《Álvaro》

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Me sonó el despertador a las 5:30. Empezaba a preguntarme por qué había aceptado salir tan temprano. Me levanté de la cama y bajé a desayunar. Intenté no hacer mucho ruido para que mi familia no se despertase.
Cuando terminé recogí todo y subí silenciosamente a mi habitación. Me vestí y me peiné. Estaba poniéndome los zapatos cuando escucho que algo golpea mi ventana, me levanto y voy hasta ella.
En cuanto la abro una piedra me da en toda la frente.

—¡Tío estas tonto! —chilló Rodri.

—¡Yo que sabía que iba ha abrir la ventana! —se defendió el de gafas.

—¡Te dije que no tirases piedras! —regañó Suso antes de girarse hacia mí —¿Estás bien, Ressi?

—Sí, estoy bien, no ha sido nada —dije con una sonrisa —Y ahora dejad de gritar, termino de calzarme y bajo.

Cierro la ventana y me termino de poner los tenis. Cojo mi mochila y un poco de dinero que me había dado mi abuelo ayer. Bajé las escaleras corriendo y cogí la bicicleta. Teníamos que ir a buscar a los gemelos.

Tras pedalear durante unos minutos llegamos.

En cuanto los vimos esperando en la puerta de su casa dejamos las bicis rápido y nos acercamos a ellos.

—¡Álvaro! —exclamé corriendo a darle un abrazo.

—¡Ressi! ¿Qué tal? ¡Cuanto tiempo! —dijo dándome palmadas en la espalda.

—Yo bien. ¿Y tú?

—Yo genial. ¿No me ves? —sonrió.

Nos separamos del abrazo y acto seguido los chicos se le tiraron encima.
Cuando se separaron cogimos las bicis y nos pusimos en marcha.

—¿Qué habéis dicho para que os dejasen venir? —preguntó Suso.

—Yo he dicho que íbamos a tu casa —respondió Rodri.

—Pues yo que íbamos a la de los gemelos —contesté dudosa.

—¡Anda! Yo que íbamos a la de Rodri —exclamó Garriga.

—Nosotros que íbamos a la de Garri —informó Álvaro.

—Esto hay que hablarlo con tiempo. ¿Qué pasa si les da por llamar a las casas? —reprendió el gemelo rubio.

—Tú tranquilo, que mi padre no coge el teléfono ni aunque la casa esté ardiendo —rió el de gafas.

Nuestra primera parada era el pueblo, teníamos que coger provisiones. Estábamos discutiendo sobre que camino coger. Suso y Álvaro decían que era más rápido ir por la zona chunga, Garriga y Rodri se negaban ya que les daba miedo, además al de rizos lo habían atacado ayer los kinkis. A Maza y a mi nos daba un poco igual por donde ir así que decidimos no meternos.

Llegamos al pueblo, dejamos las bicis en un callejón y entramos en el bar.
Estaba lleno de gente, normal eran las 8 de la mañana y los señores estaban tomando el café.

Garriga, Rodri, Maza y Álvaro se abalanzaron sobre la bollería mientras Suso y yo contábamos el dinero para pagar.

—¡Cuidadito con coger lo que no es vuestro! —advirtió la dueña del local.

—Sólo fue una vez una bolsa de gusanitos Señora María —se excusó Garri.

—Sí, sí, una vez —habló la mujer sin creérselo del todo —A ver ¿vais a jugar al futbolín?

—Hoy no podemos —informó el mayor —Tenemos plan para el San Juan, vamos de acampada al monte.

—Suso, que necesitamos una única versión —recordó Rodri —No diga nada señora María.

—Tranquilo, que no dice nada. ¿Verdad señora María? —pregunté mirando a la mujer con una sonrisa.

—En la vida muchas veces hay que ver, oír y callar. Y otras veces hay que ver, oír y hablar. Aunque muchas veces no hay que ver ni oír...

—Señora Ma... —llamó Garriga.

—Sólo callar —cortó la mujer mirando de reojo a nuestro amigo.

La señora María siempre me había caído bien, algunas veces iba a mi casa a tomar un café con mi abuela o se quedaban hablando después de misa.

—Señora María —llamó Garriga otra vez —¿Tiene Colajet, Frigopie o Dráculas?

—¿Pero tu no ves el tablón? Solo hay de lo que no está tachado.

—Pues siento decirle que tiene todo tachado Señora María —rió el de gafas.

—Sólo hay corte —informó la mujer —De 25 o de 50.

—De 50, que hoy estamos de fiesta hombre —sonrió Álvaro sacando el dinero para pagar.

Ayudamos a la señora María a quitar las cajas de encima del congelador. Nos corto los trozos de helado y nos los fue dando. Cuando le dio a Álvaro el suyo notamos que era más grande que el nuestro, pero supusimos el por qué. Ella negó haberse equivocado cuando Álvaro la avisó. Nos advirtió también que no fuésemos por la zona abandonada, y ahí empezaron a discutir otra vez. Para zanjar el tema rápidamente Álvaro le pagó las 3000 pesetas a la señora María y nos fuimos.

Paramos a comer el helado en el puente.
Álvaro nos contó como había sido estar en el hospital y Suso como llevaban en casa el coma de su padre. Me daban lástima los dos. Eran unos chicos excelentes y no se merecían eso. También me daba pena Maza, pensar que puedes perder a tu hermano en cualquier momento debe de ser horrible.

Cuando terminamos el helado nos pusimos en marcha hacia nuestra siguiente parada: Los Templarios.






























Live is life [reescribiendo]Where stories live. Discover now