GUÍA PRÁCTICA PARA VIAJAR AL ESPACIO

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Durante los dos meses siguientes, el horario de Jackson se adaptó a la nueva clase, hasta el punto que el chico terminó por acostumbrarse a ella. Ya no se sorprendía cuando, a media mañana, debían cambiarse de ropa y dirigirse al patio trasero para entrenar sin descanso durante un buen par de horas, caer al suelo, levantarse y repetir el proceso unas cuantas veces. Lo más sorprendente de todo, sin embargo, no fue aquella nueva normalidad en su horario de clases, sino que, contra todo pronóstico, terminara agarrándole el truco al asunto, con tanta fuerza, de hecho, que al poco tiempo era capaz de terminar el recorrido del circuito de un solo tirón. Su cuerpo comenzó a cambiar también, mostrando de forma evidente los cambios físicos que conllevaba un entrenamiento tan riguroso: su abdomen se aplanó, sus brazos tomaron fuerza de donde antes no la tenían, y justo cuando pensaba que ya se había acostumbrado del todo a aquella escuela tan peculiar...un nuevo e inesperado cambio llegó para sacudir los cimientos de la poca paz interior que había logrado reunir.

Un lunes temprano por la mañana, mientras se dirigía a su primera clase del día junto a Qiang (que no paraba de parlotear sin descanso sobre un sueño extraño que había tenido la noche anterior) se dio cuenta de que algo extraño pasaba en la escuela. Primero, notó que los pasillos estaban más vacíos de lo normal, y poco después confirmó que se debía a que todos los estudiantes, sin excepción, marchaban hacia un mismo sitio, que resultó ser el salón de clases al que ellos se dirigían. No era extraño ver a tantos estudiantes juntos en un solo lugar, pero sí que estuviesen todos en horas de clases, cuando la mitad de ellos debían estar al otro lado de la escuela, cumpliendo con sus horarios.

—Deja de conspirar—le dijo Qiang, mientras ambos se detenían detrás de una chica de pelo rizado—. No entiendo esa costumbre tuya de creer que todo el tiempo está pasando algo.

Aunque normalmente prefería pasar por alto los comentarios de su compañero, esta vez decidió replicar:

— ¿No te parece raro? Todos están aquí juntos, incluso los que tienen horarios distintos a los de nosotros.

—Tal vez se trata de otra clase especial, pero no lo sabremos hasta que preguntemos—dijo Qiang, y tras guiñarle un ojo a Jack, se dio la vuelta y le tocó el hombro a la chica delante de ellos. Cuando ésta se volvió en su dirección, le sonrió y preguntó—: Disculpa ¿sabes lo que está pasando? ¿Por qué todos están aquí?

— ¿No escucharon el anuncio?—respondió la chica—. Vamos a tener una nueva clase especial.

Y aunque la mirada que Qiang le lanzó gritaba <<te lo dije>> con todas las fuerzas, Jackson se sintió más intrigado por la clase en cuestión que por cualquier otra cosa. Tal vez, si no hubiera estado tan ocupado atendiendo el parloteo de su compañero, y si éste no hubiera hablado tanto, habrían escuchado el bendito anuncio y ahora no estarían tan perdidos. Sin embargo, no había sido así, y ahora tenía que esperar a que la dichosa clase comenzara por fin, sintiendo, al mismo tiempo, que todos ahí sabían de lo que se trataba menos él. Bueno, y Qiang, pero tenía la ligera sospecha de que a su amigo en realidad no le preocupaba demasiado el haberse perdido el anuncio.

Por suerte para Jackson, no tuvo que esperar demasiado para descubrir de qué iba la clase, pues al poco rato la puerta del aula se abrió, y una profesora que hasta el momento no había visto más que de lejos o en el comedor, los hizo pasar a todos. Se trataba de una mujer pequeña y de tez olivácea, que escondía su cabello debajo de un bonito pañuelo con estampado floral. Sonriente, les dio la bienvenida uno por uno, y luego de que todos estuvieron dentro, cerró la puerta y se plantó frente a toda la clase. Desde donde estaba, Jackson pudo ver que, pese a que el aula era realmente espaciosa, todos juntos eran demasiado para aquel lugar, y ella pareció pensar lo mismo, porque se apresuró en comenzar a hablar.

LOS NIÑOS DE LA LUNAWhere stories live. Discover now