《A por las bicis ¿o no?》

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Suso y yo caminábamos de vuelta a mi casa. El llevaba las bolsas de la compra y yo al perro que ya estaba más tranquilo.

—Oye ¿sabías que han castigado a Rodri? —El chico rompió el silencio dejando caer un bombazo informativo.

—¿Y eso? —pregunté con sorpresa aunque tenía una ligera idea de por qué había sido.

—Le contó a sus padres lo de las notas —suspiró confirmando mi hipótesis —Está castigado tres semanas sin salir y tiene que estudiar todas las mañanas.

—Vaya...

—Sí... me lo contó Garriga hace un rato.

—¿Cuántas ha dejado?

—Creo que dijo siete.

—¡¿Siete?! —Estaba flipando, era la primera vez que Rodri dejaba tantas. No es que fuese tonto, pero era vago.

—Sí... lo va ha tener chungo para recuperarlas.

—Pues sí... —Chungo más bien imposible —¿Y tú qué tal?

—Nah, yo bien. El francés y el inglés se me siguen dando como el culo, pero el resto va tirando —sonrió para despues mirarame —¿Y tú?

—Como siempre —suspiré —Las matemáticas un cinco raspado pero lo otro bien.

~☆~

Llegamos a mi casa después de 15 minutos andando. Solté al perro para que fuese al jardín y entramos para dejar las bolsas.

—¡Ya he vuelto! —anuncié entrando en la cocina con Suso detrás de mi.

—¡Menos mal niña, poco más y llegas para la hora de cenar! —regañó mi madre dejando el trapo de secarse las manos junto al fregadero.

—¡Si he tardado tanto ha sido por culpa del perro! —Mi madre me miró con mala cara y después dirigió su mirada a mi acompañante.

—¡¿Jesús?! —abrió los ojos como platos y se acercó a darle un sonoro beso en la mejilla —¡Dios mío, cómo has crecido y que guapo estás!

—Muchas gracias señora Raquel —respondió este con una sonrisa.

—Madre mía, como pasa el tiempo... —comentó la mujer —¿Cómo está tu madre? Tengo que pasar un día de estos a verla...

—Está bien, igual que siempre.

—Bueno, gracias por ayudarme con las bolsas —agradecí la ayuda y el dejó las cosas en la mesa de la cocina.

—No ha sido nada —Me dedicó una sonrisa que yo correspondí —Bueno, me tengo que ir. Adiós señora Raquel.

—¡Adiós Jesús! Dale recuerdos a tu madre —gritó mientras salíamos de la cocina.

Acompañé al chico hasta la puerta de mi casa.

—Bueno.... ¿Vamos a hacer algo por la tarde? —pregunté abriendo la puerta para salir al jardín.

—Yo tenía pensado ir a buscar las bicis al río.

—Perfecto, a las cinco paso a por Garri y nos vemos allí.

—Bien.

Antes de marcharse el chico se acercó a mi y depositó un beso en mi mejilla. Acto seguido se despidió y se fue.

Entré en casa y me quedé en la puerta recalculando lo que acababa de pasar. Empezaba a pensar que si que le gustaba.

—¡Inés, no te quedes en la puerta como un pasmarote! —regañó mi padre —Ayuda a tu abuela a poner la mesa.

Salí del trance e hice caso.

~☆~

A las 4:35 me marché de casa para ir a buscar a Garriga. Llegué bastante rápido ya que vivíamos cerca. Llamé y me abrió su abuela. Cinco minutos después ya estábamos camino al río.

—¿A dónde vamos?

—Vamos a rescatar nuestras bicis del río.

Al chico se le iluminó la cara, pero en seguida se le cambió por otra de preocupación.

—¿Qué pasa? —pregunté extrañada.

—¿Y los kinkis?

Lo miré sin entender.

—Ressi, van a estar cabreadisimos ¿¡Y nosotros nos vamos a meter en su zona!? —exclamó dandose la vuelta dispuesto a marcharse a casa —Ni de coña.

—¡Garriga! ¡Garri, espérate! —agarré al chico del brazo antes de que saliese corriendo —Tranquilo ¿vale? Maza les dio su merecido, ya no nos molestarán más.

No parecía muy convencido de mis palabras, pero accedió a ir.

Cuando pasamos por la cantera nos pareció raro no ver a los kinkis por allí, pero no le dimos mayor importancia ya que íbamos hablando del último episodio de Patoaventuras.

—¡Te juro que yo no diferencio a los patos!

—¡Si es muy fácil! —reí —Juanito es el de rojo, Jaimito el de azul y Jorgito el verd...

—¿Qué pasa? —pregunto al ver que me quedaba a medio acabar la frase.

Suso estaba sentado en las escaleras de la caseta del río, estaba sin camiseta, la tenía en la cara utilizándola para taparse la nariz. Nos acercamos corriendo hacia él.

—¿¡Pero qué te ha pasado?! —preguntó Garri alarmado.

—El Siux... —respondió quitándose la camiseta de la nariz dejando ver también su labio lastimado.

—Me cago en sus muertos —Empezaba a tocarme un poco las narices todo este tema de los kinkis —Levántate, nos vamos.

—¿A dónde?

—A mi casa —dije agarrando a Suso de la mano —Tenemos que curarle las heridas.

~☆~

—Ahora silencio —avisé con seriedad.

Estábamos en la entrada trasera de mi casa. Teníamos que entrar sin ser vistos para evitarnos problemas, ir hasta el baño, cojer el botiquín e ir a mi habitación.

Abrí la puerta intentando hacer el menor ruido posible. Lo bueno es que a estas horas estarían todos durmiendo la siesta.

Subimos las escaleras sigilosamente. Les dije a los chicos que fuesen a mi habitación mientras yo iba a por el botiquín. Una vez cogido lo necesario me marché a mi cuarto.

—Bien —suspiré cerrando la puerta —Siéntate en la cama.

Suso se sentó en mi cama y yo en frente de él. Comencé a limpiarle la herida del labio con un algodón. Estaba teniendo un pequeño deja vu de la fiesta.

—No podemos tener un día tranquilo...

—Créeme, me hago la misma pregunta todos los días —concordó Garriga cotilleando en mi mesita.

—¿Entonces dónde estaría la diversión? —respondió Suso sonriendo.










































Live is life [reescribiendo]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang