V

668 48 130
                                    

Deja que pase un momento y
volveremos a querernos.

Suspiró pesadamente y se puso de pie desganado, sentía que el cuerpo le pesaba el triple de lo normal. Salió de la habitación en busca de su amigo, pero no lo encontró por ningúna parte. Así que decidió salir a tomar algo de aire para relajarse. La conversación con Freddie lo había hecho pensar en algunas cosas, más no sabía cómo afrontarlas y eso lo estaba desgastando mentalmente.

Miró el paisaje y sonrió esforzandose, volvió a inhalar de manera fuerte inflando sus pulmones por completo con el aire puro que corría ligero y rápido por el jardín, jugando entre el césped y las flores; esto le hizo sentir una chispa de vida dentro suyo, por lo tanto decidió entrar a volverla a disipar con su trabajo.

John, quien pasaba cerca de allí, vió por una de las ventanas a su apuesto príncipe... o mejor dicho rey, el rubiecito que había conocido estaba ya enorme, no podía creerlo. Se acercó un poco más y lo miró con más detalle, perdiéndose inconciente en aquel hombre; se había quedado estático en el lugar, no podía apartar su vista de allí, ese chico le generaba cosas tan hermosas en su estómago que le hacían cosquillas y lo cegaba por completo, lo reducía solo a su corazón que estallaba en amor. Era increíble que luego de tantos años, el cariño que John sentía por Roger no se haya apagado en lo más mínimo, la llama seguía viva... Con esperanzas se crecer.

Continuó mirándolo con una sonrisa tonta, pegó sus manos al vidrio y suspiró, empañandolo. El rey se dió la vuelta y subió algunos escalones para entrar al castillo. John reaccionó demasiado lento, se desesperó al ver a Roger abriendo la puerta. Miró a todos lados y se echó a correr para volver lo más rápido posible a sus actividades, pero terminó golpeándose con la puerta cuando el rubio la abrió.

— ¡Hey! ¿Estás bien? — Roger cerró rápidamente la abertura que era bastante pesada y fue rápidamente a ofrecer ayuda a la persona que había golpeado.

Ofreció su mano que transmitía poder y fortaleza, sin importarle quien fuese, pues aún no se daba cuenta de a quien le estaba ofreciendo la mano.

John levantó la vista, encontrándose con los cielos que el rubio llevaba por orbes, inevitablemente sus mejillas se tornaron de un color carmesí. Roger al contrario se había quedado estático, admirando la belleza del castaño sonrojado, sintió esas pequeñas mariposas revolotear en su estómago intentando destruirlo débilmente, pero de inmediato negó con su cabeza y retomó su compostura junto a su carácter serio.

John desvío su vista al ver que el rey había guardado su mano, se puso de pie por sus propios medios y le sonrió cuando ya estuvo firme sobre sus dos pies. Roger sólo lo miró sin poder devolverle el gesto, su rostro se mantenía serio y curioso.

— L-lo siento... No ví la puerta — tonto, así se sentía John al decir eso, pues los nervios del momento le habían hecho decir esa ridiculez.

— Descuida... A veces las puertas no se ven o cambian de lugar— se dió un golpe interno al decir esa frase, se estaban comportando como idiotas.

— Si... — el comentario de Taylor lo hizo sentir aún más estúpido e inseguro.

El silenció tomó lugar en el salón, haciendo sentir incómodos a los hombres. Roger tosió levemente, mirando hacia otro lado buscando alguna salida rápida que lo sacase de esa incomodidad.

— Bien... Creo que... Debo irme — habló el castaño alejándose lentamente.

— Si, ahora que lo pienso yo igual... — dijo imitando las acciones del mayor.

El príncipe TaylorWhere stories live. Discover now