EL CIRCUITO DE LA MUERTE

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Los primeros días de escuela, Jack se la pasó yendo de una clase a otra como en piloto automático, tratando de aprender, entender y retener toda la información que los profesores le daban, al mismo tiempo que hacía un tremendo esfuerzo por ignorar las miradas que todos los demás niños le lanzaban siempre que lo tenían cerca. Desde un principio le había quedado muy claro que era diferente a los demás, pero no comprobó cuán importante era aquello sino hasta poco después de su llegada, cuando se dio cuenta de que todos los niños parecían huir de él, como si los años que les llevaba de diferencia representaran un peligro inminente. Cada vez que aquello pasaba, se decía a sí mismo que en realidad no importaba, que solo eran niños a los que no conocía de nada y por los que no tenía que preocuparse, pero la verdad es que sí le importaba, y mucho. Al despedirse de él la directora le había dicho que no se cerrara a las demás personas, que las dejase entrar, pero ¿qué pasaba cuando eran las demás personas las que le cerraban las puertas? ¿Cómo se suponía que debía sentirse o actuar cuando eran los demás los que rechazaban sus intentos de socializar? Era una situación tan confusa como estresante, aunque más de una vez tuvo que admitir que hubiera sido peor de no haber tenido a Qiang con él.

Aunque la mayoría del tiempo el chico era un poco molesto con aquella tendencia suya de leerle el pensamiento cada dos por tres, resultaba reconfortante tener alguien que, para variar, quisiera hablar con él y se abstuviera de mirarlo como si en cualquier momento fuera a explotar o algo parecido. Sabía que aquella afinidad se debía en parte a que Qiang también se salía un poco de la edad común entre los niños de la luna, aunque supuso que también tenía que ver el hecho de que, como Jackson prefería mantenerse callado la mayor parte del tiempo, Qiang aprovechaba la oportunidad de hablar a sus anchas sin tener que quitarle la oportunidad de intervenir. Era algo así como un acuerdo tácito en el que cada uno obtenía un beneficio que lo impulsaba a permanecer junto al otro.

Cuando llevaba poco más de dos semanas en la escuela espacial, cierto día por la mañana el horario de clases de Jack sufrió una leve alteración que al principio lo confundió un poco. Todos aquellos días le había sido impuesta una rutina a la que había terminado por acostumbrarse: levantarse temprano por la mañana con el sonido del despertador, desayunar, ir a sus primeras tres clases, luego almorzar, un descanso de una hora y luego ir con las clases de la tarde, antes de tomar una merienda y asistir a las últimas dos pautas del día antes de la cena. Tenía tan internalizado aquel patrón de movimiento, que se sintió un poco a la deriva cuando, un martes que al principio se veía como cualquier otro, después de su segunda clase del día les comunicaron que tendrían una pequeña modificación en sus itinerarios. Al principio le dio por creer que sería algo sencillo como un cambio de profesor o una alteración en el plan de estudios que habían estado manejando hasta el momento, pero cuando se dio cuenta de que los robots encargados de patrullar los pasillos de la escuela comenzaban a dirigirlos a él y a sus compañeros al patio trasero de la escuela, no tuvo ni la más mínima idea de lo que pasaba ahí.

— ¿Y si nos van a fusilar?—preguntó Qiang, quien, como siempre, seguía en voz alta las conversaciones que Jack mantenía dentro de su cabeza.

— ¿Por qué nos iban a fusilar?—preguntó Jackson a su vez, secretamente divertido ante el susto que ya era más que evidente en el rostro de su compañero.

Tras un leve encogimiento de hombros, Qiang respondió:

—No lo sé...tal vez ya se cansaron de educarnos y quieren deshacerse de nosotros de una forma rápida y fácil.

—En ese caso ¿no crees que sería mejor devolvernos a todos a los lugares en los que nos encontraron y ya?

Esta vez, el otro tardó en responder. Tomándose muy en serio aquel tema, se quedó pensando en lo que Jack había dicho, con una expresión de concentración tan profunda, que lo hacía parecer más bien compungido. Poco antes de que llegasen por fin a la salida que los conduciría al patio trasero de la escuela, recuperó el habla por fin y dijo:

LOS NIÑOS DE LA LUNAHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin