—¿Te lo pensaste mejor?

Me senté en el sofá y busqué otra manta para ponerme encima. El tiempo está tan frío que no soporto sin estar con cuatro cosas encima para darme el suficiente calor. No pusieron la calefacción solamente porque los cambios de temperatura muy bruscos me hacen mal.

—Ah no, sácate esa manta de encima que volverás a tener fiebre, jovencito —Damián se acercó a mí y forcejeé con él.

—¡Noo, Damián, piedad! —me refugié en el asiento para que no me las quitara.

—Puedes quedarte un poco abrigado, no tanto.

—Pides demasiado —me acurruqué.

—Te quedarás sin postre —abrí y cerré la boca, el postre de su madre es una delicia, es para hacerme pensar dos veces antes de contradecirlo y lo detesto porque lo está logrando.

—¡De acuerdo, una sola!

—Todas Dylan y te dejaré quedarte con un suéter.

—Sueña —le saqué la lengua como un niño pequeño y comenzó a reírse—. ¿Qué es tan gracioso?

—Que seas tan porfiado —me miró con una expresión de regaño—. Si deseas sentirte mucho mejor ve a la cama y bebe líquidos. Te llevé un vaso de agua anoche y ni lo tocaste.

—No me gusta el agua.

—Imposible Dylan —fue hacia la cocina y rodé los ojos cuando volvió con un vaso y algo en su mano—. Aquí hay una pastilla.

—¡Es una cápsula! —me dieron ganas de vomitar—. Ugh.

—Se traga y no hay sabor —se sentó frente a mí y no pude evitarlo.

—Ríndete Damián.

—Nunca —bromeó—. Encontré una pastilla la cual puedes picar en pedazos, la otra no y debes consumirla.

—¿Me estás diciendo que son dos, una que me favorece y la otra no?

—Puedes tomarlo como quieras —se encogió de hombros— Aquí te espero.

—Uy, que no se sienta la presión —volteé los ojos con una expresión de burla y le hice caso.

Admito que la primera fue bastante bien, como estoy acostumbrado a consumir esos medicamentos por masticarlos sin embargo la segunda fue una tortura, tuve a Damián esperando veinte minutos mientras intentaba tragarla, pero me arrepentía y quedaba en mi lengua, más que nada es miedo lo que siento porque si me atraganto no sé cómo volver a la normalidad.

Se me pasó por la mente hacer una mentira piadosa, decirle que lo había hecho cuando en realidad la escondía.

—¿Listo? —preguntó mirándome y le sonreí con una expresión de inocencia.

—Si —le mentí con descaro.

—Genial, supongo que no es una mentira porque Dylan es un chico que se comporta excelente ¿no es así?

—Uff —discretamente cerré la boca más de la cuenta.

La pastilla está en la mejilla y lo peor de esta tonta idea es que se separó y tengo las pelotitas con su sabor amargo en la boca, tengo ganas de vomitar.

—Y quiere mejorarse de su gripe —completó—. A no ser que esté guardando un secreto...

—¿Mhm? Mm.

—Podrías hablarme —sugirió y yo lo pensé.

Si abro la boca en este momento es posible que vomite al instante o me dé una arcada y me descubra, eso arruinaría mi grandiosa reputación y Damián no volvería a confiar en mí.

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