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—Estás distraída

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—Estás distraída...

La voz de Sen me sacó de mis propias cavilaciones. Darshan me había dejado a solas después de aquel último y demoledor consejo, permitiendo que el recuerdo de nuestra conversación se repitiera en bucle en mi mente. Y yo me entretuviera desmigajando cada pedazo de información que el nigromante me había brindado, aunque fuera bajo la apariencia de respuestas incompletas.

Cuando me giré hacia él, me topé con su expresión circunspecta... pero era su mirada la que delataba lo que el nigromante estaba intentando ocultar bajo la máscara de plata. Sus ojos estaban nublados, lo que me hizo sospechar que su visita a la zona de los prisioneros no había sido en absoluto agradable.

La revuelta en las celdas me hizo olvidar durante unos segundos la conversación que había mantenido con Darshan. El estómago se me encogió al pensar en todos los que habían participado en ella, en el horror que les depararía cuando Fatou decidiera su destino.

Estaba segura que haría de ello otro horrible espectáculo con el que lanzar un mensaje a todos los que estábamos atrapados en la prisión.

El gesto de Sen pareció suavizarse, como si hubiera leído el hilo de mis pensamientos. Aquellos días que había pasado en la enfermería, siendo su paciente, nos habían permitido empezar a conocernos mejor el uno al otro... Lo que me hizo recordar, con una punzada de culpa, en lo ciega que parecía haber estado en relación a Sen y Perseo.

El nieto de Ptolomeo había compartido conmigo algunas partes del tiempo que estuvo en Vassar Bekhetaar. Me habló de lo estrictos que eran los instructores, de sus retorcidos métodos para moldearlos a su semejanza... Me confió lo complicado que resultaba en ocasiones, lo difícil que era intentar forzarse a apagar ciertos sentimientos cuando conseguían encontrar un círculo de personas afines en aquel infierno. Un apoyo para intentar sobrevivir.

Perseo nunca mencionó ningún nombre, ninguna persona que hubiera significado tanto para él.

De nuevo, no pude evitar echar la mirada hacia atrás y rememorar todos los momentos que habían compartido Sen y Perseo. Darshan podría estar equivocado en sus sospechas y realmente Sen se movía por ambición pero... pero el maldito nigromante de ojos grises había logrado sembrar la semilla de la duda en mí. ¿Cuál sería la historia que compartirían?

—Yo... —la voz me falló, incapaz de terminar una sencilla frase.

Maldije de nuevo a Darshan, a la última advertencia que me había lanzado antes de desaparecer. ¿Debería hacerle caso? ¿Sería un nuevo truco por parte del nigromante para desestabilizarme, para alejarme de Sen?

Al percibir mi titubeo, Sen se acercó más. Recorrí su silueta, intentando encontrar algún rastro de la redada de los prisioneros, pero su larga túnica negra parecía impoluta... Al igual que su piel. Mi cabeza se había convertido en una batalla campal, con el eco de la voz de Darshan resonando en mis oídos y el corazón encogido por todos aquellos que habían osado desafiar la autoridad de Fatou, organizando aquel intento de fuga.

LA NIGROMANTE | EL IMPERIO ❈ 2 |Where stories live. Discover now