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–Buenas noches, Ronnie– dijiste, acomodando tu cuerpo contra el de él.
–Buenas noches, mi amor– besó tu mejilla y te acercó a él. Ambos se quedaron dormidos. Fue una noche normal con Ron mientras te sostenía en sus brazos. Te sentías segura y cómoda con su cálido pecho desnudo contra ti. Si el cielo pudiera fabricarse, esto es lo que se sentiría.
Unas horas después de la noche, Ron te despertó repentinamente gimiendo.
Disparaste hacia arriba, –¿Qué pasa Ronnie?–
–Mami, me duele mucho–, gritó. –Te movías tanto contra mi polla y-y– comenzó a tartamudear sus palabras mientras comenzaba a llorar.
–Aww, el principito de mami necesita ayuda–, susurraste, estirando tu mano hacia su pene vestido. –¿Quieres que mami haga que el dolor desaparezca?–
–Mami, por favor–, suplicó, con lágrimas aún cayendo de sus ojos.
–Está bien, mi príncipe. Solo porque se lo pediste a mami tan amablemente–, dijiste, recogiéndote el cabello en una cola de caballo. Te quitaste la camiseta de gran tamaño de Ron mientras cruzabas la cama para sentarte a horcajadas sobre su regazo.
Te miró fijamente mientras quitabas la erección palpitante de sus bóxers. Un pequeño jadeo salió de su boca ante el contacto. Su punta estaba roja y goteaba líquido preseminal.
–Vaya, vaya– dijiste antes de escupirte en la mano. Le bombeaste la polla y gimió por la suavidad añadida.
–M-mami, se siente muy bien–, gimió cuando tu ritmo se aceleró.
–¿Mmm, si? Apuesto a que mami podría hacer que su príncipe se sienta aún mejor–, dijiste, bajando la cabeza hacia su polla. Arremolinaste tu lengua alrededor de la punta de su polla y lamiste una raya por su eje.
Lo estabas molestando un poco, era tan fácil ponerlo nervioso porque se derretía bajo tu toque cada vez. –P-por favor, mami–, suplicó de nuevo.
–¿Qué pasa, bebé? Tienes que decirme lo que quieres–, te burlaste de su tono de súplica.
–Por favor, chúpame la polla. Te necesito tanto. Por favor–, suplicó.
–Un niño tan necesitado rogando por la boca de mamá–, le arrullaste de nuevo. Volviste a hundir la cabeza en su pene y comenzaste a chupar su punta.
Sus gemidos suplicaban más mientras jugabas con sus bolas. Finalmente te rendiste y comenzaste a mover tu cabeza más y más abajo de su eje. Presionando tu lengua plana contra su polla mientras tocabas la punta de la parte posterior de tu garganta.
Él corcoveó sus caderas mientras crecía la presión para su orgasmo. –Mami, tu boca me hace sentir muy bien– gimió. Tú tarareaste contra él en respuesta, enviando escalofríos a través de su cuerpo. –Sí, sí– gimió.
Seguiste meneando la cabeza mientras él continuaba moviendo las caderas. Las lágrimas pincharon tus ojos cuando toda su longitud fue empujada por tu garganta.
–Mami, p-puedo correrme, por favor–, preguntó. No dijiste nada, solo tarareabas contra él, acelerando tu ritmo. Lo sentiste contraerse dentro de tu boca, lo que indica que estaba a punto de terminar.
–Por favor, no pares, mami. Me voy a correr– prácticamente gritó mientras las cuerdas blancas de su semilla pintaban la parte posterior de tu garganta.
Seguiste chupándolo a través de su orgasmo hasta que lo sentiste comenzar a ablandarse en tu boca. Te tragaste su semen y lo volviste a poner dentro de sus bóxers mientras te recostabas a su lado.
–Qué niño tan bueno, pidiendo permiso para correrse en la garganta de mamá–, elogiaste.
–Gracias, mami. Muchísimas–, dijo, metiendo la cabeza entre tus pechos desnudos. Puso besos a lo largo de ellos, –¿Puedo ayudar a mami?–, Preguntó con tanta dulzura.
–Esta noche no cachorro, la atención estaba en ti. Volvamos a la cama, ¿de acuerdo?–, le preguntaste, envolviendo tus brazos alrededor de él.
–Bien– hizo un puchero. Retiraste las mantas a tu alrededor y lo atrajiste hacia ti. Su cabeza aún se acurrucaba en tu pecho mientras le dabas un beso en la cabeza.
–Duerme bien, mi príncipe. Te amo– susurraste en la parte superior de su cabeza. Pasaste los dedos por sus suaves mechones rojos, calmándolo y arrullándolo más cerca del sueño.
–Yo también te amo, mami– murmuró, quedándose dormido.
