissa se le saltaban las lágrimas.

―Eso no ocurrirá si nos damos prisa. ¡Vamos!

Baako llevó a Clarissa hasta su corcel.

―Haz que tu caballo vuele, Clarissa Hooligan.

Clarisa miró perpleja a Baako y entonces, dejando su miedo a un lado, se subió con decisión al corcel y Baako se sentó tras ella.

―¿Hacia dónde vamos?

―Hacia el bosque.

Clarissa y Baako cabalgaron sin descanso a través del frondoso bosque. Baako le contó que todos los esclavos y esclavas se habían unido para ayudarles a escapar y que los dos irían a la ciudad libre de la que le había hablado su amiga en la carta. Allí buscarían ayuda para liberar a los esclavos que servían a su padre.

Mientras tanto, Jason Hooligan y los invitados se despertaron con una imagen en la mente: el imponente Baako diciendo: «¡Yo, yo quiero detenerla!». El padre de Clarissa al ver que no estaba su hija, gritó furioso:

―¡Se la ha llevado! ¡Buscad y traed a ese maldito esclavo!

Lo que ignoraba el señor Hooligan era que jamás encontraría a Baako ni a Clarissa y que el movimiento antiesclavista muy pronto llegaría a sus tierras y liberaría todos sus esclavos y esclavas.   

RETO: Escribir un relato donde el tema sea una historia de amor que deba hacer frente a algún prejuicio (económico, social, racial...). Este reto fue propuesto por Marta Navarro en el blog El Tintero de Oro (https://concursoeltinterodeoro.blogspot.com/). Escribí la primera parte y como gustó mucho, me animé a continuar la historia. Aquí comparto la historia entera dividida en tres partes. 

IridiscenciasWhere stories live. Discover now