Capítulo 31. Karma

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Por la tarde, cuando Chris se marcha, me hundo en mi cama e intento hacer los deberes que nos ha dejado Mr. Hitler.

Para motivarme, abro Spotify en la pantalla de mi móvil y le doy play a mi canción favorita de los Arctic Monkeys, "Arabella".

La música rock empieza a llenar cada partícula de mi habitación y de mi cuerpo, e instantáneamente me siento bien, más relajada, más despierta... Más yo.

Chasqueo los dedos y luego el cuello, y, cuando ya no tengo nada más que chasquear, abro por fin el libro de mates y trato de entender las inecuaciones para el lunes.

Como un imán atraído por la música, mi padre se asoma a la puerta de mi habitación y toca repetidamente.

-¿Por qué se supone que tienes que tocar si la puerta ya está abierta?- le pregunto, levantando una ceja. No quiero sonar tan fría, pero mi mente no está para charlas paternales ahora: tengo como cuarenta inecuaciones y muchas ganas de abrir la ventana para gritar. Mucho. Para siempre.

-Sabes que no me gusta que pongas música a todo volumen mientras estudias, Vi- me regaña mi padre, adoptando mi misma expresión.

Bufo.

-¿Qué tiene de malo? Me ayuda a concentrarme, en serio.

-¿Cómo te va a ayudar una música que tiene siempre el mismo ritmo y parece querer salir de tu móvil de tanto fuerte que suena?

-No entiendes nada de música, papá. Son los Arctic Monkeys, y son cool... Algo que tú nunca llegarás a ser.

-¿Perdona?- papá se lleva una mano al corazón dramáticamente y entorna mucho los ojos -. ¿Me acabas de decir que no soy cool?

-Que bien, veo que por lo menos no tienes problemas auditivos.

-Si sigues escuchando música tan fuerte, la que va a tener problemas auditivos serás tú, Vanesa Gutiérrez.

Ay.

Me acaba de llamar por mi nombre completo. Esto significa que dentro de poco va a pasar de ser el usual burlón con cero gusto musical a convertirse en un monstruo de tres cabezas. Ya ha pasado una vez (obviamente no en sentido literal), y me ha bastado.

Apago la música y vuelvo la pantalla de mi móvil hacia abajo.

-¿Estás contento ahora?- siseo, y mis voz suena tan tajante como una lluvia de astillas.

Mi padre me sonríe tanto que su labio superior desaparecer y se le forman arrugas a los dos lados de los ojos. Lo hace con frecuencia cuando hago algo que sabe que me cuesta: creo que es su manera de recompensarme.

-¿Estás bien, princesa?- me pregunta al cabo de un rato, y su mano toma la forma de mi mentón mientras me acaricia-. Pareces algo... Triste.

Me doy cuenta de que estaba jugueteando con mi pluma solo cuando dejo de hacerlo. Reprimo un suspiro y le regalo a mi padre mi mejor expresión fastidiada.

No necesito un espejo para saber que mis cejas negras y pobladas casi rozan mis pestañas, y que las comisuras de mis labios están ligeramente torcidas hacia abajo; esa es la máscara que me pongo cuando intento hacerme la chingona, y que no deja ver lo que realmente me está pasando adentro. Tengo que reconocer que soy bastante buena ocultando mis emociones.

Ahora, por ejemplo, no creo que mi padre se esté dando cuenta de que me duelen las costillas de tanta presión que siento en mi pecho, ni de que mi mente es un torbellino de dudas.

¿Debería contarle sobre lo que me pasó en el instituto o simplemente dejarlo pasar y apañármelas yo sola?

No quiero que mi señor padre arme un escándalo con mis profesores por una bobada, ni mucho menos que el lunes por la mañana aparezca en mi escuela con una escopeta en busca de Laia y Jana. Sé que suena surrealista y un poco cómico, sin embargo no miento para nada cuando digo que mi papá mataría por mí.

Simplemente VanesaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin