Niñez y adolescencia

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A medida que la niña crecía, sus allegados disfrutaban de su alegría, gracia y soltura. Desde pequeña demostraba ser muy graciosa, talentosa e inteligente. Con el tiempo, cuando estudiaba, demostraba su agudeza al lograr las mejores calificaciones en su proyecto final de ciencia.

Una mañana, cuando ya tenía ocho años, se encontraba alegre en la clase de ciencias. Se divertía con su amiguita Rose, a quien de hecho le aburría estudiar. La maestra de aquel entonces, una joven llamada Abby, se acercó a ambas. A su lado, venía acompañada de un sonriente señor mayor con gafas baratas en el rostro.

—Quiero presentarte a alguien que desea conocerte. Es mi antiguo catedrático en ciencias históricas. Profesor Aquilino, ella es María Britania Machado, la niña de la cual le hablé.

—Hola Britania, me han dicho que eres una niña muy talentosa e inteligente —le dijo Aquilino con entusiasmo.

—Gracias, profesor —agradeció Brittany vergonzosa.

—De verdad. Abby me ha enseñado tus tareas, tienes gran agudeza para la ciencia histórica, lo demuestran tus calificaciones. Espero ver con ansias tu proyecto final.

—Ya tengo pensado qué haré. Mi amiga Rose trabajará conmigo —Abby dedicó una fugaz mirada a Rose.

—Claro, Rose es su amiga inseparable, profesor —Abby vuelve a mirar a Brittany—. Tengo mucha esperanza puesta en ti. No diré en voz alta que —Abby se acercó a Brittany— eres mi alumna más aplicada, laboriosa y perspicaz.

—Gracias, profesora —agradece Brittany.

—Estoy convencido de que tendrás un gran futuro en las ciencias. Sigue así, no dejes de estudiar nunca. Te espero en preparatoria en unos años —augura Aquilino entre sonrisas.

Brittany, tremendamente sonrojada, asiente sonriente varias veces sin despegar la mirada de la mesa.

Con el paso del tiempo, no obstante, cuando Brittany ya tenía catorce años, empezó poco a poco a perder interés por los estudios. Ignoraba tal desinterés Norman, su señor padre, el día que le compró a su hija un helado gigante para festejar con ella las buenas calificaciones de un nuevo proyecto de ciencia. Con los helados en mano, Norman y Brittany fueron hasta Discovery Green, en Downtown. Pasearon por el parque, se adentraron en el verde.

—¿Qué tal tu helado, hija? ¿Te gusta este festejo que el Señor nos provee gracias a tu gran calificación del proyecto de ciencias?

—¡Sí! El mejor festejo, papi —respondió Brittany feliz.

—Dios bendiga tu futuro, amén.

Avanzaron hasta un puente que se encontraba sobre un lago, se detuvieron en medio, iluminados por el atardecer contemplaron el agua mientras degustaban helados. Brittany miró a su padre, él devolvió la mirada, ambos sonrieron.

Todo recuerdo agradable como este quedó atrás cuando Brittany llegó a los dieciséis años. Una tarde de invierno, frente a la fachada de la preparatoria, sus compañeros de clase la empujaron suavemente hacia los brazos de un chico bien parecido, Dave Freeman, un año mayor que ella. Ella accedió algo forzada por las reglas sociales. El ósculo se consumó como combustible en llamas. Cuando despegaron los labios, los compañeros de clase lo festejaron como un gol en la hora en el estadio.

—Es mi primer beso —le habría dicho Brittany a Dave.

—¡Mentirosa, mentirosa! —gritaba Rose antes de soltar las carcajadas. Brittany y Dave ignoraron esto.

—También el mío —le confesó él— ¿Te ha gustado?

Brittany asintió tímidamente a Dave un par de veces. Ambos sonrieron, se admiraron el uno al otro. Ese mismo año Brittany besaría en más ocasiones a Dave, a solas.

Una tarde, incluso se besaron casi sin pausa durante un buen rato bajo intensa y descontrolada lluvia muy copiosa.

Con el tiempo, Dave llegó incluso a agradar a los padres de ella. La visitaba en su dormitorio pintado completamente de fucsia. Allí se besaban una mañana hasta que fueron interrumpidos por disimuladas risitas de una niñita. Dejaron de besarse. Brittany se incorporó, giró y miró a la niña.

—Hola, Dave —saludó la niñita.

Agitaba una mano rápidamente con una generosa sonrisa que revelaba la falta de un diente de leche.

—Hola, piojita —devolvió el saludo Dave con una casi risa que le provocaba la simpatía de esa pequeña.

—¡Vete a tu cuarto, Pioja, no molestes! —dijo Brittany muy ofuscada y volvió a ver a Dave.

—¡Chaucito, Dave! —se despidió la niña al tiempo que salía corriendo de la habitación fucsia.

—Ay, Dios. Perdón por mi hermanita, inoportuna como siempre. Ehm, bueno, cariño, ¿en qué estábamos?

Volvieron a besarse aún con más intensidad que antes.

¿Quién es Brittany Condon?Where stories live. Discover now