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CAPÍTULO OCHO DESEO PRIMORDIAL
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Eren en forma de titán comenzó a moverse y ya había cargado la gran piedra. Ahora nuestro deber era protegerlo a toda costa para que sellase la abertura del muro.
—Si puedes mantener a Eren a salvo hasta que lleguemos a la puerta, ¡los venceremos! —aclamó Armin—. ¿Estás lista, Kiara?
—¡Y tanto que sí! —respondí.
—No podemos dejar que se nos escape esta oportunidad. ¡Vamos! ¡Hay que hacer todo lo posible por mantener a Eren a salvo!
Comenzamos a correr hacia el campo de batalla, habían demasiados titanes, pero entre todos podíamos lograrlo. Pasamos los siguientes minutos matando un titán tras otro, debería haber llevado la cuenta para después echárselo en cara a Jean, pero la importancia de la situación no me lo permitió.
Eren ya casi llegaba a la puerta del muro. Estaba por sellarlo y casi podía sentir lo que pensó porque conocía su gran obsesión por la libertad, esa que tanto admiré. Todos habíamos sido libres desde el día de nuestro nacimiento. Si negaba eso, no importaba lo fuerte que sea… no importaba cuánto me asustase el mundo… no importaba cuán cruel fuera el mundo.
Mis compañeros estaban siendo vilmente devorados mientras yo corría como custodio de Eren junto a Armin y los demás. No estaba haciendo nada por salvarles la vida, me conformé con escuchar el sonido de sus cuerpos siendo triturados sin piedad en la muerte más hostil que se le pudiese desear a alguien.
¿Merecía estar en el Cuerpo de Exploración? O, más bien… ¿Merecía tan siquiera estar viva?
—¡Pelea!
Mi grito fue sofocado por el de nuestros compañeros siendo masacrados, pero bastó para que los que me acompañaban lo escuchasen y me ayudaran a darle fuerzas a Eren.
—¡Pelea, Eren!
Y con el grito de Armin, el milagro sucedió. Eren en forma de titán, soltando un gigantesco rugido, logró la inconmensurable misión de sellar la brecha del muro con la piedra y provocó un enorme estruendo.
Todos permanecemos en silencio, eso que veíamos era realmente indescriptible. El sacrificio de todos no fue en vano… Caí de rodillas en el suelo y estrujé mi corazón sobre el uniforme. Sentí cómo todo ese miedo que pasé valió toda la maldita pena.
Ese día, por primera vez, la humanidad venció a los titanes.
Disparé los anclajes de mi equipo de maniobras tridimensionales y me dirigí de forma rápida hacia Eren. Armin ya lo había sacado de su nuca y Mikasa observaba aliviada el cómo respiraba tranquilo y aparentemente dormido por el cansancio.
