Capítulo XLIII

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27 de octubre de 1572.
2:44 p.m.

C h a r l e s  d e  V a l o i s .













    Nunca creí que estaría observando a una pequeña forma de vida durmiendo plácidamente entre mis brazos, pero aquí estoy cargando a mi hija, sentado frente a la cama en los aposentos que comparto con su madre. Las sirvientas ya la habían limpiado y alimentado para cuando pude verla por primera vez, y yo me quedé aquí luego de eso sin que me importara la reacción de los demás.

    Sigo sin creerlo, ahora Katherine y yo somos los padres de una preciosa pequeñita.
   
    Según pude percibir, se dice que Kat decepcionó a todo el pueblo al no traer a un niño, a un delfín; y exigí que se callaran si no querían ser encerrados en un calabozo por decir lo menos. Floyd y mi madre me explicaron todo, y como mi esposa le ordenó no reclamarle absolutamente nada al respecto antes de desvanecerse debido al cansancio, mamá se desquitó conmigo diciendo que Katherine debió haber hecho algún error en lo que estaba embarazada como para que la bebé fuera una niña.

    Pero eso no me importa, sólo quise saber si ambas estaban bien y lo están. Mi preciosa bermejiza estará bien según me dijo el doctor, que será cuestión de tiempo para que despierte, y estoy confiado porque no es la primera vez que le pasa.

    Aunque preferiría que fuera la última vez.

—Por fin abriste los ojos —sonrío una vez la veo despertar.

—Han pasado varias horas, ¿cierto? —pregunta al ver la intensa luz del sol colándose entre las ventanas.

    Asiento de inmediato, diciéndole que ya ha pasado la hora del almuerzo. Probablemente son las tres y ni lo sabemos.

—¿Cómo te sientes? ¿Estás mejor? Oí que te desvaneciste —inquiero algo preocupado—. No pude venir en toda la mañana, ni siquiera a Floyd se lo permitieron, hasta revisaron los pasadizos con tal de asegurarse de su ausencia. Con suerte mi madre sí pudo, tal vez por la experiencia y todo eso.

    Ella sonríe, y supongo que para no decirme lo que ocurrió desde su punto de vista e incluso disculparse, aunque no es necesario. Yo no soy como su abuelo.

    Y espero no serlo nunca.

—Estoy bien, en lo que cabe. No sabes cuánto lo siento —confiesa, siendo incapaz de fingir por otro segundo, producto del cansancio físico y mental.

    "¿Pero qué-? Es decir, ya sospechaba que lo diría, pero..."

—¿Sentirlo? —frunzo el ceño—. Kat, acabas de hacer lo más maravilloso que puedes hacer como mujer en toda la historia. Es decir, ¡trajiste una vida al mundo!

—Pero es una niña —replica en lo que se sienta con lentitud en la cama—. Se supone que, como reyes, debimos haber traído a un varón para que heredara Francia y Escocia en un futuro.

—¿Y eso qué? Es nuestra hija y la adoro, tiene mi sangre y la tuya, y eso es más que suficiente —miro a nuestra hija quien sigue dormida, quedando embelesado por un segundo—. Tal vez no sea un delfín debido a la ley, pero le has cerrado la boca a toda la corte al lograr traerla al mundo, no muchos pensaron que lo lograrías. Hasta hace unas horas muchos comentaban que habías sido maldecida, que luego de los Caballeros Rojos o luego de tu... infancia en España, te habías vuelvo infértil —y la miro, con algo de tristeza—. No sabes cuántas veces quise encerrarlos en el calabozo.

    Esos comentarios no sólo habían ocurrido durante las últimas horas o en los nueve meses, sino también en los últimos años mientras no estaba embarazada. No quise hacerme ver como un supuesto rey loco por tercera vez, así que sólo me aseguraba de que Kat no oyera esos comentarios, o al menos la mayoría pues en ocasiones no podía evitarlo.

Después del Olvidoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن