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El sonido de las melodías navideñas y la charla alegre habían llenado sus oídos hace solo unos minutos, pero ¿ahora? Ahora tu novio te estaba clavando en el colchón.
Un hechizo silenciador y un hechizo de bloqueo son lo único que evita que tus futuros suegros entren en la habitación.
—¿Es esto lo que querías? ¿Querías que te follaran como una puta?— Se burló, empujando tu cara contra las suaves almohadas debajo de ti.
—¿En esto estabas pensando cuando estábamos cenando con mi familia? ¿Pensando en mi polla enterrada en este pequeño culo cachondo?— Se burló.
Lloriqueaste y gemiste contra la tela suave mientras intentabas levantar la cabeza, el cabello pegado a tu frente por el sudor.
Ron gruñó mientras movía sus caderas más rápido contra ti.
—¿Pensaste que sería divertido burlarte de mí? ¿Te inclinabas frente a mí en cada oportunidad que tenías? Fingiendo recoger algo del piso. — Se burló.
—Sabes, apuesto a que Freddie y Georgie están pensando en lo puta que eres.—
Gimoteaste y te retorciste en su agarre, provocando la risa de tu novio pelirrojo arriba de ti.
— Sí, tenían una vista tan clara de tu coño como yo.— Te susurró al oído.
Tus mejillas se pusieron rojas de vergüenza, pero aun así, eso no impidió que los gemidos desenfrenados salieran de tus labios.
—Mierda, así. Oh, mierda— Ron gruñó.
Un sollozo salió de tu garganta mientras tu subidón se acercaba lentamente a ti.
— Deja de lloriquear, mocosa. Sé que te encanta.—
—Ronnie, quiero correrme...— Suplicaste, sintiendo su pecho entrar en contacto con tu espalda.
—¿Quieres correrte, bebé? ¿Crees que te lo mereces?— Él tarareó.
Tus ojos se abrieron con miedo ante sus palabras.— Por favor, Ronnie, seré buena, lo prometo.— Tartamudeaste, con lágrimas en los ojos.
— S-seré buena..— se burló Ron, dando una bofetada en la carne de tu trasero.—Eres patética ¿Lo sabes?—Ron se rió.
Difícilmente podías formar palabras, demasiado concentrado en tratar de no correrte.
—Vamos, correte en mi polla. Necesito que estés vacío para que yo pueda llenarte.—
Liberaste toda la polla de Ron antes de escuchar un fuerte gemido arriba de ti cuando Ron derramó su semilla en tu trasero.
—Qué buena corrida...— Susurró en tu oído, alejándose lentamente y respirando pesadamente.
