Capítulo 47. Secretos oscuros

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-Lo siento- digo en susurro jadeante, obligando mi lengua a formar frases sensatas-. Escuché unos ruidos raros y pensé que alguien había entrado en la casa. Algún ladrón, tal vez.

Mi padre frunce le ceño y unas arrugas muy profundas aparecen en su frente. Está entre molesto y decepcionado, y no lo entiendo.

-Y si así hubiera sido, ¿Te le hubieras enfrentado con unas llaves? ¿En serio?- se cruza de brazos y niega con la cabeza-. Te crié para ser más lista, Vanesa.

Aprieto tanto los dientes que temo haberme roto algunos.

¿Qué le pasa en estos días a papá?

¿Por qué es tan duro y sangrón?

Después de que nos gritara a Juancho y a mí el jueves, no hemos vuelto a hablar. Estas son oficialmente las primeras palabras que intercambiamos en dos días.

-Perdona si me preocupé por ti, papá- espeto desdeñosa mientras el enfado me recorre las venas como lava. Quema y me impulsa a pensar cosa malas-. La próxima vez, si entro en casa por la noche y veo todas las luces apagadas, volveré sobre mis talones y te dejaré a tu destino.

Me giro para irme, molesta, pero papá me detiene poniéndome una mano sobre el hombro. Cuando volteo y nuestros ojos se encuentran, lo noto apenado, como si lo único que quisiera en este momento fuera desaparecer bajo tierra.

-Lo siento, princesa- susurra, tan bajo que tengo que quitarme el pelo de las orejas para oírlo-. Estaba enfadado por cosas del trabajo y la pagué contigo. De verdad lo siento...

Aprieta un poco la mano sobre mi hombro y contrae los labios en una sonrisa triste. A pesar de que parezca un perrito maltratado, mi expresión se queda neutral.

-¿Lo sientes también por habernos gritado a mi hermano y a mí de esa manera el jueves?- pregunto, reduciendo los ojos a dos fisuras-. Fue una suspención, por Dios, no el fin del mundo.

Papá suspira y sus ojos se clavan en el suelo, como si la gravedad tirara de ellos hacia el centro de la tierra. Me dan ganas de sacarle las palabras con una jeringuilla cuando se queda en silencio por tantos minutos.

-Mi jefe es un pendejo- es lo único que logra articular. Sus ojos destellan de lágrimas reprimidas cuando por fin me mira-. Acababa de tener una discusión con él cuando entré a la habitación de tu hermano para limpiarla y encontré la carta. Se me fue la cabeza. Me desahogué con Juancho aunque tendríamos que haberlo hablado con más calma.

Abro muchos los ojos, como si no me creyera lo que acabo de presenciar, y balanceo mi peso de una pierna a otra; ahora soy yo la que se ha quedado muda.

No me esperaba tanta sinceridad de mi padre, que está acostumbrado a no mostrar sus verdaderos sentimientos y a proyectar una imagen fuerte y segura de sí.

Supongo que ha creado el personaje del "padre soltero burlón" para no preocuparnos a Juancho y a mí, pero ahora que las cosas se ponen mal en el trabajo, su fachada se está desmoronando.

Como no sé qué contestar, simplemente me quedo inmóvil. A veces me odio por ser tan inepta, pero de verdad siento que cualquier cosa que saldría de mi boca sería equivocada.

Tampoco sé realmente cómo me siento; ¿Todavía sigo enfadada por lo del jueves o esta explicación es suficiente para perdonar a papá?

Creo que de verdad está arrepentido, porque ni siquiera nos castigó a Juancho y a mí. Si lo hubiera hecho, probablemente no habría podido ver a Chris y a Jenna para arrancar con el plan, así que se lo agradezco mucho.

Decido perdonarlo casi involuntariamente cuando me rodea con sus fuertes brazos y me aprieta contra su pecho. Apoyo mi cabeza en su hombro y respiro el olor a hierba mojada y rosas que emana, el mismo que tenía inclusive cuando vivíamos en Florida y no teníamos jardín; supongo que su piel está tan acostumbrada a oler a naturaleza que el aroma se ha incorporado a sus células.

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now