Capítulo 4. Daisy

180 94 139
                                    

Mi nueva escuela es mucho más chida que la anterior. La cafetería tiene una variedad mayor de comidas y refrescos, y las aulas, por lo que he podido escudriñar, son más grandes y luminosas.

He decidido pasar por la cafetería antes de entrar a mi primera clase, matemáticas avanzadas, para tomarme un café con leche y leer un rato.

Ayer no he terminado La Teoría King Kong porque estaba demasiado nerviosa y ocupada llorando, así que programo acabarla esta misma mañana. He logrado levantarme temprano, porque, como la chica lista que soy, me he puesto tres despertadores con diferencia de cinco minutos entre ellos. No quería llegar tarde a mi nuevo instituto, aunque ya se me ha pasado la ilusión del "primer día" hace años.

Me siento en una mesa solitaria con mi libro en una mano y el café con leche en la otra, y empiezo a dar pequeños sorbos mientras mis ojos corren rápidos sobre el papel amarillento. Cuando tan solo me falta una página para concluir el libro, una chica de pelo rosa y azul se me sienta enfrente y deja caer su bandeja sobre la mesa con un estruendo, obligándome a mirarla.

Me topo con unos ojos verde marino que me miran curiosos, enmarcados por unas grandes gafas rectangulares de pasta negra.

-Soy Daisy- me dice ella, estrechándome una mano.

Yo le devuelvo el apretón confundida, sin expresión en la cara, y le digo que me llamo Vanesa, pero que mis amigos me llaman simplemente Vi (no es cierto, no tengo amigos; es solo una excusa para hacerme llamar con el apodo que me gusta). No estoy acostumbrada a que la gente me hable tan directamente, y por consiguiente desconfío de quien lo hace. Sin embargo, a pesar de mi rigidez, la chava de pelo bicolor sigue sonriéndome con ilusión.

-Me encata tu cabello- añade -. ¿Puedo tocarlo?

Extiende su mano hacia mi cara y se estremece cuando nota mis ojos incómodos.

-Perdón- suelta avergonzada, tapándose la boca con ambas manos y abriendo mucho los ojos -. Es racista tocar el pelo a la gente de color, ¿verdad?

"Es una microagresión", quiero comentarle, pero tampoco es para tanto. Parece maja, y no quiero ponerme sosa.

-Tranquila- esbozo una media sonrisa y termino mi café.

Faltan veinte minutos para el comienzo de la primera clase y todavía no sé dónde queda el aula.

-Lo siento si a veces hago comentarios racistas, pero te lo juro que es sin querer-, se disculpa Daisy -. Es que en esta ciudad hay más Mcdonald's que gente de color. ¿De dónde eres? Nunca te había visto por aquí.

-De Estados Unidos- contesto, porque es la verdad.

He nacido aquí hace quince años, y aunque mi familia es mexicana, me siento tanto estadounidense como cualquiera en este instituto.

-Me refería a tus orígenes- precisa la morra con otra sonrisa exagerada.

-Bueno, mis padres son de México-, admito, y no sé porqué pero me siento avergonzada.

"Nunca te avergüences de tus orígenes", me amonesta la voz de mi padre en mi cabeza. Y sin embargo, aquí estoy, roja como un tomate después de soltar que soy mexicana. Soy un completo desastre.

-¡Chingón!- exclama Daisy, y yo me siento un poco mejor, porque es la primerísima persona a la que le excita saber que soy latina-. Una pregunta, ¿en casa hablas inglés o español con tus padres?

Me concentro más en que ha dicho "padres" que en su pregunta. "Padre", quiero corregirla, "no padres", pero me callo y le respondo que en casa hablo español porque mi papá dice que es bueno que Juancho y yo estemos conectados con nuestras raíces.

-Yo soy terrible hablando español- confiesa Daisy mordiendo su manzana, -y fíjate que lo estudio desde que tenía doce años. Pero bueno, por lo menos soy buena en mates.

-Yo también- suelto sin pensarlo -. Mi primera clase del día es matemáticas avanzadas, de hecho.

-¿¿¿EN SERIO???-

Daisy se levanta de un salto y casi derrama su bandeja al suelo. Me gusta su energía, quisiera tenerla yo, y también su luminosa sonrisa. Mi padre, antes de llamarme "princesa", me había apodado "cascarrabias" porque nunca parecía feliz, así que estoy fascinada por la gente que sí logra sonreír en todo momento.

-Estoy en mates avanzadas yo también- me confirma encantada Daisy, y luego checa su reloj electrónico para comprobar la ora -. Mierda, la clase está empezando. Ven conmigo, te enseñaré dónde está.

Y dicho eso, me agarra de la muñeca mientras me arrastra por el pasillo.

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now