Capítulo 11: Triángulo del juicio

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Chris ya había tomado a Angela de la mano y la había sacado de la fiesta, cuando llegó Deborah con ellos.

—¿Que demonios fue eso? —preguntó Angela a Chris, empezando a sentir que las lágrimas se asomaban a la noche.

Chris la abrazó. —¡Lo siento! —Fue lo único que supo decir.

—¡Angela! —exclamó Deborah desde atrás, interrumpiendo el abrazo—. Tenemos que hablar.

Angela se preocupó al instante. Por la seriedad en el rostro de Deborah, sintió pesar.

—¿Qué sucede? —inquirió.

—Es por esa razón y mucho más, que no debiste hablar con Santiago.

—¿Tu lo sabías? —divagó un poco—. ¡Claro! Fuiste tú.

—Déjame explicarte todo.

Angela se sintió mucho más herida de lo que ya estaba. En su rostro no solo se transmitía el dolor de la traición de un novio, sino también la desilusión de ver como una amiga te había apuñalado por la espalda.

—¡No quiero escucharte…!

Su celular vibró. Una llamada entrante del ser anónimo.

—¡Hola Angela! —dijo éste. Siempre tan modesto a la hora de hablar.

—¿Ahora qué? —quejó Angela sin fuerzas para escucharlo—. ¿También ya lo sabes?

—¿Que si lo sé? Lo llevo sabiendo desde que comenzó el verano —declaró sin rodeos—. Lamento que te enteraras de esta forma. Pero no había otra. ¡Y por favor! No te enojes con Deborah por esto, ella no quería. Pero no había tantas opciones que digamos. Que tengan una linda noche…

Angela respiró hondo, y exhaló con temblores que buscaban seguir llorando. Pero no lo hizo, se tragó cada una de sus lágrimas, y las aplacó con dureza.

—Si, Angela. Fue él quien me pidió que lo hiciera —mencionó Deborah, cuando esta la miraba con un fijo abatimiento.

Se abrazaron, era lo único que podían hacer. Angela necesitaba de ese fuerte abrazo con olor a “Yellow Diamond” que solo Deborah le podía brindar. Su perfume tan dulcemente cítrico, como su abrazo tan reconfortante.

—¡Perdóname! ¿Quieres?

—¿Perdonarte? No recuerdo tener que perdonarte algo. Debí saber que por alguna razón reaccionabas como lo hacías. ¡Fui una tonta!

—Solo eres una chica enamorada.

En cuanto a Santiago, este a duras penas se enteró de todo el espectáculo que se había montado en la fiesta. Mientras el video estaba en su clímax, fue cuando salió del baño, y notó que se había vuelto una estrella del cine para adulto. Sus facciones ardieron en ira, y con sus ojos que clavaban espinas, buscó a Angela en donde se suponía que debía estar. Obvio ya no estaba, resopló.

Corrió hacia afuera, pasando por toda esa multitud que habían hecho de él, un ser tan diminuto y vulnerable por las miradas llenas de recriminación, que manifestaban los espectadores. Encontró a los chicos. Su ira, se transformó en lamentos de un lindo cordero de piel blanca con ojos mieles y profundos, que suplicaban perdón. Intentó acercarse lo suficiente a Angela, pero Deborah no se lo permitió. Le marcó una máxima aproximación.

—Lo que sea que tengas que decir, hazlo desde ahí, idiota. —Le aclaró.

Santiago la miró de pies a cabeza. Había algo que se estaba preguntando. Dejó salir una risilla oscura y sus ojos una vez más lanzaban espinas.

LO MEJOR ES CALLAR: Deseo de Justicia [REEDITANDO]Where stories live. Discover now