CAPÍTULO 1 Welcome to the University

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Enero del 2018. Austin, Texas.

Cada que yo iniciaba una nueva etapa escolar me ponía tan nerviosa y llena de miedo: a que no me ayudaran, a no encontrar a alguien que estuviera conmigo por si yo necesitaba algo, a ser ignorada, rechazada... Me aterrorizaba.

En la preparatoria el miedo desapareció porque sabía que iba a estar con Valia, ella es mi vecina, me ayudaba mucho. Mi mamá fue a hablar con el subdirector para que estuviéramos juntas y él le dijo que no se preocupara, que me pondría con ella en todos los semestres, así que en esa etapa no existía ese temor, pero luego terminó demasiado pronto. Ahora seguía la universidad, ahí fue donde el pavor se apoderó de mí porque mi amiga estudiaría otra carrera en una facultad distinta a la mía.

En las vacaciones estuve pensando todo con detalle porque, ¿qué sería de mí en la universidad? ¿Encontraría a una persona tan buena que me ayude? ¿O simplemente me quedaría sola?

Pasaron días y llegó la hora de ir a hablar con las secretarías, o no sé quiénes eran, pero son las que dan informes sobre la universidad.

Llegamos, mi mamá pidió informes y me enseñaron las carreras que manejaban, los horarios, eran muchas cosas. Por lo tanto, escogí la que más me llamó la atención en el plan ejecutivo y en turno de noche. Los salones en donde enseñan las materias relacionadas con mi carrera se encuentran en uno de los pocos edificios que sí tienen elevador, así que decidí estudiar ingeniería industrial y de sistemas.

Me inscribí, entregué toda la papelería que se necesitaba y ya, solo era esperar el primer día de clases, el cual llegó muy pronto y no puedo explicar todo el miedo que siento dentro de mí.

No sé quiénes estarán conmigo y, como necesito mucha ayuda, siento tristeza de que nadie me apoye.

— ¿Estás lista para tu primer día de clases? —me preguntó mi madre con una gran sonrisa mientras colocaba el desayuno frente a mí.

—Mamá, no quiero ir —la miré abriendo más los ojos e inclinando un poco mi cabeza hacia abajo, como los de un cachorro que acaban de regañar o suplicando.

—Tienes que ir —me miró alzando una ceja.

—Pero... —antes de que pudiera decir mi excusa para no ir, me interrumpió.

—Pero nada, Amber. Ni se te ocurra decir otra de tus excusas.

Hice un puchero y guardé silencio, aceptando mi destino de ir a la universidad.

Otra etapa más de mi vida, yaaay.

Suspiré y procedí a tomar la cuchara que mi madre colocó a un lado de mi desayuno, estuve a punto de poner la comida en mi boca cuando un sonido llamó mi atención, alcé la mirada y vi a mi madre cubriéndose la boca con su mano derecha.

— ¿Sucede algo, mamá?

—Es que... —sus ojos estaban cristalizados—. Tú sabes cómo me pongo cada que empiezas un nuevo ciclo escolar, no sé qué tipo de personas te llegues a encontrar en la escuela.

Era cierto, mi madre siempre lloraba cada que entraba a un nuevo grado o escuela, ella temía que yo no fuera aceptada, pero lo bueno es que desde que estaba en el kínder siempre conocía a muy buenas personas que me ayudaban a empujar mi silla de ruedas, transportarme al salón de clases y de ayudarme con lo que yo necesitaba.

Mi mamá me dejó en el salón y no puedo negar que tengo la sensación de llorar, no tengo idea de cómo va a estar todo, pero inhalé profundo y me resistí, contuve mis lágrimas.

A los pocos minutos fueron llegando personas y se iban sentando, yo solo veía como entraban, pude notar que ciertas personas se me quedaban viendo, y es normal para mí: siempre lo hacen. Nadie me habló y los comprendí porque el primer día casi nadie se habla, todo es nuevo para todos.

Brooken © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora