Pansy. «Nadie sabrá que has sucumbido a mis encantos»

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Después de regresar a la fiesta, todo sucedió como cualquier otro día. Tomé, bailé, fumé, me divertí, besé a algún que otro alumno y acabé entre las sábanas de alguien más. Era una chica de Ravenclaw. Los besos, los suspiros y las caricias continuaron hasta el amanecer. Su piel era suave y dulce y sus labios aún eran tímidos. Parecía inexperta y, desde luego, no fue una noche del otro mundo. Pero la pasamos increíble. 

Cuando el sol empezaba a brillar, ella se quedó dormida. Yo decidí que ya era momento de adecentarme y de dirigirme al salón de pociones a cumplir mi "recuperación de clases". Puede que fuese una chica divertida, pero también quería tener un expediente decente.

Mientras terminaba de abrocharme los zapatos, vi una botella de whisky de fuego a medio acabar en el suelo. "Nada previene la resaca como seguir borracha", pensé impulsivamente. Así que le di un largo largo trago. 

Me miré en el espejo del cuarto de la chica y vi mi pelo revuelto y el maquillaje corrido. También vi ese vestido corto y ceñido y, por muy sexy que me viese, no podía parecer así por clase. Me arreglé con un rápido hechizo el maquillaje y le tomé prestada una túnica y una corbata a la Ravenclaw. Con pintalabios negro, dibujé en su espejo: "Te devolveré tu ropa más tarde, xoxo".

Salí con la cabeza bien alta, aunque no encontré a nadie. Era muy temprano y casi todos los estudiantes se habían desfasado la noche anterior. Cuando llegué al salón de clases, Slughorn y Weasley ya estaban allí.

—Estupendo —sonrió el profesor—. En la pizarra les dejo las instrucciones de lo que deben hacer. Yo estaré en frente, en mi despacho, por si me necesitan. Cuando terminen, háganmelo saber. Recuerden que deben hacer dos pociones: la que realizaron sus compañeros durante la última clase y la poción extra como sanción. Veritaserum y su antídoto.

El pelirrojo asintió mientras yo me colocaba junto a él y Slughorn se marchó silbando. Estaba de buen humor esa mañana.

—Buenos días —saludé a mi compañero, con una voz excesivamente melosa.

Él me miró con una ceja alzada.

—¿Cambiaste de casa durante la noche?

—¿Esto? —pregunté, jugueteando con mi corbata.— Es un souvenir. ¿Por qué? ¿Estás celoso? —le provoqué, haciendo mohines con los labios.

Él negó con la cabeza. Parecía un padre reprendiendo a sus niños. Tenía ese aire protector. Él no llevaba el uniforme. Ni siquiera la túnica ni una camisa. Llevaba una camiseta de manga corta que dejaba ver gran parte de sus brazos. No era musculoso exactamente, pero podría decirse que estaba bien definido. En ese momento, ni siquiera me miraba, tan solo se encorvaba sobre su libro de pociones, dejando al descubierto toda la senda de pecas de su cuello. 

Me acerqué a él sin poder evitarlo, como si se tratase de un imán. Con cuidado, pasé mi dedo índice por su cuello y las millones de diminutas pintitas naranjas que lo recorrían. Él se sobresaltó a mi lado y se giró bruscamente, haciendo que mi dedo acariciase el aire.

Puse un puchero. Él me lanzó una mirada que no supe descifrar. No sabía si era el alcohol el que estaba pensando por mí o las ganas que me provocó la noche anterior, pero, por Merlín, era demasiado guapo.

—¿Estás borracha? —me preguntó. Parecía más preocupado que juzgón.

—Es una forma de decirlo...

—No estás en condiciones de preparar la poción.

—Me subestimas.

Pero él no me estaba escuchando. Se dirigió hacia el estante de los ingredientes y yo traté de seguirlo, pero trastabillé sobre mis pies y tuve que apoyarme en la mesa, casi derramando un líquido sobre el caldero.

Besos de humo | Dramione & RonsyWhere stories live. Discover now