XVII

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Los meses pasaban con lentitud, más todo el ambiente dentro del castillo era sereno y cómodo.

La nieve comenzaba a caer trayendo el frío consigo, obligando a todos los habitantes del reino a usar sus ropas más abrigadas. Las calles se tiñeron de blancas igual que el enorme jardín del castillo. Roger lo observaba desde su ventana.

Había logrado escaparse de Dominique, pues no entendía que le pasaba, ese último tiempo se había estado comportando más cercana a él, no lo soltaba ni un segundo. Eso provocó que ya no pueda pasar mucho tiempo con John. Pero por fin había logrado librarse de ella y ahora él estaba sentado en el pequeño sofá, mirando la ventana con una expresión pensativa. Se veía sumergido en sus pensamientos.

Ese último tiempo, el estar más separado de John lo hizo pensar y reflexionar sobre muchas cosas. Principalmente sus sentimientos hacia él. Por una parte había logrado dejar de reprimirlos, pero por otro lado sabía que no podía dejarlos libres en su totalidad ya que estaba comprometido con Dominique, y la boda llegaría en cualquier momento. Incluso la mujer ya había tocado ese tema de conversación en varias ocasiones. Lo mejor que pudo hacer él fue asentir sin ganas, con su expresión seria y su mirada concentrada en un libro que estaba leyendo.

Dejó salir un suspiro y se recostó mejor en el sofá, el sueño comenzó a ganarle y sus ojos comenzaron a cerrarse.

— Roger — la voz del castaño resonó desde la puerta que se encontraba semi abierta.

El mencionado se incorporó en el sofá y al verlo le indicó que pasara. John se adentró en el salón cerrando la puerta a su paso y tomó asiento al lado de Roger.

— ¿Que sucede? — indagó el rey mirando a su asistente.

John lo miró y le sonrió en completo silencio, sin contestar a su pregunta. Se acercó un poquito más a él y recostó su cabeza en su hombro.

Roger se tensó al sentir ese contacto, no podía evitarlo, a pesar de todo lo que habían pasado, el rey no era fan de los contactos inseperados y menos luego del debate que estuvo teniendo en su cabeza.

Ninguno dijo nada más, el rey volvió a mirar hacia adelante, concentrándose en la hermosa nieve que caía a un ritmo armonioso y tranquilo. John sonreía, era una sonrisa tan pura, tan sincera. Reflejaba felicidad absoluta y comodidad. Roger calmó su cuerpo tenso y también se animó a sonreír levemente.

El silencio continuó por un tiempo, no había necesidad de hablar, sólo disfrutaban mirar la nieve caer y sus cuerpos compartir calor en ese entorno tan frío.

— El día está hermoso — admitió el asistente.

— ¿Tu crees? — lo miró con una ceja alzada, a él no le parecía un día tan bonito.

— Así es... ¿No te gusta? — volteó a verlo también.

— Digamos que no es de mis días favoritos.

Volvieron a sumergirse en el silencio, volviendo la mirada hacia la ventana.

— Yo creo que deberíamos salir — propuso el castaño sin moverse del lugar.

— No lo sé John...

— Por favor... Hagamos que este día sea uno de tus favoritos — lo miró y tomó sus manos.

Roger lo observó sorprendido, conmovido por aquellas palabras que jamás había escuchado de nadie. Se animó a sonreír un poco sin dientes, luego con, y finalmente soltó una pequeña carcajada.

John lo miró esperando una respuesta. El rey asintió y ejerció un poco más de fuerza en el agarre de las manos.

Se levantaron y buscaron abrigo, mucho abrigo que los proteja de el poderoso frío. Se encontraron nuevamente en la entrada y Roger se predispuso a abrir la puerta, pero John lo detuvo.

El príncipe TaylorWhere stories live. Discover now