Capítulo XII

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28 de junio de 1561.
5:12 p.m.

K a t h e r i n e  d e  A u s t r i a .












    Luego de varios minutos corriendo y caminando de vez en cuando para recuperar el aliento, encontré a Charles y a Claude en la sala del trono, sentados en los pequeños peldaños que conducen al mismo, y como no tenía el aliento para poder decirles lo que pasó sólo les di la carta de Bash y ellos mismos la leyeron. El resto es historia.

    Y pensar que cuando Mary, Catalina y yo celebramos que Charles hizo a su madre la regente, mi prima le preguntó para qué había robado el oro de Boinel… y ella nos respondió que lo mejor es que no supiéramos.

Dios mío, ¡esto no puede estar pasando! —se queja Claude luego de leer la carta.

¿Estás segura de que es de una buena fuente? —inquiere mi auto proclamado novio.

    ¿Qué? Estuvimos flirteando por años y cortejándonos oficialmente por meses, es verdad, pero en sí nunca me preguntó si quería ser su novia o si podía ser mi novio antes de presentarme como tal ante la condesa Van Court.

Kristoff reunió esta información, él pertenecía a La Red, aunque considerando que fue amante de tu madre pues… Una cosa llevó a la otra —respondo.

Qué horror —espeta la princesa con asco.

Sí, lo sé, asqueroso, pero así fueron las cosas —me siento junto a ellos.

¿Qué pasa? —pregunta Catalina entrando a la sala del trono.

—Hablando de atrocidades… —murmuro.

Es un regalo de despedida, de Sebastian —responde Charles tomando la carta de las manos de Claude y doblándola antes de pararse, encarando a su propia madre—. ¿Hiciste que golpearan a mi hermana para quedarte con la regencia? —le pregunta serio, pero Catalina no responde—… Me engañaste y me traicionaste.

    Mientras el único chico en el lugar hablaba, Claude se va furiosa de la sala del trono.

Claude, por favor, por favor-

¡Lárgate! —le grita a su madre mientras se va, dejándola sin habla.

    Charles y yo nos acercamos a ella.

Podrás ser regente pero yo soy rey, y pagarás por lo que hiciste —declara el ojiazul antes de irse.

    Dejándome sola con la italiana.

No puedo creer que le hayas pagado al duque Boinel para que golpeara a Claude y no sólo eso, sino que también fuiste capaz de matar a Diane —me mira incrédula una vez que hablo—… La madre de Sebastian. No lo recordé, él mismo me dijo.

¿Y Sebastian te dijo que una vez que se dieron cuenta de que Diane mató a mi hija Victoire, a mi bebé, tú misma corriste a decírmelo con tal de que yo no lastimara a mi otra hija Claude, a quien creí culpable hasta entonces?

    Oír eso fue como si la sangre se me fuera del cuerpo.

¿Yo hice eso? —me apunto a mí misma, sintiendo que mi corazón se detuvo por un minuto.

    Puede ser un método de persuasión para manipularme, aprovechándose de mi falta de memoria, así que no tengo por qué creerle.

¿Siquiera estás segura de eso? —me cruzo de brazos.

Después del OlvidoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum