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El primer día de batalla fue fácil, si aquella palabra podía borrar las bajas de su ejército, aunque no eran  preocupantes, las bajas significaban soldados que ya no estaban.
La gran figura de Balerion había oscurecido el cielo, los rebeldes habían anunciado a gritos la presencia del dragón y el rey Viserys, pero no pudieron defenderse, lo último que escucharon fue el grito del alfa ordenando un "Dracarys" a su montura, escupiendo fuego casi negro como sus escamas por todo el terreno de guerra.

El instinto asesino de Viserys que casi toda su vida había sido apaciguado, ahora le ordenaba a su cerebro y cuerpo que matara a todo aquel que se levantó en contra de su omega y su hijo, que les enseñara que nadie se metía con su familia y salía vivo de ello.
En el primer día, cuando el sol se escondía y su asentamiento era vigilado por arqueros y guardias por todos los flancos, Viserys estaba discutiendo sus nuevas estrategias de guerra con sir Harrold y otro grupo de guardias.

"Señor, Balerion es de mucha ayuda, nos ayuda a deshacernos más rápido del enemigo y usted no tiene que pisar el terreno... No creo que sea buena opción que pelee sin él."

Viserys apoya sus manos en la mesa de madera, encorvado para tratar de mantener la compostura y no arremeter contra sir Harrold.
"Balerion es demasiado grande, es viejo, en batalla puede ser un blanco sencillo, y si nuestros informantes tienen fuentes confiables, una gran carga de escorpiones ha sido enviada a los rebeldes... Se han estado preparando para un enfrentamiento con otro dragón, si una de esas flechas llega a atravesar a Balerion..." El alfa suspira, no queriendo imaginar el escenario. No sólo porque eso implicaría una caída demasiado mortal para él, sino porque perdería a su dragón, parte de su alma y dejaría a Daemon y a su pequeño cachorro. Esos eran escenarios que no se podía permitir.
"En tierra hay más riesgos, lo sé, pero si puedo evitar los escorpiones y luchar como un rey al lado de mis hombres, eso es lo que haré."

Nadie puede negarle a Viserys que haga justamente eso. El rey se enfunda temprano en la mañana con su armadura, que lleva consigo las figuras de Caraxes y Balerion justo sobre el pecho, su gran espada está preparada en su mano enguantada, el cabello largo es sujetado con cinta de cuero para prevenir que le impida su visión y el casco es puesto en su cabeza cuando las tropas están saliendo para una nueva mañana de batalla.

Ni bien el rey pone el pie en el campo, los rebeldes de los Peldaños se abalanzan contra ellos. Las grandes máquinas para matar dragones están asentadas más arriba en las rocas, con grandes flechas que buscan en los cielos la figura negra de Balerion, listos para atravesar. Pero Balerion no aparece y no lo hará hasta que hayan terminado con una buena tanda de rebeldes, los suficientes para darle oportunidad a la gran bestia en quemar los escorpiones.

Viserys domina la espada como en años anteriores, cuando era sólo un príncipe y su padre lo entrenaba para ser un guerrero feroz. Corta cuellos y cabezas, su casco se perdió luego de ser embestido por un rebelde al cual atravesó con su espada, su cabello para ese entonces ya es más rojo que blanco y su cara no es muy visible entre el lodo y la sangre, pero sigue luchando, teniendo en su mente la figura de su esposo y de su hijos, por los cuales fue a este guerra y por quienes la ganará.

El segundo día de batalla casi llega a su fin y Balerion vuela entre el cielo pintado de humo para quemar los escorpiones y que no sean una amenaza para él y otros dragones. El rey aterriza la monstruosa figura de su montura un poco lejos de su ejército, donde desmonta y lo recibe un gran bullicio de sus hombres, Viserys se permite sonreír y cuando avanza para escuchar el informe de Sir Harrold un dolor sordo impacta en su vientre, está casi seguro que incluso escuchó la carne partirse. Sus ojos casi perdidos ven a sir Harrold corriendo hacia él, gritando algo que sus oídos no se dignan a captar, entonces Viserys baja la mirada a donde su mano ya había ido por instinto, encontrando entre sus dedos enguantados ya machandos con su sangre, una flecha metida en los pocos lugares que su armadura no cubría.
Su cabeza se levanta; buscando a quien le disparó, encontrándose con el rebelde siendo arrastrado por algunos guardias, "déjenlo vivo... A mi esposo le gustaría presentarte a la hermana oscura." Sisea y luego sus rodillas caen en el suelo fangoso, Viserys tiene que apretar los dientes cuando el movimiento hace que la flecha se mueva violentamente.

"¡Su majestad!" Sir Harrold ya estaba con él, sosteniendolo, y eso fue como un permiso indirecto para que Viserys al fin colapsara.

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"¿Cómo es posible que no haya noticias? ¡Ya son dos días sin saber de mi esposo!" Daemon estaba sentado en el trono, sosteniendo la hermana oscura con demasiada fuerte. Daría lo que fuera por poder usarla y matar a alguien sólo para quitarse un poco de la pesadez que permenece en su estómago y rascarse aquella picazón en su marca de unión que no ha estado tranquila desde que Viserys se fue a la batalla sin decirle nada.

"Majestad, los cuervos no logran cruzar el campo de batalla, los rebeldes los matan cuando los ven sobrevolando. Quieren que caigamos en desesperación, saben que el rey mismo está luchando allá, quieren que cometamos algún error, cualquier baja en su seguridad aquí en Desembarco, será una oportunidad para que cumplan con sus amenazas al príncipe Aegon." Sir Arryk trata de explicar, sudando ante el claro descontento del rey regente.

Daemon aprieta la boca para evitar gritar, suspirando, observa a su pequeño niño en su regazo, dormido y sostenido por sólo uno de sus brazos, con las pequeñas manos que aún no se estiran toma la tela del jubón de Daemon y duerme sin estar consciente de todo el mal a su alrededor. Daemon dio a luz a algo tan hermoso que ahora con esta batalla, su alfa en la guerra y él sin poder hacer nada, no puede creer que una semilla tan hermosa creciera entre tanto tormento.
"Vuelve a enviar otro cuervo y si no regresa envía otro, envía a todos hasta que alguno regrese con noticias de mi esposo."

Sir Arryk ya estaba asintiendo cuando las puertas de la sala fueron abiertas sin invitación, dejando ver a Criston Cole de pie y respirando errático, los ojos bailando entre el omega y el otro guardia.  "Su majestad..." Rhaenyra entra segundos después por la puerta, tampoco se ve mucho mejor que su caballero jurado.

Daemon reajusta su agarre en Aegon, preparándose para el golpe que lo recibirá, nadie entra así si no es para traer malas noticias. "¿Qué ocurre?" Pregunta, muy en el fondo deseando que sea una noticia que no tenga que ver nada con su esposo. Esos dos días había sido lo único en lo que pudo pensar y ahora que las había, ya no las quería escuchar.

"Mi padre fue herido, Daemon... Está tratando de volar aquí en Balerion."
Anuncia Rhaenyra con las manos apretadas en su vientre.

Y Daemon, por más que se preparó y por mucho que ya estuviera experimentado sobre aquellas noticias tan comunes en la guerra, no pude evitar que sus ojos se cristalizaran y su respiración se agitara, porque en otros casos él era quien había sido herido o quien tuvo que saber sobre la muerte de uno de sus hombres, esto era muy diferente, no era un caballero que pocas veces había visto quien volaba con una herida que desconocía a kilómetros sobre el suelo, era su hermano, su esposo y padre de su hijo, por primera vez Daemon no supo qué hacer con una noticia así.

"Necesito ir, si es grave no podrá volar lo suficiente... Yo–" Daemon ya estaba dejando el trono, su hijo envuelto en sus dos brazos, la hermana oscura produjo un sonido sordo cuando cayó al suelo.

Rhaenyra negó, estirando la mano antes que su tío saliera, "Rhaenys ya partió a su encuentro, lo traerá de vuelta. Tú acabas de salir de un parto y Aegon te necesita, además recuerda que esta guerra es por ti y puede que haya más rebeldes vivos en la ciudad." Rhaenyra le hizo entender, ambas de sus manos entre los hombros de Daemon lo mantenían en su lugar.

"Rhaenyra, hirieron a Viserys..." Daemon se quebró y su sobrina no pudo hacer otra cosa que abrazarlo y esperar con él hasta que el alfa regrese, esperando que la herida no sea fatal.

Aquella espera fundió a la Fortaleza Roja en un silencio sombrío, muchas personas tenían semblantes preocupados y los maestres ya estaban asentados en los aposentos del rey, preparados para atender al rey ni bien este apareciera.

Daemon estaba mirando por la ventana hacia el cielo de la ciudad, meciendo a su hijo y rogando ver las figuras cruzar los cielos. Minutos después el rugido de Balerion hizo temblar la estructura, despertando a Aegon, cinco minutos después la sombra del gran dragón ensombreció el castillo.

La sangre del dragón. ─═✧Visemon Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin