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– –Consigue una cama— dijo Ron, tratando de sonar lo más autoritario posible, pero sabías que no estaba aceptando su nuevo rol tan fácilmente como lo había imaginado.
Te dijo que quería hacerse cargo del dormitorio, más de lo que ya lo hacía. Y siendo la novia increíble que eras, aceptaste fácilmente.
Tomaste cada 'comando' con tranquilidad, dispuesto a hacer lo que te dijera hasta que se sintiera más seguro para pedir lo que realmente quería, sin importar cuán depravado pudiera pensar que es.
—Te ves tan bonita toda abierta para mí, conejita— reflexionó, siguiéndote a la cama para descansar entre tus piernas abiertas.
No le tomó mucho tener su lengua en tu coño, llevándote hacia tu orgasmo con una facilidad practicada que solo él podía poseer.
Pero sabías que no era lo suficientemente bueno. Algo faltaba. Algo que necesitaba para sentirse tan a cargo y dominante como fuera posible.
Agarrando su cabello rojo entre tus dedos, tiraste con fuerza y dejaste escapar un gemido obsceno e impulsivo de tu boca. —Joder, papi. Eso se siente tan bien— gritaste, incapaz de negar lo bien que se sentía.
La boca de Ron se detuvo contra ti y miró hacia arriba con un brillo oscuro en sus ojos azules. —¿Papi? ¿Así es como quieres que sea, conejita?— Preguntó bruscamente.
Podías sentir su aliento rozar tu clítoris, haciéndote retorcerse. La intensidad de su mirada te dejó un doloroso charco de necesidad debajo de él. Y sabías que esto era exactamente lo que faltaba.
—Sí, papá—dijiste, un poco sin aliento con la pasión que chisporroteaba en la habitación.
Él solo te sonrió, pero sus labios se conectaron con tu clítoris una vez más, y supiste por la forma en que lo chupó con su boca que te esperaba una larga noche con él. Con tu papi.
