Capítulo 33: Los ocho grupos

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De una u otra manera logró materializarse aquí en la Tierra. Lo cual resulta alarmante, pues, si bien, la Naturaleza es un orden basado en la armonía, Gaiam, es un orden basado en el desequilibrio, en la desproporción.

Gaiam entiende que como complemento de la Naturaleza, no se pueden dañar mutuamente, pero ello no significa que sus propios elementos puedan manipular sus formas y destruirla..."

—Si es así —lo interrumpió el hombre que se había cruzado de brazos—, ¿por qué es alarmante que Gaiam haya entrado a la Tierra? ¡Es evidente que no puede destruirla!

Max sonrió al ver que le estaban siguiendo el hilo del razonamiento, aunque la felicidad no le llegó a los ojos. Él y yo, mejor que nadie, sabíamos todo de lo que Gaiam era capaz.

—Si la dimensión de la que viene es opuesta, pero complementaria a la Naturaleza, es evidente que existen complementos también para los elementos, hijos de la Naturaleza. La importancia de este hecho radica en que la complementariedad fortalece y aumenta las capacidades. Además, los elementos no están exentos de manipular a la Naturaleza y moldearla, y los complementos tampoco lo están, así que su fuerza combinada sería devastadora para la Tierra. El objetivo de Gaiam se ha convertido en reunir elementos y a sus complementos por su natural necesidad de destrucción. Es por eso que los han perseguido sin descanso.

Max hizo una pausa para dejar que los nuevos asimilaran aquella enorme cantidad de información que acababan de recibir de golpe. Traté de adelantarme a las preguntas que vendrían a continuación: ¿por qué nuestros hermanos apoyarían una causa tan ruin? ¿dónde está Gaiam? ¿Cuántos más hay de nosotros? ¿Quiénes apoyan a Gaiam? Al menos esas habían sido las preguntas de Lin, Eka, Ubayda y Gayle cuando habían llegado.

—¿Cuántos de nosotros están en manos de Gaiam? —preguntó el más alto de todos.

—Cuatro con sus respectivos complementos —respondió Lin, adelantándose a la respuesta de Max.

—¿Cuántos de nosotros hay en el mundo? —preguntó el de los brazos cruzados.

¡Obviamente aquella pregunta no podía hacerse esperar!

—Doce están en este mundo, cuatro están técnicamente en otro. Gaiam desapareció de la faz de la Tierra hace más de cien años. No hemos podido determinar aun su paradero... —repuso Lin.

—En realidad —lo interrumpí, adelantándome unos pasos—, sí sabemos dónde está, lo que no sabemos es cómo llegar hasta ahí.

Gayle me dio unas palmadas en el brazo, lo que me hizo entender que mi cuerpo entero se había tensado al pronunciar aquellas palabras. "Sí sabemos dónde está, porque es mi dimensión... Aquella que destruyó" pensé, rabiosa, sintiendo cómo mi pecho comenzaba a subir y bajar con irregularidad.

—Lo que no entiendo... —murmuró Helena— Es por qué nuestros hermanos apoyarían a Gaiam para destruir a la Naturaleza. Pensé que todos nacíamos con un sentido de corresponsabilidad y respeto hacia ella.

El silencio que vino a continuación fue largo, pero es que aquella era la pregunta más difícil de todas. Habíamos tratado de encontrar a la sexta generación antes de que Gaiam lo hiciera como lo había hecho con la quinta y aparentemente con la cuarta —sabíamos que con la cuarta había destruido mi reino, pero actualmente desconocíamos qué había sido de ella—; sin embargo, llegamos muy tarde, y ahora los cuatro, a donde fuera que se dirigieran, aparecían acompañados de sus complementos. Era una combinación francamente desagradable y aterradora. Su poder en muchas ocasiones había llegado a ser devastador.

—Quiero explicarles una última cosa antes de permitirles platicarnos un poco sobre ustedes. Ustedes son la octava generación de elementos. Ello según nuestros registros. Es parte del ciclo natural que los elementos, después de determinado tiempo, regresen a su estado original; sin embargo, las únicas generaciones que han logrado regresar, han sido las primeras tres. A partir de la cuarta, los elementos se han quedado con sus figuras humanas sin hacer el relevo habitual con la generación venidera. Lin, su hermano de Aire; Gayle, su hermano de Agua; Eka, su hermana de Tierra; y Ubayda, su hermana de Fuego —dijo Max, señalando a cada uno de los aludidos— son la séptima generación. La sexta está perdida, la quinta está con Gaiam, y la cuarta... también está perdida. No hemos observado que regresen a su estado natural, así que no podemos determinar cuál ha sido su destino verdadero, o si en realidad se han estado escondiendo.

—¿Entonces cuál es el objetivo de ustedes en toda esta maraña di ciclos, batallas y elementos? —inquirió el tercer hombre, quien abría la boca por primera vez en toda la reunión. Por su mirada entendí que era humano.

—Muy simple —dijo Lin sonriendo en mi dirección—, recuperar a nuestros hermanos, regresar a Gaiam y a sus complementos a donde pertenecen, y salvar la dimensión que ocupan actualmente.

Bufé, en realidad, de simple no tenía nada.

—Por supuesto que de ser posible, me encargaré personalmente de eliminarlos —gruñí.

Sentí la mirada reprobatoria de Max posada sobre mí, pero es que siempre que se trataba de mi dimensión no podía permitirme ablandar mi postura. Ya lo había hecho una vez y resultó en la peor decisión de mi vida. Yo sabía lo que quería y nadie me haría cambiar de parecer ni mucho menos me detendría.

Max suspiró al entender que no correspondería a su mirada.

—Ahora nos gustaría que se presentaran. Les hemos dicho mucho de nosotros, pero no sabemos nada de ustedes —insistió, pero los nuevos no se veían en un plan colaborativo.

—Helena —dijo la chica elemento, tomando la iniciativa— Mi nombre es Helena.

Agua.

Se volvió hacia el chiquito que la tomaba de la mano.

—Y él es Itsmani —continuó al tiempo que el niño se escondía detrás de su pierna.

—Sorem —dijo el más alto y fornido cuyos ojos eran una combinación de café y verde.

Tierra.

—Yo soy Aydan —continuó el que estaba a su lado, que a decir verdad, aunque no estaba tan alto, tenía un aspecto más intimidante.

Sus ojos rojos refulgieron.

Fuego.

—Yo soy Ian y ella es mi hermana Mara —dijo el último de los hombres, que no dejaba nada que desear con sus facciones marcadas, su flequillo café y su sonrisa radiante, además de que igualaba en tamaño al de Fuego—. Ninguno de los dos controlamos ningún elemento... Sólo les dimos asilo durante el tiempo que han estado aquí.

Helena sonrió y cuando él la miró, le sostuvo la mirada. Sonreí con el ceño fruncido, ¿habría algo entre ellos?

Entonces me percaté de una verdad alarmante. Faltaba Aire, ¿dónde estaba? 

Ian se adelantó unos pasos antes de resolver mi duda:

—Perdimos a Aizea, los hombres de Gaiam lograron capturarla —admitió bajando la mirada—. No hemos sabido nada de ella desde entonces.

Suspiré... ¡Entonces habíamos llegado un poco tarde! Recuperarla sería harto difícil, pero Max no parecía concordar con mis pensamientos, pues su sonrisa destilaba optimismo.

—No se preocupe, joven Ian. Llegaron al lugar indicado para dar con ella —aseguró sin perder la sonrisa.

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Ojos de Agua y manos de FuegoWhere stories live. Discover now