Capítulo VII

70 8 40
                                    

31 de enero de 1560.
7:55 a.m.

C h a r l e s  d e  V a l o i s .














—... En la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad... hasta que la muerte los separe —decía el cardenal para que mi hermana lo repitiera, pero ella sólo se encuentra llorando en silencio, lo que sorprende a los pocos que estamos aquí—. Princesa Claude, repita después de mí.

—... Lo siento, no estaba escuchando —se disculpa.

—Ay, Dios. Cardenal, ¿podría abreviar los procedimientos? —cuando Narcisse hace esa pregunta luego de quejarse, tanto mi madre como Katerina y yo vemos al regente tratando de ocultar nuestras emociones.

    Y yo lo logro, pero noto que la española no lo hace, logrando que sea obvia para mí la extrañeza que le tiene a Narcisse junto con algo de rencor. Pero no conozco el por qué de ese rencor.

—Es una santa alianza entre-

—Acepto —interrumpe mi hermana entre sollozos—. Yo, Claude de Valois, acepto al duque Boinel... como mi esposo.

    Stéphane y yo nos miramos el uno al otro, y ambos asentimos con la cabeza. Al menos podremos acabar rápido con esto y luego buscar el oro.

—Eso servirá, cardenal —oigo al duque hablando antes de que siguiera la ceremonia.

    El cardenal hace una pequeña mueca antes de mirar a Claude y decir:

—... Declaro su consentimiento ante la Iglesia. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

    Si bien la ceremonia fue muy rápida, noté que Claude más que triste estaba totalmente apagada.

    Pero sin importar qué tan enojada esté conmigo, tuve que aceptar desde hace pocos días que se realizara este matrimonio de último minuto por el bien de mi reino, Francia tiene severas deudas militares y la paga que se supone que hizo el duque Boinel fue bastante generosa, pero alguien robó el oro y ahora Narcisse tiene los ojos puestos en Mary y en mi madre. Sin mencionar que también he notado que mira a Katherine como si fuera una escoria.

    Él será el regente, pero yo soy el Rey y no pienso permitir que la vea de una manera que no delate respeto.

    Lo que sé es que desearía que Katerina pudiera aunque sea hablarme, pero justo hoy se encuentra ocupada por aquí y por allá, ya sea con los asuntos de la Red de Fantasmas o con Mary, y la última vez que la vi después de la boda no pudo evitar mirarme con ojos llorosos.

    Algo me dice que no es por Claude, a pesar de que sí se sienta mal por ella yo creo que es por algo más, algo que tiene miedo de decirme. Ojalá pudiera decirle que estoy ahí para ella y que puede contar conmigo para lo que sea.

    Sin embargo, como rey yo también tengo cosas que hacer. Una reunión por aquí, unos documentos que firmar por allá, varias cosas y eso que aún no menciono la búsqueda del oro robado de Boinel, lo que también me mantiene ocupado durante todo el día hasta que la veo dirigiéndose a sus aposentos después de la cena, probablemente a dormir o a pensar así que voy hacia ella.

—Katherine —la llamo de forma cuidadosa, no muy fuerte para que no se asuste y lo consigo, ella se voltea para verme sin ninguna pizca de miedo.

—Charles —me nombra, una forma extraña de recibirme, pues normalmente no me saluda así, ni antes ni después de su accidente. Lo que es más, la noto nerviosa—... No creí que estuvieras buscándome.

—Pues aquí estoy, y te he encontrado —sonrío aunque ella no me corresponde en eso, lo que me extraña—. ¿Sucedió algo? ¿Tus espías te advirtieron de otro complot?

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora