DUERMEVELA

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En el sueño, Jackson volaba libremente, aunque no como lo haría un ave o una avión, sino como una estrella. Una estrella que surcaba el cielo de lado a lado, envuelta en llamas que pronto comenzaron a consumirle no solo su cuerpo físico, sino también su alma, su espíritu. Tratando de liberarse de aquella tortura, se removió, inquieto, pero sintió que su cuerpo no le respondía. Y entonces fue cuando apareció el miedo. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no podía abrir los ojos ni moverse con normalidad? Intentó hablar, pedir ayuda o simplemente gritar, pero ni siquiera fue capaz de abrir la boca, mucho menos de producir algún sonido. Se suponía que todo aquello era un sueño, una pesadilla, pero se sentía demasiado real. Hizo un esfuerzo en recordar algún detalle, cualquier cosa que pudiera decirle por qué estaba así, que pudiera explicarle cómo había llegado a esa situación, pero no pudo hacerlo, y, de hecho, requirió tanto esfuerzo, que al final terminó por caer una vez más en los cómodos brazos de la inconsciencia.

***

Lo siguiente que supo de sí mismo, es que se encontraba tendido sobre una superficie cómoda, aunque no lo suficiente como para mitigar el dolor que todavía le azotaba el cuerpo con fuerza, desde distintos lugares, todo al mismo tiempo. Supuso que estaba en su cama, en el dormitorio de la academia, o tal vez mucho antes, en la escuela espacial o el orfanato mismo. Tal vez todo aquello del gen Lunarys en su cuerpo, el viaje a la luna y la misión especial no había sido más que un sueño, una ilusión. Pudiera ser que Andrómeda, Mariano, Qiang, Rami y Hathor solo hubieran sido personajes ficticios creados por su ente, que de un momento a otro había decidido jugarle una mala pasada solo porque sí, sin ninguna razón en específico. Una vez más, intentó abrir los ojos. Reunió todas las fuerzas que pudo encontrar, y tras un esfuerzo verdaderamente titánico, sus parpados se despegaron. Pero no vio nada más allá de una impenetrable oscuridad que lo aterrorizó como nunca antes lo había estado. Intentó gritar, pedir ayuda, llorar o hacer algo para drenar todo lo que llevaba dentro, pero su cuerpo yacía inerte, tirado sobre una cómoda extensión de nada pintada del negro más absoluto. Tal vez por el miedo, el cansancio o el dolor que sentía, terminó desmayándose otra vez.

***

De nuevo, un sueño.

Comenzaba con Jack de pequeño, en un lugar que no conocía para nada, rodeado de un montón de personas a las que no conocía, y quienes no parecían en absoluto interesadas en el pequeño de cuatro años que pululaba sin rumbo entre aquel bosque de piernas, rodeado por las risas y conversaciones de los adultos. Se trataba de una versión extendida y mucho más nítida de aquel sueño que había tenido siempre, en el que se encontraba en lo que parecía ser una fiesta de cumpleaños junto con sus padres. Era extraño que estuviera tan consciente cuando se suponía que era un sueño dentro de otro, pero cuando comprendió realmente lo que aquello podía significar, decidió aprovechar la oportunidad que se le presentaba. Tal vez, si tenía suerte, pudiera ser que encontrara a sus padres y arrojara luz por fin sobre el misterio más grande que siempre había pendido sobre su vida: la identidad de sus padres. Con eso en mente, dejó de la lado la sensación de extrañeza que todo aquello le causaba, y mucho más emocionado que al principio, empujó a su pequeña e infantil versión a través de toda la sala, atento a todos los detalles.

Sin embargo, mientras caminaba a través de todo el lugar, sin tener la más remota idea de hacia dónde debía ir, comenzó a escuchar algo que pronto se robó por completo su atención. Al principio era un simple murmullo, tan pequeño e insignificante, que ni siquiera reparó en él de forma consciente. Luego, cuando empezó a escuchar con más fuerza cada vez, comenzó a pensar que tal vez era un fragmento de alguna de las conversaciones que lo rodeaban, pero cuando se le metió a la cabeza de forma profunda, y se quedó dando vueltas como un ave enjaulada queriendo escapar, no le quedó ninguna duda: alguien lo llamaba. Con exagerada insistencia, una voz (no sabía si de hombre o mujer, así como tampoco sabía desde dónde lo hacía), pronunciaba su nombre una y otra vez.

LOS NIÑOS DE LA LUNAWhere stories live. Discover now